Henry Kamen
Historiador. Autor de Reyes de España (La Esfera de los Libros)
Mutuo desapego
La historia y la cultura de España han ejercido una especial fascinación para quienes viven fuera de sus fronteras. La corriente principal del "hispanismo" no se dedicó a la historia sino a la cultura y la literatura, que aún hoy reciben la mayor atención en el Instituto Cervantes. Por el contrario, el estudio del pasado histórico de España ha sido un primo pobre. Los propios españoles habían descuidado su propia historia. El gran problema en ese momento en España era el atraso del sistema de la enseñanza superior y de los archivos históricos nacionales. Estos dos factores fueron, irónicamente, la razón por la que los historiadores extranjeros se destacaron. Con el apoyo de buenas becas, los académicos extranjeros estaban encantados de tener acceso a documentación de archivo que los españoles rara vez exploraban.
Muchos de nosotros vinimos a España no porque fuéramos hispanistas sino porque España nos atraía. La experiencia histórica de España fue una clave básica para la evolución de Europa. En el siglo XVI los europeos no se interesaban por España sino por las grandes maravillas de sus territorios en América. Así ha sido siempre. Los acontecimientos que unieron el destino de España con el del resto de Europa, desde las invasiones de los godos y romanos hasta la época de la guerra civil, estimularon inevitablemente a los estudiosos extranjeros.
Pero ahora hay menos extranjeros que estudian su historia. ¿España ha dejado entonces de ser un tema relevante de estudio? El país juega sólo un pequeño papel en los asuntos mundiales, pero bien podemos preguntarnos por qué España también se interesa poco por los asuntos de ese otro mundo.
A nivel universitario, se observa una sorprendente apatía por los estudios superiores relacionados con Europa. ¿Por qué los españoles tienen interés en España pero no en Europa? ¿Hay estudios en español sobre la evolución política de Francia, de Inglaterra, de Alemania, incluso de China? Fue Unamuno, el inventor de la palabra “hispanista”, quien más rechazó cualquier necesidad de aprender de Europa. España fue el único país importante del continente que no participó ni en la primera ni en la segunda guerra mundial, y aún hoy permanece en los límites exteriores de Europa.
Los hispanistas tienen que enfrentarse a una corriente ideológica que rechaza la aportación de los extranjeros y propone una versión chovinista del pasado histórico
Cualesquiera que sean las explicaciones del declive del hispanismo, es esencial darse cuenta de que los extranjeros se han interesado por la política y la cultura de España porque admiraban el país. Sin embargo, hoy en día tienen que enfrentarse a veces a una corriente ideológica que rechaza la aportación de los extranjeros, propone una versión chovinista del pasado histórico e identifica los valores de España de forma única con su lengua y su experiencia imperial.
Terminemos con una nota positiva. La compleja cultura de España es su propia garantía de supervivencia. Puede que hoy haya menos investigadores dedicados a la temática hispana, pero la herencia que dejó España sigue siendo la inspiración para que investigadores de muchas naciones se adentren en el campo del hispanismo.
Julián Casanova
Catedrático de Historia Contemporánea. Autor de Una violencia indómita (Crítica)
Pasó su edad de oro, pero el hispanismo todavía brilla
Hubo un momento en que los historiadores hispanistas, sobre todo los que procedían de Gran Bretaña y Estados Unidos, cautivaron a muchos por la forma en que combinaban la síntesis, el rigor empírico y la belleza literaria. Emergieron con fuerza desde los años sesenta, en un momento en que la historia de España, sobre todo las de los siglos XIX y XX, a excepción de algunos oasis dispersos, era un desierto inexplorado.
Algunos cambios básicos han hecho disminuir el peso y relevancia del hispanismo, como la transformación sustancial y mejora cualitativa de la historiografía española en las últimas décadas
El bagaje académico que esos hispanistas podían oponer a la mezquina y exigua historiografía dominante en España inclinó la balanza a favor de su propuesta de una renovación seria de los estudios históricos: formados en algunas de las mejores universidades del mundo, interesados en la formulación de problemas y conceptos, y no solo en el mero relato de los hechos, y convencidos, por educación y lógico distanciamiento, de que era posible elaborar interpretaciones “objetivas” y “ecuánimes”, rompieron con las versiones más parciales y maniqueas.
El interés de los historiadores angloamericanos por la historia de España ha permanecido vivo, mantiene altas cotas de calidad y su producción académica es mayor que nunca, pese a la desaparición de algunas de sus principales figuras como Raymond Carr, Edward Malefakis o Gabriel Jackson.
Es verdad que algunos cambios básicos han hecho disminuir su peso y relevancia. Por un lado, la transformación sustancial y mejora cualitativa que ha experimentado la historiografía española en las últimas décadas. Además, y eso es algo muy importante que no siempre se conoce aquí, una buena parte de los hispanistas –muchas más mujeres, por cierto, que antes– ya no están en los departamentos de historia, donde se ha dejado de contratar a especialistas en España, sino en los de literatura y estudios culturales, con investigaciones de marco y alcance mucho más reducidas.
Pero muchos lectores españoles de historia, salvo los más especializados, no piden investigaciones originales, sino buenas síntesis con narrativa elegante. Y el peso de la historia local y regional en España impide que la mayoría de los libros editados aquí sean traducidos a otros idiomas. Una buena parte de la historia de España que se estudia en las mejores universidades del mundo está en inglés y sus autores, salvo algunas excepciones, todavía no son españoles.
La edad de oro de los hispanistas, en suma, ya pasó, pero su posición no es secundaria, sobre todo cuando al usar la síntesis y el telescopio, trazar grandes narraciones y elegir a la nación/Estado como marco de estudio, superan la historia local/regional y de tiempo corto que tanto abunda en las universidades españoles y que tan poco gusta a las grandes editoriales. Y porque una asignatura todavía pendiente de los historiadores españoles, aunque también eso está cambiando, es comunicar y escribir con precisión y elegancia, haciendo accesible la historia a un público más amplio. En ese territorio, en hacer coincidirlos resultados de sus investigaciones, de excelente factura y temas atractivos, con el mercado, algunos hispanistas todavía brillan.