Jorge Freire
Filósofo y escritor. Último libro: 'Hazte quien eres' (Deusto)
Sogas por corbatas
El filosofar es, según Hegel, apropiarse de la época por medio del pensamiento. En tiempo de crisis, apremiante es entender lo que nos pasa. Ahora bien, ¿el aumento de matriculaciones denota un aumento de las vocaciones? No necesariamente. Para filosofar no es preceptivo sacarse una carrera. ¿La moda del ensayo de ideas da cuenta de la buena salud de la filosofía? Lo dudo. El carácter inactual de la Filosofía la hace, para bien y para mal, impermeable a las acometidas de la rabiosa actualidad (más rabiosa hoy que nunca).
Los más agoreros llevan décadas anunciando la muerte de la Filosofía. Pero sus gritos, como los del loco nietzscheano, mueven a la risa. ¿Desapareció la música cuando dejaron de venderse discos? ¿Feneció el cine cuando cerraron los videoclubes? Desconozco la suerte que correrán la música y el cine, pero doy por hecho que la Filosofía existirá mientras exista la condición humana.
Cierto es que los planes de estudio llevan años despreciando la disciplina. Trocar la asignatura de Filosofía por una materia de emprendimiento no es sino una tentativa de asegurar que nadie se oponga al discurso de valores dominantes. No es exagerado afirmar que se han dado pasos hacia la barbarización pedagógica, reduciendo progresivamente la enseñanza a mero adiestramiento. Se promueve el cálculo, que es transparente, cerrado y previsible, en perjuicio del pensamiento, que es oscuro, abierto e imprevisible, esto es, dialéctico, acaso porque se busca una ciudadanía que sepa cuadrar la declaración la renta sin hacerse muchas preguntas.
La filosofía, si es honesta, enseña a vivir –y a morir– con entereza; la autoayuda, en cambio, fabrica sogas y las vende como corbatas de seda
Sea como fuere, la filosofía no es solo una disciplina académica. Defenderla no supone apadrinar a un catedrático que languidece entre ringleras de libros apolillados, o enarbolar papers plúmbeos que solo interesan a quienes aparecen citados en ellos, sino pugnar por que irrigue todos los aspectos de la existencia. Flaco favor hacen quienes la defienden como si de una reliquia museística se tratase. Quien quiera filosofar, que imite a Sócrates y se pasee por el mercado, por el ágora y por el bar. ¿Es casualidad que la última prenda de amor a la filosofía, que es Symploké, de Videojuegos Fermín, se cierre con su protagonista bombardeando la academia?
Mis libros se inscriben en el género de la consolatio. Desde Boecio, las consolatione no ofrecen soluciones mágicas ni respuestas facilonas: ora te ponen una mano en el hombro y te infunden ánimo, como haría un buen amigo, ora te agarran de la pechera y te zarandean. ¿Se puede consolar a alguien con chorradas estupefacientes? La autoayuda, que ofrece soluciones fáciles apoyándose en el mito del individuo libérrimo y decisionista, no es más que ideología; envuelta, eso sí, en un discurso camastrón y complaciente. La cursilería, ya se sabe, es la estética del mentiroso.
La Filosofía, si es honesta y veraz, enseña a vivir –y a morir– con entereza. La autoayuda, en cambio, fabrica sogas y las vende como corbatas se seda. Y los ingenuos corren a atárselas al cuello, convirtiéndose en sus propios verdugos. ¿El crimen perfecto?
Ernesto Castro
Filósofo y escritor. Último libro: 'Jantipa o Del morir' (Temas de Hoy)
El recalentamiento de la filosofía
Preguntarse si vivimos en buenos o malos tiempos para la filosofía tiene tanto sentido como preguntarse si son buenos o malos para la radiación de fondo. Son fenómenos que ya llevan con nosotros lo suficiente como para habernos percatado de que no podemos ni erradicarlos ni potenciarlos. La radiación de fondo existía mucho antes de que se inventase el microondas. De hecho, sin radiación de fondo no habría microondas.
El microondas no potencia la radiación de fondo, simplemente la concentra dentro de una caja. Del mismo modo, las ‘filosofías’, entendidas en el sentido más amplio y vulgar de la palabra, como ideologías o cosmovisiones que desbordan los campos especializados del arte y la ciencia, preexisten y sobrevivirán a la ‘Filosofía’ con mayúscula, esto es, a la revisión crítica y sistemática de dichas ideologías y cosmovisiones.
Aquí no hay paso del mito al logos; los filósofos profesionales nunca erradicarán a los espontáneos; la Filosofía académica no puede dejar de ser el microondas de las filosofías mundanas: una caja donde se recalienta el sentido común de cada época, logrando que los prejuicios del presente estallen y, si no se tapan correctamente, manchen el interior del recipiente.
Los manuales de autoayuda o las terapias filosóficamente inspiradas
son manchas en el microondas de la filosofía con mayúsculas, que se secan y se pegan pero que a la postre no afectan al microondas
Lo que está ocurriendo actualmente con la Filosofía –la popularidad de la divulgación filosófica, la creación de obras culturales inspiradas por filósofos, el arrinconamiento de la Filosofía en la educación pública y privada, los manuales de autoayuda o las terapias filosóficamente inspiradas, los debates filosóficos planteados por el feminismo, el ecologismo, el animalismo y el neonacionalismo– es solo eso: manchas en el interior del recipiente, que tal vez resulten difíciles de raspar según se sequen, peguen y ennegrezcan, pero que a la postre no afectan al microondas (a la Filosofía ‘lógica’), no digamos ya a la radiación de fondo (a las filosofías ‘mitológicas’).
Pero ¿son buenos o malos tiempos para la Filosofía? Ni una cosa ni la otra. Simplemente asistimos a un cambio climático dentro del medio ambiente filosófico y lo que ayer parecía buen tiempo hoy resulta ser malo. Ayer parecía una buena noticia que cientos de miles de personas debatiesen sobre filosofía en internet, igual que sonaba bien la idea de un verano que durase seis meses. Ello se debía a que no habíamos incluido dentro de la valoración el nivel de flameo que acompaña a ambos incidentes.
Por mucho que abrase la cultura de la cancelación, a medio plazo, la Filosofía, en abstracto, no morirá. Igual que la vida, en abstracto, no morirá, a medio plazo, por mucho petróleo que quememos. Pero podemos preguntarnos si habrá una vida que merezca la pena vivirse, una filosofía que merezca la pena pensarse, después de este cambio climático. El agotamiento de las plazas de profesor de Filosofía no debería angustiarnos ni más ni menos que el agotamiento de los combustibles fósiles: hemos vivido sin ellos y habremos de vivir sin ellos, por más que se viva mejor con ellos, también contaminan en exceso.