¿Puede el artista ser feliz?
Dos españoles en Hollywood, Javier Bardem interpretando a un cubano y Agustín Almodóvar haciendo campaña, la lectora Icíar Bollaín y la felicidad según Magnani (o Antonio Lafarque) han hablado y dado que hablar
Javier Bardem ha dado una de las más precisas respuestas a la ola de corrección en el cine norteamericano. En The Hollywood Reporter respondía a las severas críticas porque un español interpretara al cubanoamericano Desi Arnaz en la película Being the Ricardos (Aaron Sorkin): “Eso es lo que hago para ganarme la vida, trato de ser personas que no soy”.
También desde Hollywood, Agustín Almodóvar aseguraba sentirse “impresionado” por las buenas críticas de Madres paralelas. No es para menos: “Almodóvar at his best” (Los Angeles Times), “El brutal y bello mundo de Almodóvar” (The New York Times), “Almodóvar, aún mejor” (The Washington Post). Eso sí, el productor tiene una espina clavada y, ni siquiera allí, se olvida de que entre las ocho nominaciones a los Goya de la película de su hermano no está la música de Alberto Iglesias.
Menos unanimidad que Almodóvar ha suscitado en España No mires arriba. Carlos Boyero ha calificado de “aburrimiento sin gracia” la película de Adam McKay, de la que, al poco de verla, ya no recuerda “casi nada de lo que ocurría”. Contrasta con el entusiasmo de Andrea G. Bermejo en Cinemanía: “Es el mejor retrato posible del signo de los tiempos. Que sea una comedia solo es otra prueba de ello”.
"Para ganarme la vida, trato de ser personas que no soy"
No todo va a ser cine. Lo dice la directora Icíar Bollaín: “Últimamente, la buena literatura me deslumbra más que el cine. Hay pocas películas que logren provocar en mí el efecto que me producen algunas novelas”. En Vanity Fair, incluso da fe de sus lecturas recientes “más inspiradoras”: Niña, mujer, otras, de Bernardine Evaristo; Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin; y Los ingratos, de Pedro Simón.
No todos los españoles son tan fans de la cultura como Bollaín. El escritor Carlos Zanón se quejaba en El Confidencial de que “en España se considera que los artistas no tienen un trabajo de verdad”. Y lo explica: “el creador se sigue identificando con alguien que no tiene un trabajo sino un hobby más o menos divertido y le puedes pedir siempre que cante una cancioncita o que te escriba algo de manera gratis (…) la gente que se dedica a la cultura es sospechosa de… porque parece que solo son trabajadores los que son torneros-fresadores o trabajan en una multinacional con un aspecto de ejecutivo. No se valora en absoluto al artista”.
Va a tener razón Fernando García de Cortázar (El Mundo) cuando dice que necesitamos “un patriotismo cultural”, como aquel “reivindicado por la Generación del 98 o por Azaña”. El historiador asegura que “nos sentimos identificados con una nación también por su patrimonio artístico”.
"En España se considera que los artistas no tienen un trabajo de verdad"
Quienes sí parecen valorar a los artistas, en este caso a las artistas, son los lectores. Peio H. Riaño se felicita en ElDiario.es de que los cinco títulos más solicitados en 2021 en las bibliotecas públicas “están firmados por mujeres”. Ellas son: Irene Vallejo, Sara Mesa, María Oruña, Eva García Sáenz de Urturi y Rosa Montero. “Lejos de la cabeza”, recuerda Riaño, aparece el primer autor, Arturo Pérez-Reverte, en sexto lugar, con Línea de fuego.
Peor parecen tenerlo las mujeres en el cine. La documentalista Arantxa Aguirre, nueva académica de Bellas Artes, explica en El Español que “las mujeres nos hemos colado ahí [en el documental] con más facilidad, porque lo difícil es que confíen en ti y te den los medios suficientes para hacer las grandes superproducciones (…) Las mujeres entramos por los resquicios, en tromba, para ocupar el espacio que podemos”.
Parece que no hay felicidad completa. Tal vez por eso la revista Litoral dedica su último número precisamente a la felicidad. Antonio Lafarque, editor de este monográfico, sostiene que “tenemos la felicidad un poco olvidada como concepto filosófico”. ¿Por qué? Porque “el materialismo de este siglo nos ha hecho olvidar la parte más epicúrea del ser humano y que está ligada a los conceptos de la libertad y felicidad”. Lafarque entiende la felicidad como Anna Magnani: “Cuando sea vieja no quiero parecer más joven, quiero parecer más feliz”.
Las que no deben de ser muy felices son las palabras, al menos en opinión del novelista gallego Manuel Rivas, que le ha dejado a Juan Cruz esta contundente proclama: “Las palabras están hastiadas de la manipulación y de la apropiación por parte de los brutos”.