Destacaba Jon Juaristi en ABC que Baroja “no es hijo predilecto de ninguna ciudad”, pese a haber vivido en muchas. Contaba que “Tierno no le hizo hijo predilecto en 1982 y Almeida no le haría hijo predilecto hoy”. ¿La razón? “España está más lejos hoy que nunca de la utopía barojiana,la de 'un país sin frailes, sin moscas, sin carabineros'”.
La predilección o no de los hijos de una ciudad ha provocado encendidas reacciones. Y más después de estas palabras del alcalde de Madrid: “Almudena Grandes no merece ser hija predilecta de Madrid, pero ya tengo los presupuestos”.
La respuesta más contundente al regidor municipal la dio José Antonio Zarzalejos en El Confidencial: “El decoro sigue siendo una virtud pública. Y es doblemente indecoroso negar una distinción por razones ideológicas y concederla como contrapartida política”.
"En España está más lejos hoy quenunca de la utopía barojiana, la de ‘un paíssin frailes, sin moscas, sin carabineros’"
Antes, el viudo de la escritora, el poeta Luís García Montero, ya había explicado en una emotiva entrevista en El País que “en el ambiente de hostilidad y de tensión, se nos olvida que hay una sociedad real fuera de las redes que no está enfangada por las cosas ni enfadada con el mundo”.
En España los muertos parecen despertar más pasiones que los vivos. Tal vez por eso el columnista Cristobal Villalobos escribía en The Objective: “Si Plácido Domingo o Julio Iglesias muriesen mañana, Dios no lo quiera, en Francia serían enterrados con rango de jefes de Estado (...) Sin embargo, hoy ambos son cancelados en nuestro país, cuando no ridiculizados, al ser sometidos a un escrutinio ideológico constante”.
Ha aparecido la palabra mágica: “cancelación”. Término que, en opinión del novelista británico Hanif Kureishi deberíamos cancelar, al igual que woke. Lo explicaba en El Mundo: “Son palabras que no dicen nada, en realidad. Me preocupa que la discusión sobre estos temas ya se haya convertido en algo superficial”.
Hay opiniones para todos los gustos. La escritora Carmen Domingo recurría a una cita de Ana Iris Simón para titular su artículo en El País: “No cancela quien quiere, sino quien puede”. Y lo explicaba: “La cultura de la cancelación es más un instrumento con fines antidemocráticos que en defensa de minorías y de vulnerables”.
Los humoristas están especialmentepreocupados por el asunto. Andrés Rábago, El Roto, confesaba en El País que “todos hablamos ahora con silenciador”. Y Juan Carlos Ortega sostenía en La Razón que mejor que cancelar el humor de épocas anteriores sería poner en cuestión la época actual: “No hay utilidad en, por ejemplo, criticar a la Iglesia y a su poder cuando ya ha dejado de ser poderosa. Está más cerca del escarnio que de la justicia”.
Tampoco el cine escapa al fenómeno. El crítico Javier Ocaña proclamaba en El Periódico que “los niños no se convierten en racistas por ver Dumbo”. Y Banderas, en la revista Icon, destacaba el ejemplo de Lo que el viento se llevó: “El personaje central es una mujer con dos cojones así de gordos, en una época en la que las mujeres no tenían esos cojones. Y eso se olvida. Nos quedamos con lo de la criada negra”.
“Deberíamos cancelar la palabra cancelación, al igual que woke. Son palabras que no dicen nada, en realidad”
A Jaume Ripoll, fundador de Filmin, Lo que el viento se llevó, le da “como mucha pereza” y confiesa que no ha conseguido acabarla. Lo cuenta en Vanity Fair, donde ofrece su opinión sobre la promoción de películas en las otras lenguas españolas: “En lugar de lamentar que hay pocas películas rodadas en catalán, celebremos y vendamos las que sí lo están. Loreak, Handia o Bocas de arena, en euskera, son ejemplos de éxito. Soy de celebrar, no de imponer ni de lamentar”.
Siguiendo con Cataluña, el ministro Miquel Iceta ha recurrido a la historia para explicar el error del “no” de Ada Colau al Hermitage. Lo hacía en El Periódico: “Me acuerdo de la campaña que hizo el PSOE cuando la OTAN: ‘De entrada, no’. Pues yo creo que ante un proyecto de la envergadura del Hermitage hay quedecir: ‘De entrada, sí’. Luego ya veremos”.
P.S. Enric González ha elegido en Jot Down los diez libros que “hubiera lamentado perderme en 2021”. Entre ellos, Ya sentarás cabeza, de Ignacio Peyró: “Queda demostrado que se puede ser muy conservador, e incluso hablar bien de Pablo Casado (el de hace unos años), y mantener una mente libérrima”.