Espíritus y otras ñoñeces
Novelistas y editores, no hay quien se libre de autocensuras o cancelaciones. Hasta al Papa se le lee preocupado por la cultura woke. Lejos, en tiempo y forma, del pensamiento único quedan Cela, Umbral, Cueto, Balcells...
Al novelista mexicano David Toscana le parecen precisos los términos “censurar o expurgar”. Así que propone “enñoñar”. Explicaba en Letras Libres que, “cuando se limpia un texto para que no ofenda a nadie..., queda un esqueleto de idea que apenas aprecian los ñoños”. Ofrecía como ejemplo el hecho de que Andrés Trapiello haya sustituido en su Quijote actualizado la expresión “afeminado” por “desmayado”. Y concluía tajante: “El escritor simpático, correcto y respetuoso con el espíritu de sus tiempos es un cadáver literario”.
Simpático, pero no correcto, es Tony Lions, que se ha convertido en editor de los “cancelados” (Woody Allen, Norman Mailer, Robert F. Kennedy Jr.). Aclaraba en ABC la diferencia entre el autor y la obra, “Como editor te tienes que centrar en el libro. La ley y las fuerzas de seguridad se tienen que ocupar de lo que haga la persona”.
"Vivimos en una cultura de la conmemoración, más que de la novedad”
El mismo Papa está preocupado por la llamada cultura woke. “Se trata de una forma de colonización ideológica –proclamó Francisco–, que no deja espacio a la libertad de expresión y que hoy asume cada vez más la forma de esa cultura de la cancelación (...) Se está elaborando un pensamiento único –peligroso– obligando a renegar la historia, o, peor aún, a reescribirla en base a categorías contemporáneas”.
Hablando del pasado, hay quien da por olvidado a Francisco Umbral. Va a ser que no. Marina Castaño, en El Confidencial, ponía al día a su marido Camilo José Cela sobre lo acaecido en el mundo desde que el escritor falleció. Le contaba que “Umbral, dos meses después de tu marcha, sacó una basura que tituló “Cela, un cadáver exquisito”. Deleznable. Se murió, por cierto”. Hasta el futbolista Michel González se acuerda del autor de Mortal y rosa. Y así se lo decía a Manuel Jabois en El País. Contaba que eran vecinos, pero “no me devolvió nunca el saludo ¡Nunca! Pero un día nos encontramos en casa de un amigo común, se me quedó mirando y dijo con esa voz suya: “Tú eres el vecino futbolista”. Nada más”.
Manuel Rivas a quien añora mucho es a Juan Cueto. Se lamentaba en redes sociales de que “nadie (casi nadie) lo recuerda”. Para él, fue “uno de los mejores columnistas de El País en la mejor etapa de El País”. Y se consolaba: “Andará por ahí con Cunqueiro tomándose un godello”. Toda una legión de admiradores del asturiano se dio por aludida y respondió al escritor gallego que por supuesto que se acordaban de Juan Cueto, todos los días.
La vida del más allá da mucho de sí en la literatura. Hay algunos descreídos como Martín Caparrós. Cuando le preguntan en El Mundo por el realismo mágico, responde “No creo en territorios míticos donde las señoritas vuelan”. Y hay otros que de espíritus lo saben todo, como Isabel Allende. Confesaba en El País Semanal que echa de menos “¡muchísimo!” a la agente Carmen Balcells. Ante cualquier dificultad, recuerda, “no solo aportaba una solución práctica, sino también mágica y sentimental”. ¿Mágica? “Tenía una astróloga italiana: cuando le enviaba un manuscrito, me decía: “¡Espérate, hablo con la astróloga!””
"Umbral, dos meses después de tu marcha, sacó una basura que tituló “Cela, un cadáver exquisito”. Deleznable. Se murió, por cierto”
Con tanta nostalgia, va a tener razón Antonio Muñoz Molina cuando, a propósito de John le Carré, escribía en Babelia que “vivimos en una cultura de la conmemoración, más que de la novedad”.
Más en el presente está Daniel Gascón. Firmaba un artículo titulado “El minis-tro tiene razón: la literatura española es unamacrogranja” (Letras Libres). “Con fervor patriótico –explicaba– nos dicen que nuestra literatura es admirada en el extranjero. Y es verdad pero no todo el monte es orégano ni todos los libros son de Javier Marías”.
Se acercan los Óscar. Y Paul Thomas Anderson se anticipa en Vanity Fair. “Lo único que intento que no me afecte es la manera tan despectiva... que algunos escriben sus críticas, como si de un concurso de belleza se tratara. Hablando sobre una película como si fuera una modelo, diciendo cosas tan terribles como “Sí, no le va a ir bien, tiene las caderas demasiado anchas, es un poco achaparrada””.
PS. Nacho Vegas, cantautor (La Nueva España): “A veces hace falta ser conservador para evitar ser un reaccionario. Desde ese punto de vista antropológico te das cuenta de las cosas que hemos perdido, de aquello que necesitábamos y nos hemos deshecho”.