“Picasso es un artista extraordinario y, luego, llega el otro nivel, el maltratador. ¿Cómo celebramos el año que viene el 50 aniversario de su muerte? Buena suerte… No es fácil”. Son palabras en elDiario.es de Estrella de Diego, comisaria de la exposición dedicada al pintor en la Academia de Bellas Artes. “Tengo que desvincular la persona del artista –explicaba– y eso es muy difícil en su caso (…) No puedes olvidar lo que pinta. Y si quieres mirar su obra, tienes que olvidar su persona. Pero creo que ahí no estoy sola, les pasa a muchos”.
Pasa en Chile con Pablo Neruda. Lo detalla Sebastián Fest (El Mundo). “Me gusta cuando callas, porque estás como ausente (…) dio pie a una gran disputa que derivó en la consigna ‘Neruda, cállate tú’. Y el Confieso que he vivido (…) pasó a ser un “Confieso que he violado” en la portada de una revista feminista”.
“No se puede escribir un libro titulado 'El Holocausto y la España de Franco' sin haber leído mi libro…”. Arcadi Espada
Tampoco se han librado de esta revisión Pemán y Alberti. En el mismo periódico, Arcadi Espada escribía en forma de fe de errores: “En El País de viva la Pepa, nunca mejor dicho, leo este titular: ‘Un congreso equipara al franquista Pemán con el exiliado Alberti’, cuando lo que debió escribirse, en razón de El poema de La Bestia y del Ángel y de Redoble lento por la muerte de Stalin, era el franquista Pemán y el estalinista Alberti. Pero habría sido ir de lo justiciero a lo justo”.
Espada, por cierto, ha provocado una encendida polémica con Enrique Moradiellos. El periodista lanzaba en El Mundo duras críticas: “El historiador Moradiellos copia, y como es frecuente, copia los errores” o “no se puede escribir un libro titulado El Holocausto y la España de Franco sin haber leído mi libro…” El historiador contestaba en el propio periódico. “El núcleo básico de la crítica de D. Arcadi parece derivar del hecho de que nuestra obra no menciona su trabajo (…) La obra, muy respetable por sus valores periodísticos y literarios, no es sin embargo igualmente meritoria en términos historiográficos”.
Del pasado, y lo que nos enseña, también ha hablado Ignacio Echevarría a propósito de su nueva edición de La Regenta. Explicaba a Tino Pertierra (La Nueva España) que la obra de Clarín “contribuye a entender muchas claves de nuestro presente, empezando por la clase política y sus hábitos de corrupción.” Y añadía: “Su retrato de la España provinciana, concentrada hoy en el interior de la Península, en la ‘España vaciada’, sigue siendo valedero. La España que vota a Vox, allá y aquí, comparte no pocos rasgos con la sociedad vetustense: su pacatería, su moralismo, su pequeñez de mira, su caspa”.
“La obra [de Arcadi Espada], muy respetable por sus valores periodísticos y literarios, no es igualmente meritoria en términos historiográficos”. Enrique Moradiellos
Y de la caspa al arte contemporáneo. A Manuel Borja-Villel le ha preguntado Álex Vicente (Babelia): “¿Son comparables el Guernica y una pancarta del 15-M?” Respuesta del director del Reina Sofía: “Son obras políticas en el espacio público que hablan de la paz y generan comunidad. Lo raro era no haberlas comparado hasta ahora”.
Algo está cambiando en el mundo del arte. Quim Monzó (La Vanguardia) daba cuenta de los souvenirs creados en la Courtauld Gallery de Londres para una exposición de Van Gogh. “‘Un botiquín de primeros auxilios para situaciones psicológicas graves’ (…), un jabón para que ‘los artistas torturados puedan disfrutar de las suaves burbujas’ y (…) una goma de borrar en forma de oreja. De la oreja que Van Gogh se cortó en pleno ataque psicótico”. Completa la información con la indignación de los críticos: “¿Qué será lo próximo? ¿La pistola con la que Van Gogh se suicidó? (…) Ahora, ¿en una exposición de Frida Kahlo venderán lápices con la forma de la pierna protésica?”
P. S. A Bryce Echenique le han saqueado la cuenta en la que guardaba sus ahorros. Juan Diego Quesada (El País) describía así cómo vive el escritor: “Pasa la vida en lo que sus amigos conocen como el rincón de Bryce, una mesa para cuatro en el fondo de La Bonbonniere, un restaurante de Lima. El novelista bebe vodka con tónica y almuerza ligero, apenas un steak tartar. En el postre se deja ir como un niño y pide cuatro copas de café glacé”. Bryce se lamenta: “Todo lo he derrochado. Me lo he gastado en amigos y copas. Y en viajes”