“El último hombre blanco es un libro que llama a la revolución, tiene una parte de manifiesto, tiene mucha ira”. Lo dice su autora, Nuria Labari, a Karina Sainz Borgo (Zenda). Está convencida de que “escribir cambia el mundo absolutamente”. Su lucha es contra la desigualdad y la explica con un ejemplo: “Si Richard Ford escribe una novela llamada Madre no pasa nada, pero si ese mismo libro lo escribe Vivian Gornick pasa a ser un libro de mujeres, del que la mitad de la población desconecta”.
La maternidad, por cierto, preocupa a nuestras autoras. Alauda Ruiz de Azúa (S Moda) explica que “los relatos que encontraba sobre maternidad o eran muy cómicos o hablaban de madres muy locas, muy épicas [...] no encontraba ninguno con el que me identificara”. La actriz Susi Sánchez encontró en la película de Alauda “un retrato de una maternidad muy diferente, más real [...] Nuestra sociedad define ser madre como la misión última de la mujer, como si fuera una maravilla y Cinco lobitos enseña unas madres a las que les gustan ciertas partes de ese rol y otras no tanto”. La novelista Eva Cruz (EPE), en cambio, no duda de que “los niños nos hacen mejores personas (...) Aprendes paciencia, empatía, te dan una sensación de responsabilidad”.
"Mi libro llama a la revolución". Nuria Labari
Volviendo a lo de cambiar el mundo, luchar contra el olvido es esencial. Eso es lo que hace Jorge Volpi, quien en su Partes de guerra utiliza la neurociencia para reflexionar sobre la violencia en México. Según explica en The Objective, “nosotros nos identificamos con nuestra memoria, y si la memoria se va perdiendo, nos preguntamos qué queda de nosotros”.
Su compatriota el director Michel Franco (Coolt) también está preocupado por la violencia. “En estas series como Narcos la violencia se disfruta, y hace mucho daño que se integre a la cultura popular como algo simple, incluso aspiracional. Es muy estúpido, y yo hago justo lo contrario. Intento enfrentarla de manera objetiva, y sacudir al público para que se cuestione en qué mundo está viviendo”.
Sobre la memoria reflexiona Felipe Benítez Reyes (Canal Sur). “Somos cambiantes y vamos generando una memoria que es interesada, interpretamos los hechos de nuestra vida de forma literaria aunque no nos dediquemos a escribir. El pasado está ahí, para bien o para mal, somos en gran parte lo que hemos sido pero si nebuloso es el futuro, más lo es el pasado, que no llegamos a entenderlo”.
No sabemos si escribir cambia el mundo, lo que parece que sí lo cambia es leer. Así lo expresa Guillermo Busutil a Javier Morales en El Asombrario. “Leer derriba la ignorancia, la soberbia, los miedos, las nieblas, los muros de la sinrazón y puede cambiar la manera de mirar y de sentir, de comprender [...] Te enseña a ser rebelde, insumiso, a saber ser y estar solo…”.
"Intento sacudir al público para que se cuestione en qué mundo está viviendo". Michel Franco
Busutil también advierte sobre el peligro de las pantallas. “Crean espejismos, nos inducen a que veamos lo que ellas quieren que veamos y nos hurtan la capacidad de pensar, de imaginar, de movernos en los márgenes y en los ángulos muertos. Es vital la pausa, el silencio, escuchar la lectura en la voz del papel [...] La palabra ha perdido la palabra a base de hacerla rehén de la banalización de los emojis y del lenguaje selfie”.
Diego Moldes es más pesimista –o realista– sobre las pantallas. Le dice a Javier Ors (La Razón) que calcula que “hacia 2060 terminará la cultura impresa”. Está convencido de que “somos las últimas generaciones analógicas que leerán en papel”.
P.S. La muerte de Mar de Marchis, fundadora de Jot Down, ha conmocionado al mundo cultural. Así le rinde homenaje Íñigo Domínguez: “Lo más misterioso es Mar, que está escondida dentro de la revista, como un enigma en un acertijo, o el capitán Nemo en un submarino, pero quizá esto ya lo saben. Ella dice que es un calamar, un animalito tímido e inteligente que es el que mejor escapa del mundo –siempre lo consigue– con un truco de magia. De pronto desaparece y deja una nube de tinta, porque no quiere dejarse ver, ni que lo atrapen, para despistar a la muerte. La tinta en el mar no escribe, pero deja la huella indeleble de lo que está escrito en el agua”.