La pregunta la hace Andrés Pelayo Alfonso (The Objective) a Juan Gómez-Jurado. "No te puedo responder –se excusa el novelista–, porque no creo formar parte del tejido sociocultural de este país, del relevante, del que de verdad levanta la puta persiana todas las mañanas como los libreros, como los bibliotecarios, como los profesores de literatura, como los dueños de los teatros (...) Esos son los que importan". Entonces, ¿el novelista qué hace? "Yo escribo libros y a la gente le gustan, es todo lo que hago". Cuando el entrevistador le plantea"¿qué haría si fuera ministro de Cultura por un día?", responde: "Tomármelo libre".
Quien sí tiene respuesta, y contundente, es Karra Elejalde: "¡No se puede gravar la cultura de un país con el impuesto del lujo! ¡Un país sin cultura está abocado al fracaso! –exclama ante Álvaro Sánchez León (El Confidencial Digital)–. Me da igual que el ministro sea Iceta o Iuvedoble. (...) Hay muchos festivales de mil cosas, pero debemos ver qué rentabilidad social para el ciudadano tiene todo eso. Ni el cine, ni el teatro, ni la escuela, ni las universidades, ni la sanidad pueden ser privativos. Mientras no hagamos una ley que defienda nuestro cine, perderemos siempre e iremos desapareciendo".
¿Será que la cultura es un lujo? "El arte parece una cosa sibarita frente al mal estado del mundo". La afirmación es de Rüdiger Safranski, entrevistado por Justo Barranco (La Vanguardia). "El arte experimenta una mala conciencia latente –aclara el filósofo alemán–. Se acusa a sí mismo de ser un fenómeno de lujo. ¿Qué se hace en una situación así? Decir que no somos un lujo sino un poder productivo y político. La politización del arte se deriva de la mala conciencia de los artistas".
Rüdiger Safranski: "La politización del arte se deriva de la mala conciencia de los artistas"
Vivimos "tiempos de gran usurpación por parte del poder", en opinión del dramaturgo Eusebio Calonge. En conversación con Raúl Bocanegra (Público) asegura que "el teatro tiene que estar siempre fuera de la carretera". Pone como ejemplo los tiempos en que "los cómicos eran tan mal vistos que se les enterraba fuera de los cementerios". Explica que deben estar "fuera de esa carretera en que el mundo de la cultura viaja de la mano del poder, con sus alfombras rojas y sus premios y esas cosas que edulcoran el nivel crítico, el nivel de visceralidad y de sublevación que siempre tenemos los que escribimos teatro".
La galerista Elvira González no ve el arte como un lujo, pese a las cantidades astronómicas que mueve. Cuenta a María de la Peña Fernández Nespral (El Grito) que incluso sufrió un atentado cuando osó traer la obra de Picasso a España durante el franquismo. Fundadora de la Galería Theo, con su marido el pintor Fernando Mignoni, se declara "beata" del pintor malagueño, que le "ha cambiado hasta la manera de mirar la pintura". Lamenta que en España no se le haya comprendido bien. "Lo que pasa es que Picasso es un monstruo –explica–, y eso irrita y molesta".
El debate sobre la identidad está muy presente. Dolores Redondo no tiene ese problema. "Se habla continuamente, sobre todo respecto a los hombres, de explorar la parte femenina –cuenta a Jesús Ruiz Mantilla (El País)–. Pero yo tengo una parte masculina que me gusta mucho y la saco (...) Debo adoptar un género neutro. Puedo ser escritor y escritora".
Elvira González: "Lo que pasa es que Picasso es un monstruo, y eso irrita y molesta"
Con frecuencia los entresijos de la labor literaria son más sencillos de lo que imaginamos. "¿Por qué arranca su libro con un capítulo cargado de erotismo?", pregunta Laura García Higueras (elDiario.es) a Cristina Campos. "Empiezo fuerte, porque si no, los lectores se me van a Netflix – es la respuesta de la finalista del Planeta–. Las diez primeras páginas son bestias. Cuentan el último orgasmo [de la protagonista] con su amante, que es desgarrador. A mí también me pasa, por las noches estoy agotada y si un libro no me engancha mucho, me pongo a ver algo".
P. S. Se utiliza con frecuencia la palabra duende, pero ¿qué significa? Manuel Vicent ofrece su definición a Jesús Fernández Úbeda (Zenda). "Es lo que antes se llamaba musa o inspiración. Sería la forma de unir las entrañas con la mente. Es decir, llegar a tener el don de bajar el pensamiento a las vísceras y el poder de elevar las vísceras al pensamiento. Para mí, eso es el duende".