SUICIDIO. Slawomir Mrozek tiene un cuento en La vida para principiantes (Acantilado) sobre un aspirante a suicida. El postulante se sitúa en la cornisa de un edificio y todo parece indicar que se va a lanzar al vacío. Acuden los bomberos con un capitán escéptico: sabe por experiencia que la mayoría de quienes proyectan suicidarse con espectadores no tiene intención de hacerlo. Pasa el rato, y el hombre de la cornisa no da el paso. La multitud congregada se impacienta. Grita: “¡Tírate ya de una vez!”. La gente siente que está ahí perdiendo el tiempo para nada.

El pugilista suizo Arthur Cravan (1887-1918), presunto poeta sin poemarios y presunto pintor sin cuadros confirmados, anunció su suicidio en París. Se presentó en el sitio previsto y, al ver a los numerosos curiosos, comenzó a insultarles: “¡Mirones!”. Y les soltó una larga conferencia sobre la entropía.

Por cosas así, y por otras de mayor enjundia –editó y escribió enteros cinco números de la revista Maintenant–, Blaise Cendrars le llamó "el profeta del dadaísmo", y otros le consideran pionero de las performances.

LÍMITE. Periférica vuelve a editar, doce años después, sus Cartas de amor a Mina Loy, quizás, con sus fogonazos enajenados, líricos y breves, su corpus poético más sobresaliente.

Su aparición coincide con la selección para representar a España en los Oscar de la excelente Segundo premio, de Isaki Lacuesta, que es y no es una película sobre el grupo granadino Los Planetas. Se puede ver en varias plataformas. Lacuesta, muy interesado en sus filmes por los personajes en el límiteCamarón de la Isla, Ava Gardner, François Augiéras, el Miquel Barceló que vive en Mali…–, debutó en 2002 con Cravan vs. Cravan, docuficción que ilustra muy bien las andanzas del poeta boxeador. Está en Filmin. Cravan, que era sobrino de Oscar Wilde, y la británica Mina Loy (1882-1966) se conocieron en Nueva York en 1917.

Periférica vuelve a editar, doce años después, 'Cartas de amor a Mina Loy', quizás, con sus fogonazos enajenados, líricos y breves, su corpus poético más sobresaliente

Ella, elogiada por sus vanguardistas poemarios, autora en 1914 de un Manifiesto feminista, prosista, dramaturga, pintora con exposiciones y diseñadora con clientela, fue la parte con sustancia real de la pareja. Ella lo encontró “estúpido”, pero se liaron. Cravan llegó a Nueva York para evitar ser movilizado en la Gran Guerra, aunque invitado por sus amigos Marcel Duchamp y Francis Picabia a dar una conferencia: se presentó borracho, se desnudó y acabó en comisaría.

CARTAS. También se presentó borracho, meses antes, en su muy sonado y amañado combate con Jack Johnson, campeón del mundo de los pesos pesados, en la Monumental de Barcelona. Johnson pospuso tumbarlo hasta el sexto asalto porque cobraba por dejarse filmar. Ese combate suscitó luego el interés de Eduardo Arroyo, gran aficionado al boxeo –autor de un libro sobre Panamá Al Brown–, que le inmortalizó en una serie de dibujos, y estimuló la biografía que le dedicó la crítica de arte Maria Lluïsa Borràs en 1993.

Cravan desapareció en las tormentosas costas de México en 1918 cuando pretendía llegar a Buenos Aires al encuentro de Mina, que estaba embarazada, en una misérrima embarcación que había comprado y apañado malamente. Arthur y Mina se habían casado en México poco después de que ella accediera a dejar Nueva York y reunirse con él en ese país.

Cartas de amor a Mina Loy agrupa los textos imperiosos, acuciantes y desquiciados de unas treinta misivas que Arthur escribió a Mina durante cinco meses suplicándole y exigiéndole que se reuniera con él. Primero, durante su fuga por Estados Unidos y Canadá para evitar, de nuevo, ser reclutado y, luego, ya desde Ciudad de México.

Habría que decidir hoy si esas cartas, en las que Cravan no cesa de decirle a Mina que está enfermo y en las últimas, al borde del suicidio o del asesinato (de ella), aunque ahora es un santo, además de mostrar un temperamento poético espoleado por la pasión, no delatan a un maltratador.