ANIVERSARIO. Hoy haremos un flashback a la España de 1974, anticipando así la avalancha de remembranzas que nos caerá encima el año que viene –¿cuántos libros están marcha sobre 1975?–, con ocasión del cincuenta aniversario de la muerte de Franco. Mi inspiración ha venido cuando, buscando por internet unos datos, me encontré con el título de una película, Cuerno de cabra, estrenada en España a finales de abril de 1974.
Carlos Arias Navarro era presidente del Gobierno, y en el Consejo de Ministros se sentaban tres tenientes generales. En el mes de febrero, Arias anunció unas medidas –“el espíritu del 12 de febrero”, según la prensa–, recibidas como “aperturistas” y consistentes en que podrían constituirse “asociaciones políticas” siempre que sus estatutos y objetivos fueran acordes con los Principios del Movimiento Nacional. La ultraderecha del régimen –el “búnker”– puso el grito en el cielo, y la insignificante apertura quedó en nada.
Además, los inminentes espectadores de Cuerno de cabra, se desayunaron, el 2 de marzo, con la noticia de la ejecución mediante garrote vil del joven anarquista Salvador Puig Antich, acusado de haber disparado y dado muerte, en el curso del forcejeo librado durante su detención, al policía Francisco Anguas. Cuando Cuerno de cabra ya era un éxito, la Revolución de los Claveles triunfó en Portugal, el 25 de abril, derribando la dictadura, y miles de jóvenes españoles comenzaron a desplazarse al país vecino para respirar el aire de la libertad.
SECRETO. Cuerno de cabra (1972), de Metodi Andonov, era una película búlgara y en búlgaro (claro), en blanco y negro, sin apenas diálogo –hasta el minuto 14 no se pronuncia una palabra: “¡Mamá!”– y subtitulada en castellano. En Madrid se estrenó el 23 de abril, creo, en el desaparecido cine Rosales y permaneció en cartel durante más de dos años. ¿Cuál fue el secreto del descomunal éxito de una película búlgara, de director e intérpretes totalmente desconocidos?
Los más veteranos lo saben bien, digámoslo aquí sin anestesia: en los primeros minutos, en el escenario de las montañas búlgaras y durante el siglo XVII, se produce ante su hija la violación múltiple de la mujer de un ganadero. Al resistirse a sus cuatro violadores turcos –los otomanos ocupaban el país–, la mujer muestra fugazmente su cuerpo desnudo, sus pechos y sus nalgas antes de morir asfixiada.
La película búlgara y en búlgaro (claro), en blanco y negro y sin apenas diálogo, permaneció en España en cartel durante más de dos años
CENSURA. En 1967, Manuel Fraga, siendo ministro de Información y Turismo y estando en pleno auge la censura gubernativa que prohibía y mutilaba películas, autorizó la creación de las Salas de Arte y Ensayo bajo requisitos muy restrictivos: sólo podrían funcionar en ciudades de más de cien mil habitantes y en cines de un aforo máximo de doscientas butacas.
Se trataba de abrir un poco la mano de cara a un público que se presumía y se condicionaba como minoritario, frecuentador de cineclubs, para que tuviera acceso a películas de mayor envergadura (y dificultad) artística, haciendo la vista gorda sobre algún contenido –político, social, sexual…– que seguía vetado al público mayoritario.
Bajo ese etiquetado llegó Cuerno de cabra, pero no es verdad –todo se trastoca– que las películas de Arte y Ensayo fueran una excusa para que los gafapastas progres de la época –¡se ha llegado a decir!– mironearan el sexo cancelado. Antonioni, Losey, Polanski, Pasolini, Buñuel, Loach, Dreyer… muchas películas de grandes directores, prohibidas hasta entonces, llegaron a esas salas y fueron importantes en la formación de cinéfilos y cineastas.
Como no había internet, nunca supimos que Cuerno de cabra había obtenido premios en festivales internacionales ni que su guionista, Nikolai Haitov, era uno de los novelistas más importantes del Este. Tampoco que su director, Metodi Andonov, había fallecido once días antes del estreno español. La censura cinematográfica no desapareció en España hasta diciembre de 1977.