¿Un escritor nacional?
Por Ignacio Echevarría
19 febrero, 2010 01:00Quim Monzó
Son frecuentes las exposiciones sobre escritores, organizadas por lo común a propósito de alguna efeméride. En la misma Barcelona, el CCCB organizó en su día algunas bastante sonadas, con Kafka, con Joyce, con Borges como protagonistas. La exposición "Monzó" se sitúa en la estela de montajes como aquéllos, con la particularidad de que la de su protagonista es una obra in progress, que todavía compite en el mercado cultural con la de sus contemporáneos, de suerte que su pública canonización por parte de una instancia oficial admite ser interpretada como un homenaje, sí, pero también como un ventajoso privilegio.
Al final del recorrido que propone la exposición, encuentra el visitante la clave que la justifica. Una pantalla emite en continuo el muy aplaudido discurso que Monzó leyó en la ceremonia de inauguración de la Feria de Frankfurt del año 2008, en la que el país invitado, como muchos recordarán, fue Cataluña. Acudiendo a la siempre socorrida estratagema de discurrir sobre la propia tesitura del discurso (ya saben: aquello de "Catorce versos dicen que es soneto..."), Monzó desplegó allí toda la panoplia de tópicos y de merecimientos de los que se envanece, con más o menos fundamento, la literatura catalana. Lo hizo, importa decirlo, con destacable astucia y gracejo. Pero lo hizo. Y ahí estaban, enfocadas una y otra vez por las cámaras, las autoridades del ámbito político y cultural de Cataluña, que abarrotaban el aforo del salón de actos, y a las que se ve sonriendo, tan satisfechas como aliviadas.
Aquello merecía un premio, claro que sí. Y apenas tardó un año en concretarse, en la forma de esta exposición que aquí se comenta. En su trasfondo cabe reconocer la intención de convertir a Monzó en algo más o menos equivalente a un escritor nacional. Esta categoría, la de escritor nacional, antaño tan consolidada, va haciéndose cada vez más problemática y anacrónica, lo cual no obsta para que conserve plena utilidad y vigencia en culturas que se reivindican a sí mismas. Para éstas es importante contar con un escritor bien caracterizado, representativo, emblemático en un sentido que no entraña necesariamente ejemplaridad.
Tiene su interés especular sobre las motivaciones que invitan a postular como escritor nacional a un tipo tan atípico como Quim Monzó. ¿Será porque una obra como la suya obvia oportunamente algunos conceptos espinosos e invita a emplear palabras como cosmopolitismo, irreverencia, humor, contracultura, donde otros se empeñan en hablar de periferia, de resistencia, de victimismo, de minoría? ¿Será porque enfatiza el concepto de personalidad a costa del de identidad? En cualquier caso, no cabe duda de que Monzó encarna en la actualidad aspectos bajo los que la cultura catalana gusta percibirse a sí misma. Entre ellos, el de perfilarse en acusado contraste respecto al modelo de escritor que suele proliferar en la cultura española, en la que por cierto el puesto de escritor nacional lleva ya muchos años vacante, por razones sobre las que quizá algún día valga la pena reflexionar.
O no.