Image: El crítico como disc-jockey (y 2)

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Mínima molestia

El crítico como disc-jockey (y 2)

Por Ignacio Echevarría Ver todos los artículos de 'Mínima molestia'

18 mayo, 2012 02:00

Ignacio Echevarría


La distinción entre autor y público está a punto de perder su carácter sistemático, escribía Walter Benjamin al observar la tendencia creciente a que el lector se halle cada vez más dispuesto a pasar a ser un escritor. Benjamin decía esto en los años treinta, a propósito de las diferentes "ventanas" que la prensa escrita dejaba abiertas para que participaran los lectores, empezando por la sección de "Cartas al director". Imagínense lo que pensaría en la actualidad, al observar el modo en que los diarios digitales abren foros al pie de determinadas noticias o artículos de opinión, y jerarquizan las noticias mismas, la decisión de tratarlas y el modo de hacerlo, en razón de su aceptación entre los lectores que las votan; al observar los progresos de lo que cabe entender por cultura plebiscitaria y la desinhibición y la grafomanía desatada por Internet, en cuyo marco esas categorías de público y autor aparecen reblandecidas y carentes de fronteras precisas.

Por mi parte, hago cuentas y reparo en que, de un modo u otro, no he dejado de dar la lata con observaciones siempre suspicaces que apuntan en dirección a este cambio estructural que se viene produciendo entre las relaciones del medio con sus destinatarios, de los diarios con sus lectores, del autor con su público. Y esta es la hora en que, persuadido de que se trata de un proceso imparable, concluyo que de poco o nada sirve cabecear admonitoriamente para dar a entender que por ahí no vamos bien.

Mucho se ha discurrido ya sobre el eclipse de la crítica y sus sombrías consecuencias (con severidad y precisión lo está haciendo Andreu Jaume en una serie de artículos sobre "El futuro de la crítica" que publica en un blog titulado "El lecho de Procusto"). Lo que más urge ahora, sin embargo, es pensar el modo en que el territorio que la crítica deja vacante está siendo repoblado. Y estoy convencido de que lo está siendo en la dirección señalada ya por Benjamin hace mucho, y que Reinhard Baumgart prefiguraba atribuyendo provocativamente al crítico el papel de disc-jockey.

El éxito de éste, del disc-jockey -así como el del nuevo modelo crítico que va emergiendo, guste o no-, depende de su capacidad de sintonizar con los ocupantes de la pista, cuyas apetencias, cuyos gustos, cuyo grado de excitación o de embriaguez comparte en buena medida, por mucho que le corresponda a él estimularlas y modularlas. Metido en su cabina, a la vista de todos, aupado en su propia experiencia, en su carisma y su prestigio, el disc-jockey podría parecerse a un profesor sobre su tarima: uno y otro "imparten" su música en una posición supuestamente jerárquica respecto de los asistentes congregados. Pero, aun aceptando que así fuera, el estatus del disc-jockey es, contrariamente al del profesor, dependiente de las reacciones de su público. La autoridad fluye en una dirección opuesta. En el caso del disc-jockey, esa autoridad -por seguirla llamando así- emana de quienes llenan la pista, que la refrendan mediante su propia actitud, que no es en absoluto pasiva, como la de un alumnado. Aquí tiene un papel muy activo el sentimiento de comunidad, de pertenencia, que comparten los congregados, y el relegamiento de la distancia crítica en favor de la comunión festiva. Lejos de imponerse, el disc-jockey es -como observara Baugmart- un "delegado" de la colectividad que lo aclama como conductor de sus propios apetitos e intereses, lo mismo da ahora la forma en que éstos hayan sido previamente instigados. El suyo es un papel catalizador de las tendencias operantes, que él no cuestiona, sólo formula y canaliza.

Por muy cogido por los pelos que pueda parecer, pienso que este símil contribuye a hacerse una idea, por vaga que sea, del tipo de geometría sociocultural que está desbancando a la que amparó a la tradicional crítica periodística. La jerga de la comunicación emplea todavía el concepto "líderes de opinión". Tal concepto podría ser aplicado para lo que aquí sugiero en la medida en que un líder también canaliza, sin enfrentarla, la voluntad de sus seguidores (y hago notar el peso que este término, el de "seguidores", tienen en las redes sociales). Pero la del disc-jockey me parece una figura más ilustradora y, en definitiva, más pertinente y más útil a la hora de escrutar la situación de la crítica en un momento en que, así como la del autor y su público, también la distinción entre crítico y lector ha perdido su carácter sistemático.