Crítica insurgente
Por Ignacio EchevarríaVer todos los artículos de 'Mínima molestia'
14 septiembre, 2012 02:00Ignacio Echevarría
De un tiempo a esta parte, y siempre a través de la Red, me llegan campanadas de cierto estado de insurgencia en el campo de la crítica argentina. Al parecer, una nueva promoción de jóvenes críticos viene impugnando con severidad y contundencia crecientes los modelos que han imperado en aquel país durante las últimas décadas, y propugna una renovación no sólo de los métodos y del lenguaje, sino también de los objetivos mismos de la crítica.El asunto guarda interés para los lectores españoles en la medida en que el sistema cultural argentino, casi siempre más avanzado y más sofisticado que el nuestro, e infinitamente más dado a la tensión polémica, viene asimilando desde hace más de una década las consecuencias de una crisis -de un colapso, más bien- comparable hasta cierto punto a la que España padece en la actualidad.
En diciembre de 2001, recuérdese, tuvo lugar en Argentina lo que se conoce por "el Corralito", medida extrema con que se trató de contener la gravísima crisis financiera que atravesaba el país. La revuelta generalizada motivó la renuncia del ministro de Economía y, pocas horas después, la del presidente De la Rúa. Las movilizaciones espontáneas que entonces tuvieron lugar constituyen un hito dentro de los movimientos asamblearios que desde entonces han despuntado en distintos lugares del mundo. En el ámbito de la cultura, se produjo una quiebra relativa tanto de los discursos como de los circuitos hegemónicos, que trajo por consecuencia nuevos modos de actuación y de producción que desde entonces han venido ensayándose con resultados todavía vacilantes, si bien puede hablarse ya de cierto cambio de rasante en el horizonte de expectativas a las que se enfrenta hoy en Argentina cualquier joven pensador o creador, para el que se han abierto nuevos espacios de circulación y de publicación. Algo a lo que han contribuido no solamente las nuevas tecnologías de la comunicación, sino el desarrollo de todo un tejido de revistas, de asociaciones y plataformas culturales, de pequeñas editoriales cuyo impacto sobre las mecánicas tradicionales del campo literario se empieza a hacer notar, a pesar de ser incipiente todavía.
Es este marco el que reclaman como propio un puñado de ensayistas, investigadores y articulistas que trabajan en direcciones distintas pero que parecen compartir una renovada confianza en el papel decisivo que le corresponde a la crítica a la hora de redefinir y rearticular el campo literario.
Hace tres meses el diario "Perfil" de Buenos Aires tuvo la iniciativa de reunir a los que presentaba como "cuatro exponentes de la renovación crítica" en Argentina, convocados con el pretexto de la más o menos reciente publicación, por parte de los cuatro, de sendos libros. Sus nombres: Sebastián Hernaiz, Juan Mendoza, Cecilia Palmeiro y Damián Selci. El libro de este último es una novela, Canción de la desconfianza (Eterna Cadencia), con la que está cosechando comentarios tan feroces como algunos de los agresivos artículos que él y Claudio Iglesias publicaron en las revistas "Éxito" y "El Interpretador", y en los que arremetían contra figuras tan consolidadas dentro del establishment crítico argentino como Beatriz Sarlo y Josefina Ludmer, o --con perfil menos académico- como Alan Pauls y Reinaldo Laddaga.
La refutación de los criterios de valoración operantes, el interés por la teoría, la predisposición a conectar el presente con experiencias anteriores a la debacle cultural de los noventa son algunos de los rasgos en los que insisten estos autores.
Del encuentro reseñado por "Perfil" destaco algunos pasajes dignos de atención, que tendría interés extrapolar al contexto español. Por ejemplo, la reclamación que hace Selci de una crítica "que implique preguntarse cuál es la posición más avanzada en este momento", y que, antes de plantearse "el problema de definir lo nuevo", se plantee el imperativo de ir a su encuentro, "lo cual es mucho más meritorio". O el énfasis que pone Hernaiz en el interés creciente "por los cruces entre literatura, historia y política". O la llamada de atención de Mendoza sobre lo que él llama las "nuevas subjetividades", entre ellas las derivadas de la inmigración masiva.
"No trabajo con la categoría de valor", declara Palmeiro. "Los textos que me interesan son textos que producen intensidades y tiran vectores hacia prácticas de transformación social. Me importa qué hace la literatura sobre el mundo, y no al revés."
Y de nuevo Hernaiz: "Más que el valor, me interesan los objetos que permitan revisar cristalizaciones que se han ido construyendo con el tiempo y son constituyentes del modo de conceptualizar la cultura y la política hoy".
A ver.