Ignacio Echevarría
La editorial Debate acaba de publicar, en un grueso volumen bellamente ilustrado, La historia del mundo en 100 objetos. Su autor, Neil Mac Gregor, actual director del British Museum, se propone eso mismo: contar la evolución cultural del hombre desde sus orígenes hasta el presente a través de cien objetos de todo tipo (desde un sarcófago egipcio a una tarjeta de crédito) procedentes de ámbitos muy alejados entre sí. El resultado es un excelente libro de divulgación erudita, instructivo y ameno. Mac Gregor se pregunta sobre el viaje que hacen los objetos a través del tiempo y del espacio, y cómo en este viaje cambia a menudo su valor y su significado.
Lo cierto es que los objetos -no todos, por supuesto- sobreviven a los hombres, y constituyen, en cierto modo, una forma de trascendencia. Resulta casi inevitable recordar La preocupación de un padre de familia, de Franz Kafka, que protagoniza el enigmático Odradek, una especie de objeto animado. El narrador, intrigado, se pregunta qué sucederá con él. Y concluye: "Es evidente que no hace daño a nadie; pero la idea de que pueda sobrevivirme me resulta casi dolorosa".
Hace un par de meses que se publicó en Turín Il romanzo, ovvero le cose de la vita (Argano), de Francisco Rico. Se trata de un pequeño y elegante volumen que recoge la lección magistral que, bajo el mismo título, dio el autor con motivo de recibir el premio de historia literaria Natalino Sapegno, en 2006. El texto (del que no existe de momento una versión en castellano) se ofrece acompañado de otros dos, también llenos de interés: Gli oggetti, la letteratura, la memoria, de Daniel del Giudice, y Voli di romanzi, de Piero Boitani. En su lección, Rico reflexiona sobre el determinante papel de los objetos comunes en la novela moderna (partiendo, cómo no, del Quijote y el Lazarillo), y sugiere que su entrada en el mundo de la ficción es indicio inequívoco de una "subversión radical" en la literatura.
"Verista o fantástica, histórica o contemporánea, seria o ligera, de personajes o de género, la ficción moderna, y en esto reside un factor esencial de su modernidad, parece haber asumido para siempre la cotidianeidad como el aire que respira", sostiene Rico. Y añade, poco más adelante: "Mucho más frecuentemente de cuanto suele admitirse, las cosas cotidianas no se hallan en la novela para corroborar su apariencia de realidad, sino para someter a ésta a prueba e identificar al relato en cuestión como ficción". Para concluir: "El realismo reivindicó como criterio creador y articulador de la narración los mismos criterios que guían cotidianamente la relación del hombre con las cosas, de modo que el lector compitiese con el autor al (re)construir y (re)descubrir mundos. Sustituir las categorías más propias de la ficción con las categorías exactamente opuestas a la ficción, las categorías de la vida, suponía una subversión radical, que alteraba de pies a cabeza toda la concepción de la literatura y, por lo mismo, presuponía una apuesta formidable".
Rico se adelanta, por distintos caminos, a las conclusiones a que llegaba Orhan Pamuk en sus charlas para el seminario Norton (Harvard) en 2009 (recogidas en El novelista ingenuo y el sentimental, Mondadori, 2011). Observa allí Pamuk, empleando no pocos de los mismos ejemplos mencionados por Rico: "Resulta imposible no ver una relación entre los grandes adelantos en el arte de la novela a mediados del siglo XIX -cuando se convirtió en la forma literaria dominante en Europa- y el aumento repentino y exponencial de la prosperidad europea durante el mismo periodo, que tuvo por resultado una riada de bienes materiales que inundó la ciudad y los hogares: una abundancia y variedad de objetos sin precedentes en el mundo occidental".
Esta conexión de la novela moderna con los objetos que, a partir de cierto momento histórico, hacen su entrada en ella abre un riquísimo campo de reflexión teórica sobre el género y sus profundas implicaciones en el modo, a menudo tan desamparado, con que, cada vez más, el hombre se sirve de los objetos que a la vez enriquecen y ofuscan su vida como medida para proveerla de significado y para encontrar su propio lugar en la sociedad.