Ignacio Echevarría
Llega a mis manos, recién publicada por las Prensas de la Universidad de Zaragoza (PUZ), Kafka en las dos orillas, una "Antología de la recepción crítica española e hispanoamericana" de este escritor. La antología, armada y presentada por la española Elisa Martínez Salazar y la argentina Julieta Yelin, reúne treinta y seis textos que, ordenados cronológicamente, "ofrecen un panorama del devenir de las inquietudes teóricas e ideológicas" que ha suscitado la literatura de Kafka "en las dos orillas de la lengua castellana". Desde las primeras reseñas publicadas en nuestra lengua, las que sobre El proceso y El castillo escribiera Ramón María Tenreiro para Revista de Occidente (en 1925 y 1926, respectivamente), hasta textos recientes de escritores como Manuel Vilas y Martín Kohan, la antología recorre nueve décadas de lecturas e interpretaciones de la obra del escritor más canónico del siglo XX.La recepción crítica de Kafka en nuestro idioma ha dado lugar a varias pesquisas bibliográficas, pero esta es la primera vez que brinda una amplia muestra (insuficiente, cómo no; opinable, sin duda, pero servicial y contundente, en definitiva) de los trabajos disponibles. Críticos, traductores y editores de Kafka comparten aquí espacio con un elenco de escritores que comprende nombres como los de Jorge Luis Borges, Eduardo Mallea, María Zambrano, Ezequiel Martínez Estrada, Ramón Gómez de la Serna, Carlos Edmundo de Ory, Octavio Paz, Margo Glantz, Guillermo Cabrera Infante, Augusto Monterroso, Félix de Azúa y César Aira.
No es el menor de los alicientes de esta antología el permitir observar cómo el conocimiento y la difusión de Kafka empieza siendo muy superior en Latinoamérica que en España, y en qué momento empieza a arraigar en la Península el interés por su obra, ya entrada la década de los sesenta. Si bien ya unos cuantos años antes la lectura de Kafka había dejado una marca profunda en escritores como Juan Benet y Rafael Sánchez Ferlosio, que lo leyeron muy jóvenes. Pienso en algunos cuentos y apólogos de uno y otro, y se me ocurre que, paralelamente a una antología como ésta, cabría impulsar otra en la que se recogieran textos narrativos, escritos también a una y otra orilla del Atlántico, en los que fuera flagrante la huella del autor de La transformación. Sería una forma complementaria, y quizá más ilustrativa aún, de calibrar cómo Kafka ha sido leído en nuestro idioma. Esa hipotética antología debería incluir textos de no pocos de los escritores aquí seleccionados (Borges, Piñera y Aira en preferente posición), a los que cabría añadir otros muchos, empezando por el escritor en lengua castellana que a mi juicio ha reencarnado de modo más espontáneo, más genuino y valedero, lo que admite ser entendido como el "espíritu" kafkiano: el uruguayo Mario Levrero.
Celebro la importancia que las autoras de Kafka en las dos orillas conceden a la edición, todavía en marcha, de las Obras completas de Kafka impulsadas por Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg bajo la dirección de Jordi Llovet. El prólogo que éste escribiera para el volumen III de estas Obras, el de Narraciones y otros escritos, me sigue pareciendo el más penetrante, abarcador y cabal de cuantos acercamientos a Kafka se han hecho en nuestro idioma. No está recogido en esta antología, pero en su lugar se da otro ensayo estupendo e iluminador del mismo Llovet: "Franz Kafka y su proyecto de una pequeña literatura nacional", de 1979, cuya lectura se me antoja enormemente oportuna en estos momentos, por razones que quizá trate de exponer en otra ocasión.
Decía Roland Barthes que no es tarea del crítico "descubrir" la obra interrogada, sino más bien "cubrirla" con su propio lenguaje (coincidente en forzosa medida con el de su época). El recorrido por Kafka en las dos orillas permite constatar ejemplarmente las sucesivas capas interpretativas (la religiosa, la onírica, la alegórica, la política, la existencialista, etc.) que han mediatizado -que han "recubierto"- la lectura de este escritor, cuyos textos constituyen el perfecto paradigma de ese permanente desplazamiento del sentido que constituye la marca de la gran literatura, de la capacidad que ésta tiene de renovarse en cada tiempo, a cada hora, ante cada lector.
A modo de frontispicio, se reproduce una rara fotografía de Kafka en bañador, sonriente, sentado sobre la arena de un balneario. Es una forma sutil de sugerir cuánto ha cambiado la imagen de este escritor, cuyo radical humorismo ha ido emergiendo lentamente, señalando su obra, tal y como la saludaba Carlos Edmundo de Ory medio siglo atrás, como un "Nuevo Testamento" de la risa.