Ignacio Echevarría

No hace mucho me referí desde aquí mismo a un libro emocionante: las Cartas a mi hija, de Francis Scott Fitzgerald (Alpha Decay, 2013). Reúne las cartas que, durante los últimos ocho años de su vida, el escritor mandó a su hija Scottie, por entonces una adolescente en camino de hacer sus estudios universitarios. En esas cartas ocupan un destacado lugar las apasionadas y lúcidas recomendaciones que hace a su hija sobre su educación y sus lecturas. Es esta faceta pedagógica, al parecer muy acusada en Fitzgerald (al menos en el Fitzgerald posterior al Crak-Up, a su personal derrumbamiento), la que retoma Lecciones de un Pigmalión (Elba), título no demasiado afortunado con que ha sido adaptado al castellano College of One, el libro que Sheilah Graham, la última compañera del escritor, dedicó en 1967 al ambicioso programa de lecturas -a menudo comentadas, leídas en voz alta e incluso interpretadas cómicamente- con que su amante se propuso instruirla. Gracias a él, Graham, criada en un orferinato, consiguió sentirse, en apenas dos años, una mujer bastante más resuelta y segura de sí misma en un entorno - el efervescente Hollywood de los años treinta- que se le antojaba "un país mágico lleno de ideas y de opiniones".



Entre los muchos pasajes conmovedores de El gran Gatsby, la obra maestra de Fitzgerald, se cuenta -¿recuerdan?- el que protagoniza el anciano padre de Gatsby cuando llega a la casa de su hijo poco después de la muerte de éste. Revisando sus cosas, da con un viejo libro que Gatsby conservaba y en cuyas guardas anotó, cuando era aún niño, un estricto plan horario para sus jornadas y una lista de "propósitos generales". Cosas como "Ejercicios prácticos de elocuencia y saber estar: 17:00-18:00", "Estudio de inventos útiles: 19:00-21:00", "Dejar de fumar y masticar chicle", "Leer una revista o un libro provechosos a la semana", "Portarme mejor con mis padres"...



"Jimmy estaba destinado a triunfar", le comenta el padre de Gatsby a Nick Carraway, el narrador de la novela. "Siempre se estaba proponiendo cosas por el estilo. ¿Se da cuenta de cómo se preocupaba de cultivar su inteligencia? En eso era ejemplar".



He aquí uno de tantos rasgos de su propia personalidad que Fitzgerald proyectó sobre Jay Gatsby, puede que el más genuino. Pues se trata del que hubiera podido redimirlo de su ruina y de su alcoholismo si no hubiera sido fulminado por un infarto con apenas 44 años.



Sheilah Graham debía de ser una mujer estupenda. Esa es al menos la impresión que se lleva el lector de College of One, libro inspirado por el contagioso amor y la gratitud que ella conserva por su antiguo maestro. Éste confeccionó para Graham minuciosos listados de las obras que debía leer (en múltiples materias), al tiempo que le hacía también listas -siempre listas- sobre conceptos a emplear, clasificaciones genéricas, períodos históricos, nombres de divinidades, etc. Sobre la base de las lecturas realizadas, tenía lugar el comentario de impresiones, de atisbos, de conclusiones. "Era una educación llena de vida. Hecha de carne, huesos y sangre", escribe Graham.



Lo determinante era el placer que el propio Fitzgerald obtenía de ello. Su entusiasmo. La forma en que concebía su proyecto formativo como "una especie de reeducación".



"Seguiría cada clase a mi lado. Estudiaríamos historia, literatura, poesía, religión, música y arte. Él tenía tantas ganas de refrescar sus conocimientos como yo de aprenderlo todo desde el principio".



El testimonio de Graham constituye una hermosísima y reivindicativa celebración de la pasión docente, de la voluntad y de los beneficios del aprendizaje, de los privilegios de la cultura en general y de la lectura en particular (el libro contiene agudas consideraciones sobre la especificidad de la experiencia de la lectura en relación al consumo de películas, y la tan diferente cualidad educativa de una y otra actividad).



"No se trata tan sólo de los que aprendes de estudiante, sino de lo que haces con ello en un mundo sin pastores donde no hay senderos familiares y ya no cuentas con un maestro que te presione a convenza para leer un número determinado de páginas al día. En el entorno adecuado, puedes moverte por tu cuenta y recibir placer de los libros y de las ideas durante el resto de tu vida; así fue con Scott y así ha sido para mí sola". Y no sólo placer. También los recursos con que enfrentar y comprender la realidad, y contribuir acaso a remediarla.