Ignacio Echevarría
Entre la cultura alemana y la española han venido dándose, desde mucho atrás, conexiones particulares, debidas acaso a afinidades remotas, también a una mutua -aunque a menudo recelosa- fascinación, pero sobre todo a la resuelta actuación de una red de mediadores (pensadores, editores, scouts, críticos, traductores, académicos, francotiradores, etc.) que, por iniciativa propia, se han ocupado eficazmente de ensanchar los cauces de conocimiento y de comunicación entre las dos culturas.La otra tarde le pregunté sobre esta cuestión a uno de estos mediadores, la crítica y ensayista Cecilia Dreymüller, durante una charla pública que mantuvimos los dos en una librería de Barcelona. Fue con el pretexto de presentar, muy tardíamente -pues han transcurrido casi ocho meses desde su aparición-, Confluencias (Alpha Decay), título de una "Antología de la mejor narrativa alemana actual" armada y presentada por la misma Dreymüller.
Confluencias reúne a una veintena de autores en lengua alemana, todos ellos vivos (el mayor, Peter Handke, nacido en 1942; el menor, Xaver Bayer, en 1977). De todos se ha seleccionado algún texto inédito -y reciente- en español. Se trata de un rico, complejo y desigual recorrido que permite tomar el pulso, aunque sea de forma muy tentativa, al estado actual de la que sin duda ha sido una de las más poderosas narrativas del siglo XX. Una narrativa a cuyo mejor conocimiento ya contribuyó no hace mucho Dreymüller con un libro de inestimable utilidad: Incisiones. Panorama crítico de la narrativa alemana desde 1945 (Galaxia Gutenberg, 2008).
Como observa Dreymüller, la potencia de la narrativa alemana radicó, hasta bien entrada la posguerra, en el profundo y problemático sentido de pertenencia a su sociedad que tenía el escritor, y la conciencia de la responsabilidad que derivaba del mismo. La crisis, primero, y la mengua, después, de una y otra cosa, condujeron a una progresiva rebaja del nivel alcanzado, que contribuyó a elevar de nuevo, por un lado, el impulso emergente de los narradores surgidos de la inmigración turca, búlgara o de los países balcánicos, con su riqueza lingüística e imaginativa, y por el otro el impacto de la caída del Muro y la cuestionable unificación, que supuso la irrupción de un conjunto de autores -los crecidos en la RDA- para quienes la literatura tenía un valor y unos alcances muy distintos que para sus colegas occidentales.
Sobre esto último incide oportunísimamente un libro publicado casi al mismo tiempo que Confluencias y que le sirve a la vez de complemento y contrapunto. Me refiero a em>Al otro lado del muro: la RDA en sus escritores (Errata Naturae), una significativa antología de la literatura escrita en la RDA que ha sido armada por Ibon Zubiaur con espíritu saludablemente interpelador.
Dice Zubiaur en su prólogo que "probablemente nunca en la historia reciente, y en ningún país, haya gozado la literatura de un papel tan destacado" como en la RDA. Así era "no sólo por la prioridad que le otorgaba el régimen y las facilidades que ello conllevaba (abundantes becas y premios, mercado editorial subvencionado, tiradas amplias y precios reducidos, privilegios para acceder a la vivienda o a un visado), sino por la relevancia que le otorgaban los propios lectores [...]. En un país sin prensa libre ni debate más allá de los límites fijados por el Partido, la literatura contemporánea era casi el único espacio público en que podía darse algún contraste de opiniones sobre cuestiones de actualidad. Privados de otros foros de discusión, millones de ciudadanos se aplicaban a escudriñar alusiones entre líneas y desarrollaban una sensibilidad literaria que hubiese sido impensable en su vecinos de Occidente. Y como la mayoría de los escritores creía en una literatura comprometida, capaz de influir en los procesos sociales, se generaba una constelación singularmente fértil para la literatura, elevada a ámbito de diálogo entre el autor (los escritores) y la sociedad (los lectores)".
En unos momentos en que se habla insistentemente de la repolitización de la literatura, los libros de Dreymüller y de Zubiaur permiten calibrar el peso y las implicaciones que ello tiene en una tradición en que política y literatura han solido ir de la mano con resultados muy contundentes, que vale la pena explorar para, como dice Zubiaur, extraer lecciones, vigentes todavía, "sobre la literatura, su función y su encaje social".