Image: Los suplementos y la crítica

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Mínima molestia

Los suplementos y la crítica

29 enero, 2016 01:00

En unos tiempos en que su supervivencia se ve acosada por toda suerte de adversidades (la primera de todas, la deriva cada vez más errática de los diarios que los acogen), sigo con curiosidad los rumbos de los llamados suplementos culturales. El dramatismo de la situación es de tal naturaleza que se diría llegado el momento de adoptar estrategias bien definidas; y esto es lo que, dentro de lo que cabe, parecen estar haciendo los suplementos de mayor difusión en el ámbito estatal, concretamente El Cultural (asociado a El Mundo), el ABC cultural (ABC) y Babelia (El País). Me constan la importancia y la solidez de otros suplementos menos conspicuos, pero con el espacio de que dispongo me atengo a esta muestra.

Me fijo en particular en el apartado de Libros, que en todos los suplementos es el que acapara un mayor protagonismo, y lo hago con la atención puesta en el mayor o menor papel que en ellos se concede a la crítica literaria, cada vez más cuestionada y necesitada de reformulación. Resulta interesante observar las diferentes políticas con que, en términos generales, es administrada.

De los tres suplementos considerados, sin duda es éste, El Cultural, el que apuesta más resueltamente por el reseñismo. Sin dejar de dar cabida a entrevistas, reportajes y columnas de opinión, El Cultural ocupa el grueso del espacio que destina a los libros con reseñas convencionales, encomendadas en su mayor parte a comentaristas más o menos curtidos, en su mayoría profesionales provenientes ya sea del ámbito académico o del periodismo cultural. Las reseñas, además, se presentan en seco, es decir, que adoptan por título el del libro mismo de que se ocupan, evitando así inducciones tendenciosas. Cualquiera sea el crédito que uno conceda a los reseñistas de que dispone, este suplemento es, con mucho, el que más parece confiar aún en el servicio que tradicionalmente presta la crítica, la cual constituye desde antiguo su pilar fundamental.

Algo parecido podría decirse en la actualidad de Babelia, suplemento que sin embargo revela una trayectoria sinuosa y que tiene una sorprendente rotación de colaboradores, pues tiende por lo general a actuar de pasarela de firmas invitadas. Especialmente atento a la espectacularidad de las entrevistas y de reportajes con tendencia al sensacionalismo, Babelia viene apostando más que nunca por reclutar como reseñistas a escritores. Lo ha hecho siempre, pero en los últimos meses parece habérselo propuesto de forma renovada y programática, de tal modo que raro es el número en que no se concentren más de media docena, habiéndose sumado muchos nuevos a los ya veteranos. Confiar la crítica a los escritores es una decisión sujeta a consideraciones espinosas. Con independencia de la solvencia y de la capacidad de riesgo puesta en juego por unos y otros, el efecto que en general produce un suplemento colonizado por escritores es ligeramente embarazoso y promueve la suspicacia del lector, por cuanto sugiere, a medio plazo al menos, un tupido entramado de complicidades, evasivas, reservas y cortesías. En el caso de Babelia, además, cabe observar de un tiempo a esta parte una voluntariosa apertura hacia la literatura hispanoamericana, que de momento sólo revela las endémicas deficiencias que en este campo padece el sistema crítico español.

Finalmente, el ABC cultural, del que se ha hecho cargo hace poco Alfonso Armada, parece haber emprendido bajo su dirección una política de aprovechamiento del suplemento para plantear con alguna amplitud, en forma de dossier (al modo en que solía hacerlo el suplemento Culturas de La Vanguardia), temas y cuestiones de interés general, que exceden los cauces de la literatura. Así resulta en este caso al precio, como es obvio, de estrechar algo drásticamente el espacio reservado al reseñismo. Una decisión no carente de riesgo, que admite ser interpretada ya como una priorización del debate cultural por encima del escaparate de novedades, ya como una resignada aceptación del papel cada vez más discutible que le cabe desempeñar a la crítica frente a una producción editorial que desborda cualquier pretensión de reflejarla panorámicamente y, mucho menos, de seleccionarla y cribarla juiciosamente; tanto menos en cuanto escasean, según parece, los candidatos a desempeñar esa tarea.