Cultura invertebrada
Dos semanas atrás, esta revista traía, en sus páginas dedicadas al arte, un documentado artículo de Inmaculada Maluenda y Enrique Encabo sobre el arquitecto austriaco Adolf Loos (1870-1933). Era un artículo notable, por sus filos críticos y su tono reticente. El pretexto para darlo era la inauguración, el pasado 28 de marzo, en la sede de CaixaForum de Madrid, de la exposición Adolf Loos. Espacios privados, comisariada por Pilar Parcerisas. Aun sin ser propiamente una reseña, sino más bien un apunte sobre Loos y los alcances de su obra, precursora de cierta modernidad, el artículo venía muy a propósito para encuadrar la visita a una exposición insólita por estos pagos, sobria y elegante, muy recomendable.
Visité la exposición a comienzos de enero, en el Museo del Diseño de Barcelona, donde se inauguró el 14 de diciembre y permaneció hasta el 25 de febrero. De lo que se desprende que, antes de anclar en Madrid, la exposición (una coproducción del Museo del Diseño y de la Obra Social “la Caixa”) pudo verse en Barcelona durante casi tres meses. ¿Por qué se aguardó a su exhibición en Madrid para publicar el artículo de Maluenda y Encabo?
Imaginemos ahora a un lector asiduo de esta revista, que se sirviera de ella para orientar sus consumos culturales. Este lector vive en Barcelona (o alrededores), y por las razones que sea no ha tenido noticia de la exposición sobre Adolf Loos hasta leer el artículo al que vengo haciendo referencia. La lectura lo incentiva a acudir a la exposición; pero eso, que hace pocas semanas le hubiera resultado muy fácil, le supone ahora un costoso desplazamiento a Madrid.
O imaginemos a un lector de esta revista que, a la luz del artículo, siente el impulso de revisar más críticamente la exposición que ya ha visitado…
Por supuesto que no hay que dramatizar, ni dar al asunto más relieve del que tiene. Lo que vengo a señalar con este ejemplo más bien nimio y azaroso, pero muy a mano, es una tendencia consolidada en casi toda la prensa cultural española de ámbito estatal: la de priorizar la agenda cultural de Madrid frente a la del resto de España. Algo hasta cierto punto comprensible, dadas no sólo la centralidad -y la enormidad-, sino también la capitalidad de Madrid, a menudo onerosamente patente. Pero algo que tiene efectos letales para la conveniente articulación cultural del país, efectos agravados, por si fuera poco, por lo que en su día llamé “sucursalización” de las secciones que la prensa dedica a la cultura: esa práctica ya habitual, en los periódicos de difusión estatal con redacciones en Cataluña, el País Vasco y otras autonomías, de hacer en sus páginas de cultura un tratamiento específico -y excluyente- de las noticias ocurridas en el lugar, a menudo en detrimento de otras noticias de interés más general.
También esto último es muy comprensible, e incluso plausible, pero no deja de segregar efectos nocivos, al menos en cuanto se traduce en una compartimentación en muchos casos injustificada, y casi siempre asimétrica. Pues si parece hasta cierto punto lógico (pero sólo hasta cierto punto) que el estreno de una obra de teatro, la inauguración de una exposición o la celebración de un concierto (acontecimientos todos estos que reclaman de la presencialidad para ser disfrutados) sean tomados como asuntos de interés local, no lo es tanto que también sean considerados así la presentación de un libro, el estreno de un espectáculo itinerante (del tipo que sea) o las declaraciones que, a su paso por una determinada ciudad, hace una eminencia internacional.
Lo objetable, en cualquier caso, es que, como suele ocurrir (y una vez hechas todas las salvedades de rigor), la presentación de un libro en Madrid, o la celebración en la capital de un ciclo de conferencias de alto nivel, pongamos por caso, obtengan una difusión muy superior a la que conseguirían de haber tenido lugar en Bilbao, Valencia, Sevilla o Barcelona. Cabe atribuir a que sea así la acusada tendencia a la centralización que no deja de incrementarse en todos los ámbitos de la cultura, empezando por el editorial, cuya capitalidad sin embargo está en Barcelona.
Continuaremos con este asunto peliagudo.