El fallecimiemto de V.S. Naipaul, el pasado mes de agosto, casi coincidió con la puesta en circulación del último de sus libros publicado en España: El escritor y su mundo (Debate), del que ya di noticia en una de estas columnas. Entre las crónicas recogidas en este libro se cuenta la que escribió Naipaul sobre Argentina y Uruguay en los primeros años 70, después de visitar estos países. “El regreso de Eva Perón” fue publicada originalmente en el The New York Review of Books, y dio título a un volumen publicado en 1980 que reunía, además de ésta, otras dos crónicas igual de extraordinarias y de escalofriantes, más un ensayo sobre “Las tinieblas de Conrad” que nadie se debería perder.
La crónica sobre Argentina recogida en El escritor y su mundo es una versión ampliada de El regreso de Eva Perón, que Naipaul retomó en 1991. Ofrece un extenso capítulo nuevo: “Argentina y la idea de la sangre”, que prolonga el feroz escrutinio sobre los orígenes y fundamentos de aquel país. Del él se desprende un diagnóstico que los propios argentinos suelen tachar de delirante, desentendiéndose del mismo a veces con apuro, otras con indignación, otras con displicencia, y las más de las veces con amnesia.
Nadie sabe a ciencia cierta si "Sabios de Sodoma", tal y como se ha conservado, es un texto concluido, yo sospecho que no del todo. En cualquier caso, Bolaño nunca se decidió a publicarlo
El regreso de Eva Perón (el libro, y no sólo la crónica) fue publicado en España por Seix Barral con bastante puntualidad, en 1983. Lo avalaban las extraordinarias reseñas cosechadas cuando su aparición, casi todas las cuales concluían que se trataba -hasta la fecha, al menos- de “la mejor muestra de no-ficción de su autor” (tres de sus cuatro piezas se recogen en El escritor y su mundo). Conservo como un tesoro esa edición, que leí en su día deslumbrado. Se trata de la misma edición que leyó Roberto Bolaño, no sé bien cuándo, en cualquier caso bastante antes de que Naipaul recibiera el Nobel en 2001. Lo que sí sé es que a él también le impactó el libro, en particular el reportaje sobre Argentina. De hecho, de su lectura derivó el proyecto de escribir un relato que había de titularse “Sabios de Sodoma”.
El relato proyectado nunca llegó a escribirlo enteramente. El que se publicó póstumamente bajo ese título, en El secreto del mal (2007), es de hecho una especie de “metacuento” en el que Bolaño discurre sobre aquel relato finalmente aparcado, resume el que iba a ser su contenido y se permite hacer unos chistes maliciosos sobre la presunta tendencia a la sodomía que en su crónica de los años 70 destaca Naipaul inopinadamente como un rasgo característico de la sexualidad de los argentinos.
Nadie sabe a ciencia cierta si “Sabios de Sodoma”, tal y como se ha conservado, es un texto concluido, yo sospecho que no del todo. En cualquier caso, Bolaño nunca se decidió a publicarlo. Y eso que tenía en mente emplear ese título para todo un volumen de relatos. En una entrevista que Diego Gándara le hizo en 1999, Bolaño decía: “Pronto voy a publicar un libro de cuentos: de momento se llama Sabios de Sodoma. Son catorce cuentos que transcurren en diversos puntos del mapa”.
“Sabios de Sodoma” (el relato conservado, no el libro) ofrece una lectura sesgada pero muy jugosa de la crónica de Naipaul sobre Argentina, acerca de la cual dice Bolaño, casi con envidia: “Puedo asegurar que ningún escritor latinoamericano ha escrito páginas más demoledoramente críticas que las que Naipaul escribió”. Ofrece también un interesante apunte de la penetrante “visión” que Bolaño se hacía del autor de Un camino en el mundo. Pero sobre todo contribuye a documentar la relación tan ambivalente que Bolaño tenía con aquel país, y muy particularmente con su literatura, con la que él mismo, adorador de Borges, se medía, consciente, en buena medida, de que en ella se jugaban -al menos dentro de su concepción tan agónica de la vocación de escritor- los más decisivos combates de la narrativa latinoamericana. Una afirmación que se sostiene fácilmente a partir de la lectura de textos como “Derivas de la pesada” (en Entre paréntesis) y “Los mitos de Chtulhu” (en El gaucho insufrible), a partir de los cuales no cuesta mucho desentrañar quiénes son los sabios del título.