La semana pasada, el escritor mexicano de origen sirio Naief Yeha (1963) estuvo en Madrid y en Barcelona para presentar -¡a buenas horas!- el primer libro suyo que se publica en España: Las cenizas y las cosas (Literatura Random House).
Van ustedes a perdonar que insista con mi cantinela, pero es que Naief Yeha constituye un nuevo ejemplo de esa disfuncionalidad del sistema editorial en castellano que muchas veces, por razones para mí incomprensibles, nos priva de conocer y de acceder a autores que a mi juicio reúnen todos los requisitos para circular internacionalmente sin incurrir en grandes riesgos (para los editores, me refiero).
El caso de Naief Yeha es particularmente sangrante, pues basta leer las reseñas biográficas que se dan en las solapas de sus libros para espabilar la curiosidad más dormida. Ingeniero industrial por la UNAM, es -cito- “narrador, ensayista, crítico cultural y pornografógrafo”. Este último término lo copio sin estar muy seguro de que sea de curso corriente, más bien sospecho que no. Y es que acabo de buscarlo en Google y todas las entradas me remiten al mismo Naief. En cualquier caso, me consta que Naief es autor de un estupendo ensayo titulado Pornografía. Obsesión sexual y tecnología, publicado en México por Tusquets, en 2012. Me pregunto por qué demonios no se distribuyó en España, por ejemplo. No parece que por aquí el asunto deje de suscitar interés, menos aún del modo tan incisivo y experto en que lo trata Naief, autor asimismo de Pornocultura. El espectro sexualizado de la violencia en los medios (Tusquets, México, 2013) y, anterior, de Pornografía. Sexo mediatizado y pánico moral (Plaza & Janés, México, 2004).
Las cenizas y las cosas, la novela con la que Naief Yeha desembarca por fin en España, es una sátira tragicómica sobre la insignificancia del escritor, sobre sus vanos deseos de trascendencia, sobre su vulnerabilidad
Lo mismo ocurre con otro ensayo algo más antiguo pero también excepcional y pionero en su ámbito: Tecnocultura. El espacio íntimo transformado en tiempos de paz y guerra (2008). De nuevo habría que preguntar a Tusquets por qué diablos no lo distribuyó en España. Como en su día no distribuyó Paidós, tampoco, otro ensayo asimismo pionero y apasionante: El cuerpo transformado. Cyborgs y nuestra trascendencia tecnológica en la realidad y la ciencia ficción (2001), hoy gratuitamente descargable en PDF. Ni se distribuyó, creo, Guerra y propaganda. Medios masivos y el mito bélico en Estados Unidos (2003), publicado por Paidós México.
El solo enunciado de los títulos de estos ensayos da cuenta del espectro tan amplio y tan concerniente de los intereses de Naief Yeha, que vive en Nueva York desde 1992, y que pasa por ser -cito de la solapa de otro de sus libros- “uno de los mayores expertos en la relación cultura-sociedad-tecnología en los mecanismos de control mediático”.
Columnista y articulista en muy diversos medios, crítico y comentarista de cine -otra de sus pasiones-, activista incansable en blogs propios y colectivos y en revistas digitales, Naief Yeha parece tener un perfil idóneo para atraer el interés de una amplia banda de lectores de muy diverso signo, edad y procedencia. ¿Estimarán los editores que ese nombre de resonancias tan exóticas tiene efectos disuasorios?
Como narrador, Naief Yeha participó en la “guía de la nueva narrativa de Latinoamérica” armada en su día por Eduardo Becerra y titulada Líneas aéreas (Lengua de Trapo, 1997). Poco antes, había sido seleccionado por Alberto Fuguet y Sergio Gómez para la ya histórica antología McOndo (1996). No he podido leer sus novelas Obras sanitarias (1992), Camino a casa (1994) y La verdad de la vida en Marte (1995), todas publicadas más de veinte años atrás, pero sí su último libro de relatos, Rebanadas (El Guardagujas, México, 2012), que reúne algunas piezas de gran potencia narrativa, a menudo impregnadas de morbo, de salvajismo, de una inusitada violencia.
Las cenizas y las cosas, la novela con la que Naief Yeha desembarca por fin en España, es una sátira tragicómica sobre la insignificancia del escritor, sobre sus vanos deseos de trascendencia, sobre su vulnerabilidad. Es además una parábola sobre el disparate y la catástrofe de nuestra época, también sobre la ingobernabilidad de nuestro destino tanto individual como colectivo, y se sirve del atentado a las Torres Gemelas, en septiembre de 2001, como cifra de la incertidumbre, del terror y de la indefensión que a todos nos acecha.