Buenaventura
Llega a mis manos, recién publicada por la Universidad de Almería, Tal vez vivir, una antología de la poesía de Ramón Buenaventura preparada por Isabel Giménez Caro.
De Buenaventura supimos no hace mucho por habérsele otorgado en 2016 el Premio Nacional de Traducción por el conjunto de su trabajo en este campo. Los lectores en castellano de autores como Roth, DeLillo y Vonnegut, pero también de Rimbaud, de Leautréamont y de Sylvia Plath, sabemos lo muy merecido de este galardón.
Pero esta antología viene a recordar la potencia, la radicalidad y la vigencia, así como la belleza, el alboroto y la juerga de una poesía todavía inclasificada, cuyo recorrido supera las seis décadas -pues emerge ya, con un inconformismo y una frescura insólitos, en 1956, fecha del primero de los poemas recogidos en Tal vez vivir-, y que contiene títulos tan espectaculares como Cantata soleá (1978). Los últimos poemas aquí reunidos, inéditos hasta ahora, datan de 2005-2014, y su tono crepuscular no apaga, sino aviva más bien, las brasas de una sensualidad y de una vitalidad siempre contagiosas.
La antología Tal vez vivir, de Ramón Buenaventura, recuerda la potencia, radicalidad y vigencia, así como la belleza, de la poesía de un escritor que ha ido siempre a su bola, mucho más ocupado en la felicidad que en medrar
En tiempos como los que corren, no está de más recordar también que Buenaventura publicó en 1985 un libro que obtuvo un notable impacto: Las Diosas Blancas. Antología de la joven poesía española escrita por mujeres. Con él se proponía corregir -así lo expresaba en su prólogo- la clamorosa asimetría en el porcentaje de mujeres representadas en la práctica totalidad de las antologías de poesía española publicadas hasta entonces.
Las mujeres han ocupado -en el mejor de los sentidos- una parte importante de la vida y la literatura de Buenaventura, felizmente casado, desde tiempos remotos, con Angelika Steiner, excelente fotógrafa (constátenlo en flickr.com). Por lo que no es extraño que Tal vez vivir contenga un gran puñado de magníficos poemas amorosos o eróticos, siendo en este caso más que nunca imposible discriminar -¿pero qué falta hace?- estos dos términos.
Describir la posición de Ramón Buenaventura en el mapa de la literatura española como la de un “raro” no sería ni mucho menos exacto. El mejor modo de explicarla es referirse a él como un escritor que ha ido siempre a su bola, mucho más ocupado en la felicidad que en medrar. Su trayectoria personal es ya, por si sola, bastante singular. Nacido y criado en plena posguerra en Tánger, cuando ésta era todavía una ciudad internacional, estudió Derecho y Ciencias Políticas, se especializó en mercadotecnia y administración de empresas, y dejó colgada una prometedora carrera de alto ejecutivo para dedicarse a la literatura, desempeñándose como un auténtico todoterreno en los campos de la traducción (ha sido durante años profesor tanto de traducción como de escritura literaria), de la radio y la televisión cultural, de la poesía y de la narrativa, entre otros. Es un apasionado de la tipografía (como bien se ocupa de demostrar), un virtuoso de la lengua (cuya tradición y cuyos entresijos domina) y un experto veterano en redes y en informática. Todo lo cual acredita su espíritu lúdico y su curiosidad insaciable. Él mismo se lo dijo a Nuria Azancot: “No sé renunciar”.
De la medida en que Buenaventura va a su puta bola es indicador el hecho de que la práctica totalidad de su obra esté disponible en PDF a través de su “librillo” en word.press. Lo que explica, pero no justifica, que sus libros apenas circulen ya en librerías, ni siquiera la divertidísima trilogía novelística que gravita en torno a la mítica Tánger de su infancia, ciudad sobre la que, aparte esas novelas, ha escrito Buenaventura varios otros libros, entre ellos Una vida en Tánger (inédito, pero descargable desde su página).
Recuerdo muy bien el deslumbramiento que en su momento me produjo El año que viene en Tánger (1998) y el entusiasmo con que reseñé esta novela de la que dije -y lo reitero- que ella sola levantaba toda una provincia literaria en la narrativa española.
Ahora, en Tal vez vivir, ha sido una alegría reencontrarme con León Aulaga, autor de un portentoso poemario incluido en aquella novela dichosa, cuyo estupendo mantra parece toda una provocación dirigida avant la lettre contra la narrativa hoy hegemónica: “Toda mi vida es mentira y además no la recuerdo”.