Meses atrás, me dio por asaltar a amigos y conocidos de mi misma franja generacional preguntándoles si sabían que ellos eran boomers.
–¿Boomer? ¿Yo?
–Sí, boomer, ¿no sabes lo que es?
A quienes no lo sabían, les explicaba que así es como se nos viene llamando a quienes llegamos al mundo durante el llamado baby boom o “explosión de natalidad” que tuvo lugar en buena parte de Occidente durante las décadas inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
La etiqueta de boomer circula desde hace mucho, pero sólo de un tiempo a esta parte se ha connotado despectivamente debido a la fortuna de una expresión que se hizo “viral” en las redes: la de “OK boomer”.
“OK boomer” viene a ser como decir “Vale, tío”, “Lo que usted quiera, señor”. La expresión se supone en boca de alguien bastante más joven, que la emplea de manera entre agresiva y condescendiente, para dar a entender que está hasta el gorro de lo que el boomer en cuestión quiera decirle, o más bien que le importa un comino.
Lo mismo da. No pretendo hacerme aquí el experto en escalones generacionales ni en jergas contemporáneas, nada más lejos. Vengo más bien a presentar una queja formal contra la amplitud e imprecisión de la etiqueta boomer, y a hilvanar con este pretexto un par de consideraciones que estimo muy socorridas para amenizar sobremesas. Lo hago con la autoridad que me confiere ser un boomer de manual, dado que pertenezco a una familia supernumerosa (doce hermanos) y, mi fecha de nacimiento (1960) corresponde casi al centro aritmético del arco temporal que se nos adjudica.
Dicho lo cual, lo primero que quiero declarar es que somos muchos. Que somos más. Que somos, de hecho, la generación más numerosa de la historia de Occidente. Que ninguna de las que viene después, menos aún las que vendrán, nos superará. Y que así va a ser durante un buen tiempo todavía.
No me pregunten para qué, pero a veces es reconfortante saberse en mayoría, no viene mal recordarlo. No lo olvides tú tampoco, muchacho.
La de los 'boomers' ha sido la franja generacional que ha disfrutado de mejores condiciones para labrarse una posición en el campo de la cultura
Por otro lado, se imponen, pienso yo, algunas matizaciones. Las dinámicas generacionales son sensibles, como es sabido, a según qué circunstancias históricas, relativas a veces a un solo país. Quiero decir que en España, por ejemplo, la franja generacional de los baby boomers queda atravesada por el impacto de una fecha cardinal: 1975, cuando la muerte de Franco. Tener entonces 25 o 15 años, pongamos por caso, se me antoja muy relevante. Tampoco es lo mismo tener 8 o 18 años cuando Mayo del 68. Y menos aún tener 20 o 30 años cuando Felipe González llegó al poder. Diez años de diferencia son muchos en cualquiera de estas coyunturas. En su libro Culpables por la literatura (Akal, 2017), Germán Labrador se hizo cargo de esto y fue cuidadoso a la hora de estratificar las vivencias de quienes fueron jóvenes durante la Transición.
Claro que no es cuestión de esperar que los más jóvenes hagan muchos distingos. Para ellos, los mayores de 50 años (por no decir de 40: bienvenida la muchachada X) somos todos iguales, como los chinos, qué importa que sean japoneses o coreanos.
Así que toca pensarse desde esta indistinción, desde este limbo en el que se confunden la madurez y la senectud, desde esta responsabilidad colectiva en lo que respecta al mundo presente, a todo este estropicio.
Y para ceñirse aquí al ámbito estricto de la cultura, recordar que la de los boomers ha sido la franja generacional que ha disfrutado de mejores condiciones materiales a la hora de labrarse una posición en este campo. Después de esa edad de oro que supuso el último tercio del siglo XX para sectores como los de la industria editorial, el periodismo, el cine, la gestión cultural o el mundo del arte, éstos han emprendido un proceso de pauperización y de proletarización que hay que ser muy optimista para no estimar irreversible.
Lo cual, además de una sangrante constatación, debería ser el punto de partida de una necesaria reflexión sobre el modelo a construir y las expectativas, actitudes y estrategias a adoptar por quienes a pesar de todo perseveran en estos ámbitos.