"Ya sólo me queda animarles a leer a nuestros autores y autoras, a sumergirse en su creatividad desbordante. Los libros siempre abren puertas y ventanas a otros mundos, a otras realidades y a otras vidas. Cuanto más leamos, mejores seremos, porque el tiempo de lectura nunca es tiempo perdido.”
Con estas palabras cerraba el ministro Iceta su intervención en la rueda de prensa en que se presentó el programa de España como País Invitado de Honor en la Feria del Libro de Fráncfort 2022.
En otro lugar me he explayado ya sobre el contenido del programa literario diseñado por España y la forma en que viene siendo presentado. Baste aquí recordar que el lema que lo preside son esas dos palabras que subraya Iceta para referirse a las obras de “nuestros autores y autoras”: “Creatividad desbordante”.
Cuánto triunfalismo, sí. Cuánto impudor.
Si se toman la molestia de buscar la web del programa (spainfrankfurt2022.com), se encontrarán con un despliegue de cursilería y grandilocuencia verdaderamente embarazoso. El programa va precedido de un “manifiesto”, titulado #YoSoyGeneracióndel22, capaz de abochornar a cualquiera. Pero si les parece que no se puede ir más allá en bobería y superficialidad, no se pierdan el vídeo realizado para la ocasión, #CaminoAFráncfort: 72 segundos de publirreportaje a todo color en el más rancio estilo de agencia de viajes.
Con estos dos aperitivos, no cuesta imaginar lo que sigue.
Pero aquí quiero replicar las palabras de Iceta, sujetas, cómo no, a la retórica al uso en estos casos: la misma que suele emplearse en las campañas de lectura que periódicamente emprenden los ministerios de Cultura de todo signo para contentar las reclamaciones de la industria editorial.
Ya en otras ocasiones me he ocupado, desde aquí mismo, de cuestionar esta idea al parecer tan arraigada conforme a la cual “cuanto más leamos, mejores seremos”.
No es verdad.
Quien lee idioteces, se idiotiza. Y por desgracia hay muchos libros, demasiados, que no son otra cosa que idioteces.
Pero aun en el caso de que uno tenga la fortuna de leer libros valiosos, ello no implica garantía alguna de que, por hacerlo, sea mejor. Abundan los bobos ilustrados. También los criminales ilustrados.
Lo que nos hace mejores no es leer, ni siquiera leer mucho. Lo que nos hace mejores es leer bien, y leer según qué cosas
La lectura es sólo una herramienta más. Por muy preferible que se estime a otras, la actividad misma de leer carece de valor por sí misma. Dependerá de qué se lea el que resulte más o menos saludable o perjudicial. Lo mismo ocurre con la televisión o el cine, con la radio o el teatro, con la música en general, o con internet. Etcétera.
Por otra parte, leer mucho ni siquiera aboca necesariamente a ser un mejor lector. Es obvio que difícilmente alcanzará los beneficios de la lectura quien no tenga afición a leer. Desde este punto de vista, promover la lectura supone predisponer al ciudadano al empleo de una herramienta capaz de ensanchar en todas direcciones el campo de su experiencia, y no sólo su imaginación y de su inteligencia. Pero sin una orientación básica acerca de cómo usar esa herramienta, la recomendación de leer sólo a medias cumple su objetivo.
Y es que el dedicado a la lectura sí puede ser un “tiempo perdido”. Hasta el lector menos exigente conoce la sensación de haber perdido el tiempo con un libro aburrido o malo, pudiendo ocurrir, ay, que considere malo y aburrido –por espeso, por pelmazo, por ininteligible– el libro que estaba destinado a convertir su tiempo de lectura en algo más que un simple entretenimiento.
Lo que nos hace mejores no es leer, ni siquiera leer mucho. Lo que nos hace mejores es leer bien, y leer según qué cosas. Obviar esto conduce a penosos malentendidos a los que el ministro Iceta parece demasiado dado a sucumbir.