Paula Ducay se hacía eco, en esta misma revista, del informe que anualmente presentan la Federación de Gremios de Editores de España y el Ministerio de Cultura sobre los hábitos de lectura y compra de libros de los españoles, que este año arroja conclusiones muy esperanzadoras. La más destacable es que la franja de lectores que más crece es la comprendida entre los 14 y 24 años, un dato que parece cuestionar prejuicios muy extendidos sobre cómo emplean los jóvenes su tiempo libre.
Otros datos saludables apuntan a un significativo incremento del porcentaje de la población que lee libros en su tiempo libre, que por primera vez supera el 65%, así como a un discreto descenso del porcentaje de los que no leen nunca o casi nunca (34,5%).
Correspondientemente, crece el porcentaje de españoles que compró algún libro en 2024. Durante el tradicional balance anual del sector, el presidente del Gremi d’Editors de Catalunya, Patrici Tixis, declaró el pasado diciembre que, confirmando una tendencia al alza que se viene repitiendo desde 2019, el sector editorial bien podía superar este año los 1.200 millones de facturación, lo que supondría un crecimiento de cerca del 10% respecto al año pasado.
Tantas buenas noticias desatan, como era de esperar, la inevitable retórica propagandística a que tan propenso es –como todos sus predecesores en el cargo– el actual ministro de Cultura, Ernest Urtasun.
“Porque la lectura está en la base misma de una sociedad justa e igualitaria, renovamos cada día, desde el Ministerio de Cultura, nuestro compromiso y nuestro empeño con el fomento del libro y la lectura, desde todos los ángulos y expresiones”.
El sostenido incremento de los índices de lectura ¿permite sostener que la sociedad española se viene haciendo más justa e igualitaria?
“La lectura es un acto puro de libertad y su defensa es imprescindible. Asunto de Estado, asunto personal y asunto de la humanidad al mismo tiempo.”
Confieso mi particular susceptibilidad a este tipo de declaraciones pomposas, así como al tipo de análisis triunfalistas a que dan lugar los datos que las inspiran.
El sostenido incremento de los índices de lectura ¿permite sostener que la sociedad española se viene haciendo más justa e igualitaria?
Ya en otras ocasiones he puntualizado que la lectura no es en sí misma una actividad liberadora, ni siquiera educativa o civilizadora, no al menos si no va asociada a determinados contenidos. ¿Qué demonios significa que constituye “un acto puro de libertad”? Puede que lo sea, pero no más que ver la televisión o jugar a las máquinas.
Por lo demás, ¿de verdad hay que fomentar la lectura “desde todos los ángulos y expresiones”, indiscriminadamente? Si se estima que su fomento es un asunto de Estado, supongo que lo será desde un punto de vista no sólo consumista. Es decir, en cuanto herramienta educativa. De hecho, no termino de entender por qué el fomento de la lectura es competencia del Ministerio de Cultura y no del de Educación. Pues sólo cabe ser entendido como asunto de Estado desde el supuesto de que se asume –como era el caso, al parecer de una importante porción de los encuestados– que “leer contribuye a tener un actitud más abierta y tolerante”.
Esto último, sin embargo, no se desprende por sí solo de los buenos datos del informe mencionado, en el que obviamente no entran en consideración cuestiones relativas al contenido de la lectura, que según cómo puede tener –por mucho que nunca se considere– efectos alienantes. Es estupendo que los jóvenes lean más, pero el optimismo a que da lugar este dato se relativiza cuando nos enteramos de que uno de los factores determinantes de la incorporación de los jóvenes a la lectura es un género en alza como el romantasy. Si encima nos ponemos a escudriñar seriamente qué títulos leen y compran más los adultos, no hay tantas razones para echar a volar las campanas.
¿Escrúpulos elititistas? Seguramente, pero…