Image: Palabras cruzadas sobre la tragedia española

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Primera palabra

Palabras cruzadas sobre la tragedia española

4 abril, 2001 02:00

Tres de los más grandes intelectuales españoles del siglo, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala y Gregorio Marañón, abrazaron con fervor la causa republicana. Hasta la guerra. Y el desencanto. EL CULTURAL recupera hoy parte del copioso y apasionante epistolario inédito que mantuvieron entre 1937 y 1939. En palabras de Francisco Pérez Gutiérrez, máximo experto en Marañón, "sabíamos que fueron los tres, liberales insobornables, muy críticos con la deriva de la República; y más críticos aún con sus prohombres políticos. La guerra civil los forzó a adoptar una postura radical: rechazaron lo que consideraban secuestro de la República a manos del comunismo, el socialismo revolucionario y la revolución libertaria, y optaron por el exilio". Rechazaron también ofertas económicas de Franco. A este apasionante documento histórico, lleno de pasión y temblor por España, seguirán, en próximas semanas, otros epistolarios de contenido literario y cultural. Publicamos en esta página una de las cartas de Ortega a Marañón, de marzo del 39, desde Portugal

Portimao. 30 Marzo 39

Querido Gregorio: anteayer, al conocer la noticia de la entrada en Madrid pusimos a ustedes un telegrama de alborozo y felicitación. Ayer recibimos la contestación de ustedes y hoy me llega su carta del 25.

Me apresuro a rectificar una interpretación errónea dada por usted a un dicho mío en carta anterior. Cuando refiriéndome al nombramiento de Suñer decía yo que me incitaba a tomar resoluciones enérgicas no me refería de ningún modo -¿cómo ha podido usted pensar otra cosa?- a acción alguna pública y colectiva, sino todo lo contrario: impersonal y privada-sin frases.

Supongo que Lola irá a Madrid muy pronto. Yo hablé por teléfono con Miguel y Soledad que están en Sevilla. No han podido aún venir a verme porque todo está difícil. Veremos si la paz lubrica más todos los rodajes. ¿Y Hernando, cómo está de temple? Sé que ha andado por Holanda.

Me alegro enormemente de que Sacristán tenga ya a su hijo y que esté a punto de entrar en España. Vela me escribe que quiere volver a Sevilla y luego a Madrid porque el clima de Tánger es terrible. Debo decir que siempre tuve el temor de que hubiera ese inconveniente grave para hacer en Tánger lo que yo había pensado y que cada día me parece más deseable. Pero un clima deprimente es lo más incompatible con el trabajo mental.
Si las potencias occidentales no reaccionan más de lo que han reaccionado hasta la fecha frente a la última hazaña de Alemania pueden darse por liquidadas. De todos modos, me sorprende que no surjan en esos países movimientos autoritarios de empuje porque todos los días se está demostrando a gritos la ineptitud de las instituciones parlamentarias tal y como vienen funcionando. The Times, que sigo embaulándome cotidianamente, viene esta temporada más nulo y desorientado que nunca.

¡Con qué dignidad y sentido del deber ha estado Besteiro hasta el último momento! Supongo que lo comprenderá así Franco y que no correrá ningún riesgo pero convenía asegurar que esto es así y hace lo humanamente posible para que no perturbasen a ese hombre que ha hecho tanto por los madrileños victimarios, que está enfermo y es viejo.

Ando muy lejos todavía de poder entrar en trabajo. La convalecencia va más lenta y con más caídas de cuanto yo imaginaba. He ganado algo de peso: ya estoy por encima de los 60 pero ahora tengo otra etapa de falta de apetito y lengua un poco blanca. La herida se ha cerrado por completo: anteayer expulsé, o mejor, pude extraer yo mismo el último punto de sutura. Por ese lado, va, pues, bien. Pero la colibaccilosis o algo de ella perdura. La temperatura es completamente normal pero la orina continúa cargada. Duermo mejor. Dígame lo que piensa.
La embajada de aquí, a pesar de que el Generalísimo había hablado a su hermano, se ha comportado con la mayor sosera; gracias a que mi amistad particular con el consejero, álvaro Seminario, ha compensado aquella falta de gracia. Lo mismo le pasa a Tapia, salvo esto último, a pesar de la estupenda posición de que goza en Portugal y de que ha ido a verlos muchas veces.

Con G. Maura voy a almorzar cuando vuelva a Lisboa.

Cariñosos recuerdos a Lola y a las chicas.
Un abrazo de

Ortega