Image: Lliure, por un teatro del arte

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Primera palabra

Lliure, por un teatro del arte

11 abril, 2001 02:00

El deterioro de la situación es evidente. Un maravilloso teatro nuevo está a punto de acabarse. Entonces, ¿qué hay que hacer con el Lliure, dejar que se muera? ¿De qué o de quién depende que el Lliure siga por lo menos 25 años más?

Hace ahora exactamente 25 años me propusieron formar parte del proyecto Teatre Lliure. Corría el año 1976, yo tenía entonces 19 años y era el más joven de todo el equipo. Siempre me he sentido afortunado de haber podido estar ahí en ese momento. Todo estaba por hacer. Empezábamos una nueva aventura única, ninguno de nosotros se podía imaginar que aquel teatro iba a convertirse muy pronto en un punto de referencia teatral, no sólo en Cataluña sino también en el resto del Estado Español. Tuvimos la oportunidad de representar muchas de las grandes obras del repertorio universal desde una perspectiva nueva, fresca, poética, comprometida y entusiasmante a la vez. Teníamos nuestro propio teatro, éramos una cooperativa, había al frente del equipo unas personas que teníamos muy claro cuál era nuestro cometido, había también en Milán uno de los grandes del teatro, Giorgio Strehler y su teatro, el Piccolo Teatro de Milán, que eran nuestra referencia y, por encima de todo, teníamos una divisa muy concisa y contundente: trabajar para la divulgación de un teatro de arte, un teatro de arte para todos.

Diez años más tarde, el Lliure ya expone la necesidad de tener un teatro más grande, pues repetidas veces la sede del barrio de Gràcia se quedaba pequeña para atender la numerosa afluencia de público. Son momentos de plenitud, con una trayectoria avalada y reconocida por los medios de comunicación, por el público, por las instituciones públicas, por los profesionales... y no sin pocas dificultades se consigue de las instituciones una mejora sustancial de sus aportaciones y el reconocimiento explícito de que el Lliure necesita un nuevo teatro. El Ayuntamiento de Barcelona cede el edificio donde se ubicará el nuevo Lliure.

Casi diez años más se necesitarán para poner de acuerdo a todas las administraciones para firmar un convenio que haga posible la rehabilitación del edificio cedido: el Palau de l’Agricultura. Durante todo ese tiempo transcurrieron muchas, muchísimas cosas, tanto dentro como fuera del Lliure. La situación teatral en Barcelona experimentó una evolución casi inimaginable: aparición de un teatro institucional tanto por parte de la Generalitat como del Ayuntamiento, aparición de importantes nuevas compañías de teatro, las salas alternativas que ofrecen novedades y singularidad a la oferta teatral y una muy potente iniciativa privada. Es obvio que desde la aparición del Lliure el entorno teatral ha cambiado muchísimo. A esto hay que añadir que 15 años después de su creación el Lliure pierde una de sus figuras más emblemáticas, Fabià Puigserver. Es una pérdida muy importante y, también, por qué no decirlo, el inicio de ciertas dudas que plantean el hecho de si el Lliure será capaz de mantener esa posición de referencia en el panorama teatral. Son años difíciles para el Lliure. Ahí es cuando yo soy nombrado director del teatro. Ejerzo como tal durante seis años. Es momento de tener que demostrar que el Lliure está vivo, que el proyecto Lliure sigue siendo válido, que el Lliure es capaz de renovarse... Luego, Lluís Pasqual y Guillem-Jordi Graells asumieron la dirección del teatro con el objetivo inmediato de trasladarse al nuevo edificio de Montjuïc. Había que llegar a un acuerdo con las administraciones para garantizar la financiación del nuevo equipamiento. Serias divergencias entre la dirección del teatro y responsables de la Administración desembocaron en la dimisión de los dos directores en junio del año pasado.

Josep Montanyès es nombrado nuevo director para desbloquear la situación y sacar al Lliure hacia adelante. Su mandato sólo dura tres meses. Hace una semana presentó su dimisión, impotente frente a la falta de compromiso de las instituciones. El Teatre Lliure no ha vivido nunca unas horas más bajas que éstas, en las que incluso ya hay quien especula sobre su posible desaparición. A todo esto hay que añadir que también están las voces que manifiestan su desacuerdo con la implantación de otro gran equipamiento, ya que sus elevados costes, añadidos a los del Teatro Nacional ya existente, pueden hacer desequilibrar el difícil reparto económico equitativo de las numerosas iniciativas teatrales de la ciudad. Son voces que vienen principalmente del sector privado, tanto de las empresas de teatro como de las compañías, que evidentemente representan un sector amplio dentro de la situación teatral.

Luego está el numerosísimo grupo de creadores: actores, directores, escenógrafos, figurinistas, iluminadores..., así como técnicos, productores, administrativos y trabajadores del teatro en general, a los que hay que tener en cuenta. Y por supuesto hay que contabilizar también el mundo de la danza y la música. El Lliure tiene su propia orquesta de cámara.

El deterioro de la situación es evidente. Un maravilloso teatro nuevo está a punto de acabarse. Entonces, ¿qué hay que hacer con el Lliure, dejar que se muera? ¿De qué o de quién depende que el Lliure siga por lo menos otros 25 años más? Creo que la respuesta es clara: ¡¡¡depende de todos!!!