Image: The body artist

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Primera palabra

The body artist

DON DELILLO

26 septiembre, 2001 02:00

Scribner Editors, 124 páginas, 22 dólares

Time seems to pass. "Parece que pasa el tiempo". Así comienza DeLillo su último trabajo y en esta frase puede resumirse el espíritu de esta exquisita novela. La artista del cuerpo es una fábula moderna sobre el tiempo. DeLillo se atreve a romper con los límites de la realidad; sin embargo, no arrastra al lector al campo de la fantasía o de la ciencia ficción.

Dicho de otra manera , el autor no anula el sentido de lo real; lo que subyace en todo el relato es la falta de cimientos sobre los que apoyar la existencia humana. Solo hay dos certezas: el tiempo y la muerte.

La novela se abre con un primer capítulo, desde mi punto de vista, magistral. No se relata, se expone en toda su nimiedad el desayuno de un matrimonio en una casa de campo de un pueblo perdido en la costa Este de Estados Unidos. No hacía falta concretar tanto, no difiere mucho del desayuno que muchos tomamos todos los días. Efectivamente, asistimos a una escena cansina y rutinaria donde la cafetera, la fruta, los cereales y el pan con mantequilla y mermelada cobran la importancia que merecen, debido al papel que juegan en la relación de la pareja en ese preciso momento del despertar.

En el diálogo practicamente de sordos que entablan ambos respecto a las llaves del coche o la crema que ella acaba de comprarle para su maltrecha espalda podemos reconocernos muchas parejas. También en lo que no se dice, se adivina y va cobrando fuerza sin que podamos hacer nada para superarlo, como una gran bola de nieve llena de rencores que se acumulan con el tiempo.

Esto nos cuenta Don deLillo de la manera más bella posible. Ella es la artista del cuerpo y él es un director de cine de culto venido a menos. Será su último desayuno juntos. Rey Robles se suicida esa misma mañana en Manhattan en el domicilio de su primera mujer. Lauren Hartke se encierra en el caserón alquilado del campo sin encontrar una sola razón que explique la drástica decisión de su marido, sumida en la soledad y el sufrimiento.
La inquietante aparición en la casa de un personaje desvalido mantiene el suspense y la incertidumbre del lector y de la artista del cuerpo. La ocupación de Lauren consiste en trabajar el cuerpo humano al límite y conseguir los movimientos mas insólitos y bellos. DeLillo crea con todos estos elementos una atmósfera etérea de irrealidad donde el tiempo gravita, se diría que prácticamente inmóvil, sobre los personajes. Al lector español le resultará curioso que Rey Robles sea un niño de Moscú hijo de republicanos españoles. Esta condición de desarraigado, tan común en la sociedad norteamericana, la comparte también el propio autor, Don Delillo, criado en el Bronx e hijo de emigrantes italianos.

Esta brillante novela representa un giro de ciento ochenta grados con respecto a su trabajo anterior, Submundo, que le proporcionó el reconocimiento y respeto del mundo de las letras y le consolidó como el gran heredero de la novela norteamericana.

"Me convertí en escritor en Nueva York, viendo y escuchando y sintiendo las extraordinarias, sorprendentes y aterradoras cosas que la ciudad reúne sin fin". Así comienza la autobiografía oral de Don DeLillo (Nueva York, 1936), uno de los más descatados narradores norteamericanos de la actualidad. Amante del cine europeo, el jazz y el expresionismo, entre sus obras destacan Libra (Ed. B, 1998) y Submundo (Circe, 2000).