Primera palabra

La guerra irregular

por Eugenio Trías

23 enero, 2003 01:00

Eugenio Trías

El vacío jurídico respecto a todo lo excepcional nos descubre la fuente jamás nombrada ni aceptada del poder y su superestructura legal. Reflexionar sobre esta tesis y criticarla es tarea hercúlea; me limito a insinuar el gran problema que da relevancia al proyecto filosófico-político de Schmitt

La palabra "terrorismo" puede parecernos insustituible; quizás lo sea; alude a un modo de proceder que es común a muy diversos grupos armados; y hace referencia a una época determinada en la que esos actos adquieren un realce muy especial en virtud de los medios de comunicación, o de la "sociedad del espectáculo" en que vivimos.

No es que en la inteligencia se neutralicen las sobrecargas emocionales que toda palabra arrastra. Pero en el esfuerzo de manejarla se pueden efectuar operaciones conceptuales sin las cuales nuestro deseo de conocer corre el riesgo de atrofiarse.

Un modo de evitar esa ruina constituye en informarse debidamente; o en acudir al tesoro de la lectura con el fin de saciar nuestra "voluntad de verdad". Pero poco mejorará nuestra salud intelectual si acudimos a supuestos "maestros pensadores" de última hora, procedente de la ya vieja y caduca cosecha de los nouveaux philosophes. Nunca fueron muy nuevos; pero sus últimos aterrizajes en Manhattan, con Los demonios de Dostoievski bajo el brazo, apenas contribuirán a evitarnos el derrumbe en el desierto del corazón y de la cabeza, o en el encefa- lograma horizontal. La palabra "nihilismo" ha sido tan usada y abusada que bien haremos todos en prescindir de ella durante una buena temporada.

Mucho mejor es acudir a pensadores más remotos; y retroceder en mundos editoriales, como el Instituto de Estudios Políticos de Madrid, hasta encontrarse con obras insólitas; como una serie de dos conferencias pronunciadas en el entonces Estudio General de Navarra, y en la Universidad de Zaragoza, en la primavera de 1962, por parte del controvertido filósofo de la política Carl Schmitt, azote de todo pensamiento democrático y liberal, implicado en el nacionalsocialismo (y todo lo que ustedes quieran). La obra se titula Teoría del partisano.

Pero qué le vamos a hacer: fue también un grandísimo teórico de la guerra y de la política, o de la inexorable conexión de guerra y de política, o de los dos grandes especímenes de guerra que, desde la resistencia española a Napoleón en adelante, cubren el campo semántico de todo combate a muerte: la guerra regular, efectuada por un ejército organizado, a plena luz, o en forma de "ley clara" (por decirlo en términos de Hegel), y la guerra de la "ley oscura", o guerra irregular, que (como tantas cosas que se salen de la norma o de la pauta europea general) tiene en la piel de toro su caldo de cultivo y culto.

De hecho Schmitt vino a España precisamente a hablar de la guerrilla, nombre hoy universal con el cual se reconoce esa guerra irregular. Que se distingue del ejercicio pirata o corsario por razón de su defensa de una tierra, un país, o un conjunto de signos de identidad, sin ánimo de lucro, pero que arbitra métodos de Río Guadiana en su constante aparecer y desaparecer; y, sobre todo, jamás plantea la batalla en campo abierto, sino siempre de manera inesperada, fantasmal, casi espectral.

Y todo ello involucrando a la sociedad civil. Y eso explica su constante ascenso irresistible, a modo de metástasis, hasta contaminar incluso todo concepto de guerra, también el regular, cosa que ocurre cuando el guerrillero deriva en partisano, o en revolucionario urbano, o campesino, o finalmente en agitador del conjunto de la sociedad revolucionada.

El arco analítico de Schmitt es realmente fascinante y nos da las mejores claves para acceder a una suerte de acción o efecto bélico que él analizaba a principios de los años sesenta, teniendo muy presentes los escenarios de entonces, la guerra de Indochina, con los célebres combates en Dien Bien Fhu; así como los fenómenos concomitantes a la descolonización argelina.

El más cuajado producto tecnológico y simbólico que define ese concepto de "guerra irregular" lo constituye un artefacto, el submarino, verdadero azote y fuente de irritación de toda "armada regular" de los ejércitos del mar de las grandes potencias imperialistas. Pero poco a poco el submarino deja de ser la excepción; se va convirtiendo en regla.

Y con ello llegamos al meollo de la tesis filosófica de Schmitt: el vacío jurídico respecto a todo lo excepcional, o a lo que se sale de la norma, o a lo que ésta jurídicamente no contempla (estados de excepción, de sitio), todo ello nos descubre quizás la fuente, jamás nombrada ni aceptada, del poder y de su superestructura legal. Pero reflexionar sobre esta tesis y criticarla es tarea hercúlea; me limito a insinuar el gran problema que da todo el realce y relevancia al proyecto filosófico-político de Schmitt.

De hecho nada más excepcional e "irregular" que esa forma de guerra que tuvo su origen verbal, o nominal, en la "guerrilla" española, y que llega a través de sinuosos meandros hasta la actualidad.