Primera palabra

Martín-Santos, después de cuarenta años

15 enero, 2004 01:00

Una novela como Tiempo de Silencio, que ha sido traducida a numerosos idiomas, se reedita constantemente, cuenta con la sostenida atención de los críticos y goza del favor de las aulas, merece el tratamiento de clásica. Y entre los clásicos figura su autor, de cuya muerte se cumplen 40 años

Según refiere Pedro Gorrochategui en su biografía de Luis Martín-Santos Ribera, éste sufrió un accidente automovilístico hacia las ocho de la tarde del 20 de enero de 1964, a la altura de Vitoria. El escritor, que viajaba en compañía de su padre y de Francisco Ciriquiáin, fue trasladado al hospital Santiago Apóstol de la capital alavesa. A la una de la tarde del día 21 fue intervenido de urgencia al habérsele descubierto una hemorragia interna no diagnosticada en el momento del ingreso. Falleció cuatro horas después. Se cumplen, por lo tanto, cuarenta años de la muerte del autor de Tiempo de silencio, emblemática novela del siglo XX español.

Psiquiatra de profesión y autor de varios trabajos científicos, Martín-Santos nos transmite en su obra literaria el perfil de un intelectual sartriano, de un existencialista interesado en el marxismo, de un vasco no nacionalista y de un salmantino que admira a Cataluña y rechaza el casticismo del 98. Constituye una excepción Grana gris, ese temprano libro de poemas que Martín-Santos padre imprimió a espaldas del hijo; ahí prevalece la introspección, el paisaje deshabitado y los temas eternos del amor, el sexo, la angustia y la muerte. Pero en algunos relatos cortos y, sobre todo, en los ensayos Martín-Santos se interesó decididamente por los problemas sociales y políticos, inquietudes que le llevaron alguna vez a la cárcel. Desembocó en la novela porque era el género más adecuado a su inquietud ideológica y su talante intelectual, el que mejor le permitía expresar ideas con la ayuda de un estilo original.

Hace algunos años Carlos Castillo del Pino denunció la negligencia de un editor barcelonés que extravió un ramillete de estudios psiquiátricos de Martín-Santos, pacientemente reunidos para su publicación póstuma. No fue la única pérdida. Hoy en día no conocemos suficientemente la trayectoria narrativa de Martín-Santos porque se ha perdido un número impreciso de relatos cortos y, al menos, una novela. Tanto Leandro, el hermano del escritor, como José Vidal Beneyto (fugazmente aludido en Tiempo de silencio), me aseguran haber leído una novela titulada Vientre hinchado, en su día presentada a un premio literario, donde Martín-Santos refiere, con la técnica que él y Juan Benet llamaban “bajorrealista”, las tribulaciones de una empleada de una pensión que había quedado embarazada. En cuanto a la inconclusa Tiempo de destrucción, el último proyecto novelístico de Martín-Santos, los fragmentos que conocemos sólo permiten conjeturar que su autor intentó explorar lo merecedor de destrucción, mitos, convenciones sociales, creencias religiosas, como paso previo a una nueva etapa de búsqueda y afirmación. José Carlos Mainer, paciente editor de Tiempo de destrucción, da a entender en el estudio que acompaña al texto que todavía permanecen inéditos otros fragmentos de esta inacabada novela.

Tampoco careció de percances Tiempo de silencio, título señero en la accidentada bibliografía de Martín-Santos. Se publicó, considerablemente censurada, en 1962. A partir de 1965 los ocultos responsables de su publicación se esmeraron en restablecer silenciosamente los pasajes inicialmente omitidos pero, simultáneamente, fueron añadiendo sucesivas erratas e involuntarias omisiones. Hubo que esperar al año 2000 para que apareciese una edición crítica y anotada de tan complejo libro. La novela destacó en su momento por dos rasgos: la profundidad de su crítica social y la ruptura con la narrativa de los años 50 y 60. Desapareció aquella época y han caído en el olvido muchas novelas de entonces, pero Tiempo de silencio, trascendiendo el momento que reflejó y la literatura contra la cual reaccionó, sigue atrayendo a críticos y lectores. Las obras literarias más apreciadas se caracterizan por presentar una realidad interesante bajo un tratamiento novedoso, porque la combinación de ambos factores les otorga una universalidad que asegura su vigencia más allá de la época que las vio nacer. Muchas novelas posteriores a 1962 han reproducido rasgos aislados de Tiempo de silencio (digresiones, preocupaciones intelectuales, imitaciones de Joyce, citas literarias, metaliteratura, lenguaje artificioso, etc), pero ninguna su modo de ensamblarlos. Es una obra singular, cuya originalidad estriba en el perspicaz análisis de la realidad, la exploración del lenguaje y la proporcionada estructura narrativa.

La contraportada de le segunda edición de Tiempo de silencio hablaba de una obra “excepcional en el contexto de la literatura española contemporánea”, juicio avalado por las reseñas publicadas hasta entonces y luego confirmado por numerosos estudios críticos. Muy pronto ingresó en la lista de lecturas de las Facultades de Letras, de los programas del COU y del temario de la Agrégation francesa. Una novela que ha sido traducida a numerosos idiomas, se reedita constantemente, cuenta con la sostenida atención de los investigadores y goza del favor de las aulas, merece el tratamiento de clásica. Y entre los clásicos figura su autor.