Image: Occidente, los chinos y el siglo terrible

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Primera palabra

Occidente, los chinos y el siglo terrible

por Abel Posse

15 julio, 2004 02:00

Abel Posse

A medida que avanzo en mis notas me horrorizo: la cultura occidental es como caer en un hospital psiquiátrico. Es subirse a aquel "tren fantasma" de la infancia. Han creado como en medio de las llamas de un infierno, agotando estilos con angustia

Superamos el siglo extraordinario -fascinante, criminal, creativo- tal vez sólo comparable para Occidente con el siglo IV y el del Renacimiento. Es como si la Historia hubiese recorrido un tedioso trámite hasta desembocar en el tiempo donde se concretaron todos los extremos y se pusieron a prueba todos los sueños y las pesadillas. Nunca pasaron más cosas en siglo alguno, en el que el hombre -el caído, el desdichado de la Creación- pudiera poner el dedo en el gatillo nuclear y autoaniquilarse en unas horas de guerra. El hombre comprobó qué era atosigarse con los frutos del árbol de la Ciencia. Poder pasar cómodamente del suicidio individual al colectivo.

El balance cultural nos muestra claramente las consecuencias de tanta intensidad histórica en una cultura afectada necesariamente por un tono general de neurosis. La cultura de la belleza, de la paz espiritual y de las búsquedas nobles quedó descolocada ante transformaciones velocísimas. Y la cultura del siglo XX respondió como pudo al mayor desafío de la historia occidental: hemos vivido alternativamente la democracia y los más feroces autoritarismos, la libertad y la esclavitud perversamente razonada; fue un siglo de tecnología ya sin control humano. Triunfaron las cosas.

La neurosis o enfermedad del artista superó todas las ficciones de los románticos. El "dolor del mundo" cayó sobre sus espaldas. Sartre, Trakl, Pound, Kafka, Proust, Lowry, Modigliani, Van Gogh (también del siglo XX en la realidad cultural), Picasso, Rachmáninov, Vallejo, Rulfo, Céline, son seres profundamente heridos por su tiempo, con vidas trágicas y visiones distorsionadas. Todos crearon como agotando los estilos, como huyendo de un incendio. Prefirieron dar testimonio de la angustia más que buscar esos caminos de celebración que reclamaba el excepcional Rilke como destino supremo de la poética. Una paloma de espiritualidad en la bandada de fúnebres grajos. Y todavía estamos en el siglo XX, así como en 1910 se estaba todavía en el diecinueve. La guerra de Irak y el terror casi nos van llevando a la crueldad tribal. Seamos optimistas y creamos que se trata de un coletazo del pasado.

Tengo que preparar por escrito una ponencia sobre "Acercamientos literarios entre Occidente y China" para la Universidad de Pekín. Viajaré dentro de tres semanas. Para escribirla tuve que recorrer el siglo cultural donde Occidente define sus descubrimientos y sus carencias. Nietzsche, Marx y Freud son siglo XX. Son tres nombres ligados a la patología occidental. Decisivos para la cultura y las artes de nuestro tiempo. A medida que avanzo en mis notas me horrorizo: la cultura occidental es como caer en un hospital psiquiátrico. Es como subirse a aquel "tren fantasma" que nos espantaba en los parques de diversiones de la infancia. Han creado como en medio de las llamas de un infierno, agotando estilos con angustia. Hombres sin felicidad ni sabiduría. Cronistas que confirman la roña del laberinto nihilista, como nuestro adorado Kafka. ¿No fue el siglo XX, salvo excepciones, el predominio de una decadencia kitsch?

Cómo proponerle esta gente a los chinos, con su poética sosegada, con esa "estética taoísta" de la que nos habló Luis Racionero. Si leemos los poetas de la dinastía Tang o gozamos de la ancestral sucesión de pasajes chinos, comprendemos que pese a la terrible historia y las crueldades vividas en Oriente, el arte conservó y transmitió una idea de superación espiritual que hemos perdido de este lado del planeta. A nosotros nos gusta el infierno (el único tercio de Dante que la gente lee con cierta identificación). ¿Pero cómo explicarle a un profesor chino que es importante traducir a Genet, a Céline, o al mismo Proust con sus condesas ociosas y el mamarrachesco Charlus? A partir de la tontería de Harry Potter, puede ser que el siglo recién entrado nos lleve a una dimensión menos manicomial de las artes y las letras.

Puede ser que sepamos dejar de regodearnos en el aristocratismo al revés de nuestro viaje por las cloacas y sepamos retornar a una cultura en la que la sabiduría, la reflexión y el equilibrio sustituyan al frenesí idiota, casi rockero, del que nos jactamos cuando hablamos de los supremos talentos del siglo XX.

Más bien les presentaré a los chinos el otro rostro, el de quienes supieron celebrar: Nabokov, Borges, Unamuno, Lezama Lima, Broch y los estupendos poetas que "salvaron la plata" en la noche atormentada de tanto novelista idolizado, de tanto constructor de nihilismo. La espiritualidad de nuestro lacerado Occidente se refugió en el sosegado trabajo de los poetas. Los novelistas latinoamericanos se salvaron de la crónica nocturnal y decadente y supieron rescatar los resplandores de la luz cervantina. No es poco.