Image: Estoy con los negros

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Primera palabra

Estoy con los negros

por Luis María Anson, de la Real Academia Española

26 octubre, 2006 02:00

Luis María Anson

Vosotros los sin albergue, vosotros los sin arroz, vosotros todos los que no tenéis nombre, a los que se reconoce por las llagas de las caderas, descargadores de barcos, o por las llagas del hombro, obreros del puerto, escuchad, escuchad el clamor de esos que han amasado su gloria con vuestra sangre". Ese clamor de la insolidaridad, el del desprecio y la marginación, me subleva cuando os veo, negros del áfrica profunda, creadores de una de las grandes manifestaciones culturales del mundo, la Negritud, cuando os contemplo, negros del éxodo y del llanto, descuartizados por las púas de la valla de Melilla, ateridos y rotos en las playas canarias, con los ojos extraviados en los albergues inhóspitos, temblorosas las manos y el alma, hacinados los cuerpos prietos del ébano y la selva. Los reyes cristianos de Europa os cazaron durante siglos como a fieras, os trasladaron por docenas de millones en las ergástulas de los barcos negreros para que trabajárais como esclavos en América, os exprimieron en vuestras patrias africanas durante el colonialismo feroz.

A ti, negro, se te desprecia con altivez, sin concederte ni derechos ni dignidad, porque para el blanco racista no sirves para nada, eres escoria social. Pero para luchar y sangrar y morir en las guerras de Corea o Vietnam para eso sí sirves, negro; para montar guardia en la noche infinita de Irak o Afganistán y sentir, enroscado al corazón, el miedo al atentado brutal para eso sí, para eso sí sirves, negro. Y aunque en algunos sectores de las sociedades occidentales las cosas han mejorado en la última década, no sirves para beber de la misma fuente que el blanco en Estados Unidos ni para comer en la misma mesa que el blanco francés ni para rezar en la misma iglesia que el blanco británico o el holandés. Pero, ay, negro de la tierra y del alma, para regar de sangre el arrozal dolorido y el dolorido corazón de la madre lejana, para eso sí sirves, negro, negro, para eso sí sirves. No puedes, negro agredido, negro insultado, escarnecido negro, náufrago de patrias, trabajar en las naciones europeas que te explotaron durante siglos, ni poner el nervio de tus manos sobre la piel de seda de la mujer blanca ni sentir contra tu cuerpo el mármol caliente del suyo. No puedes, negro, negro, no puedes. Pero sí puedes saltar a los estadios deportivos con los colores de los antiguos amos que te tuvieron, te tienen todavía, de hinojos ante el rebenque; sí puedes vestir el uniforme del ejército yanqui y ser centinela de guerras y tragedias, para que una noche de luna llena, el talibán de turno te deje tendido para siempre sobre la tierra extraña, con un puñado de rosas rojas en el vientre y los ojos helados contra el cielo. Para morir por los Estados Unidos de América, sí sirves, negro, sí sirves. Lo que no sirves es para vivir en este Occidente cruel e insolidario.

No me mires así, negro de las pateras, centinela de los cayucos, no me mires con esos ojos heridos de odio o, lo que es peor, de desamparo y resignación. Estuve a tu lado en la agria contienda de los pueblos indochinos. Y te vi despedazado, con las vísceras esparcidas por la hierba joven, en la guerra del Congo, en tu áfrica madre bantú, tierra primera, cosmos engendrador, donde perdiste un día el saludo del rocío. Y estoy ahora contigo en la aventura cruel de las pateras y los cayucos. Llevo, negro, tu dolor en el alma. He recorrido uno a uno todos los países de la Negritud, he estrechado las manos de tu padre, Léopold Sédar Senghor y he leído los versos de hierro de Aimé Césaire y Diop. Eres el hombre-hambre, el hombre-insulto, el hombre-tortura, pero en verdad, en verdad, te digo, que florecerán de nuevo las espigas sobre tus campos oscuros.

El desafío del siglo XXI es la justa distribución de la riqueza mundial. Cuando se establezca, por las buenas o por las malas, la justicia distributiva a escala internacional, no tendrás que abandonar, negro, tus tierras y tus playas, tus selvas y tus montañas, ay, "dulce raza, hija de sierras, estirpe de torre y de turquesa, ciérrame los ojos ahora, antes de irnos juntos al mar, de donde vienen los dolores". Tu raza esclavizada ha levantado durante siglos una de las grandes culturas universales: la Negritud, vertebradora del arte occidental del siglo XX desde la pintura y la escultura a la música. Por eso quisiera decirte, negro de los cayucos y la tragedia canaria, los versos del poeta que hablan del manantial y que me dejes hundir las manos que regresan a tu maternidad, a tu transcurso, río de razas, patria de raíces, tu ancho rumor, tu lámina salvaje viene de donde vengo, de las pobres y altivas soledades, de un secreto como una sangre, de una silenciosa madre de arcilla.

Zigzag

Lleno de consternación y cólera, Carod Rovira ha recibido La enciclopedia del español en el mundo, editada por Círculo de Lectores y Plaza Janés. Coño, resulta que el español, después del inglés, no sólo es el idioma más hablado del mundo, sino también el más estudiado -cerca de 15.000.000 de personas, en naciones de otras lenguas- derrotando de largo al francés, al alemán, al italiano, al ruso… En Estados Unidos hay 40 millones de hispanohablantes y más de 6 millones de estudiantes de español. No hay quien pare la expansión de la lengua castellana. En España tenemos la suerte de compartir el idioma de todos con otros regionales tan bellos como el catalán que enriquece, además, la cultura española con una literatura espléndida. Por eso mismo, entristece el aldeanismo de los que, perjudicando gravemente a los propios catalanes, se esfuerzan con tenacidad obsesiva por erradicar el castellano de Cataluña.