Image: Rosa Regás, en entredicho

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Primera palabra

Rosa Regás, en entredicho

por Luis María Anson, de la Real Academia Española

2 noviembre, 2006 01:00

Luis María Anson

Dijo durante el Gobierno Aznar que se iba a exiliar de España porque se sentía asfixiada por la falta de libertad de expresión, cosa especialmente insoportable para una intelectual de su alto calibre. Tras publicar yo un artículo en la Tercera de "ABC", el 21 de julio de 1966, el dictador Franco montó en cólera y me envió un largo año al exilio. Me parece que Rosa Regás no se exilió durante la dictadura, a pesar de la sofocante ausencia de libertad de expresión que padecimos. Tampoco lo hubiera hecho yo. Me obligaron a exiliarme. La lucha por la libertad de expresión, a la que he entregado toda mi vida, se libra más eficazmente desde dentro que desde fuera.

Desde 1978, España disfruta de una democracia pluralista plena, articulada en la Monarquía de todos. Nuestros niveles de libertad de expresión son similares, cuando no superiores, a los de las naciones de nuestro entorno, Francia, Italia, Inglaterra, Holanda, Dinamarca. Así fue con Suárez, así con Felipe González y Aznar. Así, con Zapatero. Las quejas de Rosa Regás, Salicio juntamente y Nemoroso, eran tan infundadas como la calidad de su literatura. A pesar de ciertos fallos, a pesar de los intentos monopolísticos de algún grupo, a pesar de la política excluyente de un sector de la izquierda, la libertad de expresión en España ha sido plena y, en palabras de Julián Marías, la más relevante de Europa durante los años de Suárez.

Menos mal que España tuvo la dicha de que esta progresista de salón, esta Rosa Regás tan enamorada de la libertad, decidiera no exiliarse para que pudiéramos seguir disfrutando de su magisterio. Triunfante Zapatero, fue elevada a las poltronas de la Biblioteca Nacional, mirad si la Biblioteca es desgraciada. No quiero calumniar gravemente a Rosa Regás diciendo que lo ha hecho bien. El desastre ha sido mayúsculo. Se habla ya en medios culturales de "colapso en la Bibioteca Nacional". Salvo una espléndida exposición del Quijote, que no se debe a ella, ni gestión ni administración ni iniciativa ni imaginación ni eficacia ni nada de nada, salvo algunas corruptelas. El desierto. El puro sectarismo. Negar el pan y la sal a los que de sus ideas discrepan y proteger a los amiguetes. Esa ha sido la política de Regás, que, en el colmo de su indominable sectarismo, decidió enviar a los desvanes del olvido la estatua de Menéndez Pelayo, para ella un derechista abominable y no un intelectual insigne, por encima siempre de politiquerías, de filias y de fobias.

Habrá que reconocer, eso sí, que la directora de la Biblioteca ha tenido el acierto de instalar en las estanterías de la librería del centro, destinada a vender catálogos y folletos de las actividades de la casa, todos los libros de Rosa Regás, escritora eximia, novelista inconmensurable, verdadero himalaya literario, a cuyo costado Cervantes, Quevedo, Lorca o Neruda son débiles colinas sin relieve.

Los libros de la directora, aunque ya retirados ante las críticas, se han vendido con el mayor descaro y sin el menor descuento en la librería de la Biblioteca Nacional, que eso sí es libertad de expresión y no lo que ocurría en los tiempos nefandos de José María Aznar. Ni siquiera al diario "El País", del que es colaboradora, le ha dedicado Rosa Regás tantas deferencias como a sí misma, que cualquier día va Polanco y se cabrea. "Estricta Madre Superiora de las conejitas de Zetapé", ha llamado a Rosa Regás uno de los mejores columnistas que hay en España, de prosa altiva y canalla: David Gistau. Pero conviene ser comprensivos y no desenvainar el látigo de acero, que hay que sufrir con paciencia las flaquezas de nuestro prójimo. Como ha dicho un sagaz periódico confidencial, Rosa Regás, la pobrecilla, quiere hacer caja con el fin de disponer de algún dinero para instalarse en el exilio en caso de que los ciudadanos españoles decidan que regrese al poder el partido de Aznar y, como consecuencia inevitable, se cercene la libertad de expresión. Que una mujer inteligente debe ser previsora y en España hay mucho cabroncete capaz de votar al centro derecha sin plegarse dócilmente a las sabias enseñanzas que imparte, desde su inmarcesible obra literaria, Rosa Regás.

Zigzag

Gregorio Salvador es una de las figuras indiscutidas de la intelectualidad española. Sus monografías científicas sobre temas filológicos, sus ensayos sobre el idioma, su penetrante crítica literaria, sus vastos saberes sobre los temas más varios, han generado en mí, desde hace muchos años, una tenaz admiración. Este sabio del idioma ha hecho también, con brío, con garbo, con acierto, incursiones en la literatura de ficción. Relevante fue el éxito de su novela El eje del compás. Tiene Gregorio Salvador capacidad de fabulación y una escritura transparente. He leído las siete historias de su nuevo libro Nocturno londinense y otros relatos con interés creciente. El autor ha puesto su espejo literario delante de pasajes de lo cotidiano y el resultado ha sido un retrato certero de la vida como es, zarandeada por la descarga de humor e ironía del gran lexicógrafo y filólogo.