Image: Peligro de autocensura

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Primera palabra

Peligro de autocensura

por Luis María Anson, de la Real Academia Española

16 noviembre, 2006 01:00

Luis María Anson

Durante la dictadura franquista, y hasta 1966, la censura previa en Madrid y Barcelona llegó a extremos tales que las nuevas generaciones hoy no podrían creer tanta desmesura. Juan Aparicio, Valentín Gutiérrez Durán, Adolfo Muñoz Alonso, auxiliados por un equipo de ex-seminaristas y obsexos, sometieron a la inteligencia española a la más fúnebre represión. Hasta las intrascendentes reseñas de sucesos o los pequeños reclamos publicitarios debían ser previamente autorizados para su publicación. La censura inquisitorial implantada con ceñudo furor por Franco se convirtió en uno de los caspódromos más vergonzosos de la historia europea.

Allí donde no se ejercía la censura previa, la autocensura fue tal vez peor. Los directores de periódicos de provincias, ante el riesgo de ser destituidos de forma fulminante, extremaban su celo censor para evitar la represalia. La opresión dictatorial asfixiaba a todos. Solo algunos periodistas como Luis Calvo encontraban fórmulas para sortear los barrotes de la cárcel ideológica del franquismo. Sé muy bien lo que digo y algún día contaré cómo aquel maestro de periodistas burlaba a la censura entre el regocijo del sector intelectual capaz de entender los malabarismos del inolvidado director de "ABC". Intelligenti pauca.

De repente, he visto renacer, en la desmemoria de mi vida profesional, el fantasma de la vieja autocensura con sus cadenas chirriantes, sus inquietas tembladeras y sus albos ropajes asustados. Por temor a las represalias, hemos asistido en los últimos meses a la supresión de caricaturas de Mahoma, a fiestas cercenadas de moros y cristianos o a la retirada vergonzosa y vergonzante de una ópera de Mozart -Idomeneo- de la Deustche Oper de Berlín. Occidente, en fin, de hinojos ante el Islam.

Sobre una instrumentación de cuerdas, oboes, flautas, flautín, clarinetes, fagotes, trompas, trombones, timbales y clavicordio, Mozart puso en pie el libreto de Varesco que narra el levantamiento de los hombres contra los dioses y, también, los amores de Ilía, hija del rey de Príamo, e Idamante, hijo de Idomeneo. A pesar del rencor de Electra, el oráculo convence a Idomeneo, rey de Creta, que ceda el trono a los dos enamorados. El ballet final cierra el happy end de la ópera. En la versión actual de Hans Neuenfels, el rey Idomeneo aparece en escena portando las cabezas decapitadas de Poseidón, Jesús, Buda y Mahoma. Es el ocaso de los dioses. Ante informes solventes de las fuerzas de seguridad, Kirsten Harms, directora artística de la Deutsche Oper, decidió retirar la obra de Mozart, para evitar reacciones como las producidas, zarcillos de la misma enredadera, por la publicación de caricaturas de Mahoma en una revista danesa. Soy católico, lo proclamo siempre con orgullo y me disgusta la cabeza cortada de Cristo sobre el escenario en el levantamiento del hombre contra Dios. Pero la libertad de expresión ampara el derecho de Neuenfels en su versión de Idomeneo.

¿Adónde hemos llegado? Inclinar la cerviz ante los matones fundamentalistas significa, en primer lugar, renunciar a la libertad de expresión, cimiento sobre el que descansa el entero edificio de las democracias occidentales; significa también estimular a los vándalos para que intensifiquen los incendios de las embajadas europeas en los países islámicos, saqueen sus comercios y maltraten y asesinen a sus nacionales. Junto a la vergöenza, pues, la estupidez. Sólo la ignorancia abisal puede desconocer la reacción de la matonería ante la debilidad.

El Corán es un monumento a la espiritualidad. Lo he leído dos veces, la última en la versión de Juan Vernet. La doctrina islámica predica sustancialmente la paz, la concordia, la conciliación, la prudencia. Si algunos fundamentalistas quieren devolver el mundo a la Edad Media, ese es su problema. La inteligencia occidental no puede doblegarse por temor a represalidas y violencias. Hay muchas fórmulas para hacer comprender a los gobiernos de las naciones islámicas que tienen la obligación, conforme al derecho internacional, de dominar las reacciones violentas de los fundamentalistas.

El ejercicio de la autocensura, en fin, tritura también la libertad de expresión. Algunos en España recordamos lo que pasó durante la época lúgubre de la palabra yacente y la dictadura atroz. Se trata de un peligro real y concreto ante el que Occidente debe reaccionar con dignidad en lugar de acollonarse. l

Zigzag

Pina Bausch es la imaginación efervescente. Es la música en abstracción, la danza provocadora, la coreografía que estalla en mil pedazos. Frente a tanta basura y tanta mediocridad en el mundo de la cultura, aparece de pronto el rayo que no cesa, el escenario salobre en ebullición, las incesantes aguas de la vida, el público estremecido. Pina Bausch hace bailar los sentimientos, hace sentir e interpretar a los bailarines. Danza y teatro fundidos en su Tanztheater Wuppertal, con la escuela Folkwang, poliédrica e inquietante, al fondo. Salí conmovido de Nefés, el río Wupper desbordado y el fulgor coreográfico envolviendo a los artistas y al público. Pina Bausch es la belleza sin adjetivos. El entero arte del siglo XX, zarandeado por Stravinsky, desgarrado por Picasso, devastado por Brecht, trasciende el espíritu de esta coreógrafa singular e incomparable, centinela seminal todavía de una sociedad desbravada y pánica.