Image: La Academia acertó al elegir a Cebrián

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Primera palabra

La Academia acertó al elegir a Cebrián

por Luis María Anson, de la Real Academia Española

15 noviembre, 2007 01:00

Luis María Anson

De nuevo algunos escritores de relieve la han emprendido contra Cebrián y la Academia o contra Cebrián en la Academia, tomando como pretexto un excelente discurso pronunciado por el académico y el roce menor que mantuvo con el presidente del Gobierno. No tengo la menor relación con Cebrián, salvo la estrictamente académica. Pero voy a reproducir a continuación, resumido, el artículo que escribí hace unos años:

Más de cuatrocientos millones de hispanohablantes aceptan lo que se decide en la Real Academia Española. Desde hace tres siglos, los académicos han hecho una labor rigurosa que se inició con el Diccionario de Autoridades, seis tomos próvidos en los que, al decir de un poeta, se enciende la palabra seminal, la expresión centinela, el entumecido vocablo. La Academia es la única institución española del siglo XVIII que conserva autoridad sobre las veintidós naciones que se expresan en castellano. El milagro se deriva del trabajo científico que, generación tras generación, se ha desarrollado en la Casa. La independencia de los países hispanoamericanos coincidió con que varios de los mejores filólogos y gramáticos -Bello, Cuervo- no eran españoles, pero la Academia superó aquella dificilísima coyuntura con el rigor y la tenacidad de su labor de cada día.

La Real Academia Española, igual que había hecho la francesa, tuvo el acierto, desde su fundación, de incorporar para el cuidado de la lengua a los grandes escritores de creación y a los mejores filólogos, y también -y aquí está una de las claves de su éxito- a los sectores con capacidad de decisión en la sociedad del siglo XVIII: la Iglesia, el Ejército y la aristocracia. Esta función social que tenía como objetivo respaldar las decisiones lingöísticas de la Casa es poco conocida.

En 1996, Fernando Lázaro Carreter, consciente de que la aristocracia había perdido su relevancia en la vida española, tomó la decisión de incorporar el Periodismo a la Academia, como antes se había hecho con la Ciencia y el Derecho. Para muchos ahí se centra el gran acierto de su fecunda dirección. Juan Luis Cebrián fue elegido académico porque era y es uno de los tres periodistas más importantes del último medio siglo. La muerte del admirado Jaime Campmany reverdeció una cantinela que nada tiene que ver con la realidad. El columnista de "ABC", que adornó con tantos aciertos su vida literaria, se equivocó en sus sarcasmos y sus fobias contra el Cebrián académico. No tenía razón. Nunca entendió la complejidad de la Academia, a la que reducía a los escritores con buena pluma. Cebrián no fue elegido académico como novelista o ensayista. En ambos géneros literarios hay docenas de escritores mejores que él. Fue elegido como periodista. Y en eso no puede haber discrepancia seria. Cebrián fundó y dirigió "El País" durante doce años. Ahí está su obra. Se puede coincidir o no con el periódico pero no se puede negar que "El País" se ha convertido en el diario de referencia de la vida española y que así está considerado en las principales naciones del mundo. La dirección del diario falangista "Arriba" y la posterior de la revista "época", a cargo de Jaime Campmany, fueron estimables pero carecen de relevancia en la Historia del Periodismo español. "El País" constituye uno de los capítulos más sobresalientes de esa Historia.

El berrinche de algunos por la elección de Cebrián, la reacción incandescente contra el personaje, la palabra yerta sobre la Academia, no resisten un análisis serio. Santiago Ramón y Cajal o ángel Martín Municio no fueron elegidos académicos de la Española como destacados escritores sino por ser los mejores científicos. García Enterría no está en la Casa por escritor, aunque lo es y excelente, sino como jurista. Tarancón no era Quevedo con la pluma pero ocupaba lugar sobresaliente en la Iglesia y por ese motivo fue incorporado a la Casa.

Por otra parte, Cebrián es un excelente académico. Podía haber recibido el nombramiento como un título honorífico pero no ha sido así. A pesar de sus abrumadoras obligaciones profesionales -y sé bien lo que digo por propia experiencia- asiste asiduamente a las comisiones y a los plenos y contribuye de forma muy lúcida a los trabajos de la Academia con el conocimiento preciso del uso del idioma que le han dado sus largos años de ejercicio del Periodismo.

No puedo terminar este artículo sin afirmar que no estoy de acuerdo con la política encharcada, las posiciones ápteras y las espaldas serviciales del diario fundado por Cebrián. A mí no se me hace el culo champán domperignón porque me elogie "El País". No soy un político del PP. Soy un periodista independiente. Reconozco el acierto del diario al respetar la figura histórica de Don Juan de Borbón y al apoyar a su hijo Don Juan Carlos como garante de la democracia española, pero discrepo del sectarismo político y sobre todo cultural de "El País". Y estoy en contra de ese capitalismo semisalvaje que disimulada y a veces arteramente defiende, y que responde a los intereses de la propiedad. En asuntos clave como la globalización, está en contra de la izquierda moderada y auténtica y se ha situado, incluso, a la derecha del Vaticano y de la doctrina social de la Iglesia".