Image: SMS, la nueva literatura epistolar

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Primera palabra

SMS, la nueva literatura epistolar

Luis María Anson, de la Real Academia Española

12 junio, 2008 02:00

Luis María Anson

No es lenguaje de telegrama. Se parece más bien a la vieja taquigrafía. El SMS, Short Message Service, lo incendia todo y se ha convertido en el lenguaje escrito de la nueva generación. Trescientos millones de mensajes mensuales en España, por breves que sean, desbordan todas las muestras de comunicación escrita, incluida la epistolar de tiempos pasados y expresión encanecida.

Por razones de economía, los jóvenes han sustituido en gran parte la palabra hablada por la palabra escrita. Se comunican por SMS porque los mensajes son más baratos que las llamadas telefónicas, porque se pueden enviar en cualquier momento, porque queda constancia de ellos, porque, en la modalidad MMS, Multimedia Messaging Service, pueden ir acompañados de fotografías y vídeos. Desde el mensaje de amor y sexo al de trabajo y cuentas bancarias, una nueva literatura epistolar invade la entera osatura de la vida española. Ignorar el fenómeno sería despreciar la realidad. Las nuevas tecnologías han producido renovadas formas literarias. Está claro que en la inmensa mayoría de los SMS -como en la mayor parte de las cartas, antaño- no hay literatura, no hay expresión de la belleza por medio de la palabra. Pero en no pocos, sí, sobre todo en la savia escondida de los mensajes de amor que condensan sentimientos profundos, expresados a veces en el móvil de forma bellísima, como un verso.

Hace dos años propuse, en un pleno de la Real Academia Española, la necesidad de estudiar el fenómeno. No tuve éxito. Volví a la carga unos meses después y me apoyó Arturo Pérez-Reverte. Existe ya una idea general en la mayoría de los académicos y, en especial, en el director, Víctor García de la Concha, de la necesidad de desovillar la nueva realidad.

El problema reside en el lógico intento de hacer más cortos los mensajes y abaratar su precio, lo que provoca una ortografía a veces disparatada. Grave asunto. Porque una de las claves de la unidad del idioma descansa sobre la ortografía, cosa que ha entendido ya Gabriel García Márquez tras una intervención pública, a la que asistí en México, bastante disparatada. Y digo esto desde la profunda admiración que siento por la excepcional calidad de la escritura del autor de Cien años de soledad.

La arrolladora presencia en la vida cotidiana de los SMS tenía que reflejarse inevitablemente en la novela y la poesía, en el teatro y el periodismo. No son pocos los novelistas y poetas que han sumado el sordo rosmar del lenguaje SMS a sus creaciones. Por el momento, sin demasiado éxito. La literatura de los SMS es epistolar y, en todo caso, periodística. Transmite mensajes condensados, como las campanas de los templos en tiempos pasados.

Me atrevo a pronosticar que algún día la Real Academia Española y las Academias iberoamericanas confeccionarán un diccionario para poner algún orden en la devastación, en la selva ortográfica de los actuales SMS. No se puede desconocer la realidad. A los niños habrá que enseñarles en las escuelas a escribir SMS, de forma que en toda el área hispanohablante se empleen las mismas abreviaturas y, sobre todo, la misma ortografía. Si la Academia establece a tiempo, por ejemplo, que el tk (te quiero) debe escribirse tq, y así se les enseña a los niños, tal vez consigamos hacer inteligibles los SMS en todo el mundo hispanohablante.

El idioma no lo hacen los académicos sino los pueblos que lo hablan y escriben. La Academia puede y debe contribuir a racionalizar una situación que en estos momentos nos desborda a todos. Será complicado pero valdrá la pena establecer una relación de abreviaturas con una ortografía común para una modalidad de lenguaje que se ha situado ya en la vanguardia del idioma.

Zigzag

Juan Palomo, haciendo uso de la libertad de expresión que he mantenido siempre en el altar de mi actividad profesional, lanzaba la semana pasada en esta revista un dardo contra Juan Carlos Marset. Haciendo uso de esa misma libertad de expresión me complazco en guardar la flecha palomina en mi carcaj, afirmando que la labor que realiza Marset al frente del INAEM es sobresaliente. Llevo largos años asistiendo a los espectáculos que se relacionan con el Instituto Nacional de Artes Escénicas y de la Música y tengo constancia de la dedicación, de la inteligencia, de la libertad con que este poeta, de notable equipaje cultural, circunstancialmente en política, está desarrollando su gestión. En algunos de sus antecesores ha predominado el amiguismo, el nepotismo, la pusilanimidad y la torpeza. Juan Carlos Marset tiene una idea cabal de lo que significan el teatro y la música como expresión de la gran cultura y se ha puesto al lado del mérito allí donde se encuentra dejando a un lado a amiguetes, parientes, enchufados y compromisos. Seguramente se podrán señalar errores en su gestión, pero el balance del tiempo que lleva al frente del INAEM es abrumadoramente positivo. Y hay que reconocerlo así, si no se quiere perder la objetividad y la independencia de juicio.