Image: Lecturas de verano

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Primera palabra

Lecturas de verano

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española

31 julio, 2008 02:00

Luis María Anson, de la Real Academia Española.

Como todos los años, dedico los días del estiaje a leer libros que, por una u otra razón, se me quedaron atrasados.

Cristino de Vera significa medio siglo de pintura honrada, al margen de modos y modas. Una pintura de profunda modernidad que se plantea desde el punto de vista metafísico las incógnitas del hombre. Cristino de Vera es un pintor sobrecogedor y extraordinario que ha recopilado en un libro sus vivencias, sus pensamientos, sus sensaciones, su vida. La palabra en el lienzo me ha hecho meditar detenidamente sobre la vida y la muerte entre "el silbo de los aires amorosos" de los que Cristino no ha escuchado ni siquiera su eco furtivo. El pintor vive entre el temor y el temblor de Kierkegaard. En este libro escrito por el artista, alienta un hombre auténtico. Y admirable.

Ramón Hermosilla, reconocido como el abogado número uno de España, me envía La sociedad de la decepción. El libro es una entrevista que Bertrand Richard hace a Gilles Lipovetsky, el filósofo de la hipermodernidad, el sociólogo del futuro. Leí hace tiempo La era del vacío, también La felicidad paradójica. En este libro, Lipovetsky responde a una serie de inteligentes preguntas sobre la sociedad de hoy. El entrevistado se zafa de su anterior optimismo y asoma sus ojos escrutadores hacia los horizontes de la sociedad actual, que es la de la decepción y la angustia, la del desasosiego y el desengaño. Lipovetsky se muestra escéptico incluso ante la democracia y aproxima sus tesis a las de Tocqueville. ¿No se habrá convertido la democracia en un bien de consumo como cualquier otro? Fascinante el pensamiento de Lipovetsky, una torrentera de ideas que no encuentran sosiego y que se altivan en la profunda decepción de la vida, la sociedad, la política, el futuro, la soledad y el abismo.

No me ha extrañado una sola de las atrocidades cometidas por el Föhrer, recogidas en El informe Hitler, libro que tuvo un solo destinatario: Stalin, y que hoy se publica para definir de forma aún más precisa los contornos del monstruo. Hitler, por cierto, muestra su desprecio por Franco: "Es un completo inútil -escribe- desde el punto de vista militar. Un sargento común y corriente, nada más". El libro aporta un dato que yo no recordaba: Franco otorgó a Hitler el Toisón de Oro, cosa, por cierto, a la que no tenía derecho. Ese derecho correspondía a Juan III, el Rey en el exilio. Seguramente Stalin leería las salvajadas cometidas por Hitler con fruición. El dictador comunista había hecho lo mismo y lo seguiría haciendo hasta su muerte, convirtiendo a Rusia en un inmenso gulag.

Leí los versos de Bergamín en las antologías de Gonzalo Penalva y Diego Martínez Torrón. No me disgustaron, sobre todo cuando el autor de Claridad desierta se detiene ante la "misteriosa puerta que abre a la muerte el olvido". Poemas de la consumación, en fin, que Bergamín hundió en la noche de su sangre. Claro y difícil es el libro antológico que ha preparado la sabiduría intelectual de Andrés Trapiello, en el que se resume la poesía y la prosa de José Bergamín, aquel católico comunista que terminó refugiándose en los entornos batasunos y al que pintó de forma memorable Mercedes Gómez Pablos. Bergamín no es un poeta desdeñable. Yo no lo situaría entre los grandes del siglo XX español: Lorca, Juan Ramón, Alberti, Machado o Aleixandre. Tampoco en la primera fila de los Salinas, Unamuno, Cernuda, Hernández, Dámaso Alonso, León Felipe, Rosales, Hierro, Gimferrer, Claudio Rodríguez, Valente, Bousoño, González, Brines, Gamoneda o Caballero Bonald. Pero Bergamín tal vez se encuentre entre los cincuenta o sesenta poetas más destacados del siglo XX.

Sigo a David Gistau desde que empezó. Es una de las plumas imborrables de la juventud literaria española. ¡Cómo escribe el tío! Sus artículos, sus crónicas, erizan. Su primera novela es excelente. Los críticos han señalado defectos y errores. Esa es una parte de su trabajo. A mí me ha parecido su escritura sobresaliente, mordaz, desengrasante, jodida y turbulenta. He terminado de leer Ruido de fondo y todavía estoy riéndome con la descarga de ironía y el humor sutil que sacude la literatura de David Gistau.

Zigzag

Paco Diéguez es uno de los españoles que más saben de flamenco. Creador y director de "Las Brujas", ha escrito un libro de memorias al que le he puesto un prólogo inspirado en la sabiduría de Antonio Mairena y su libro Mundo y formas del Cante Flamenco y, sobre todo, en las reflexiones de Ortega y Gasset en torno a un arte profundo y sincero que exige el cenáculo para disfrutar de él. Paco Diéguez me llevó para celebrar el acontecimiento a Café de Chinitas que mantiene un cuadro muy digno y que enciende con el baile y el cante jondo a los espectadores. Entre las bailaoras, la Chunguita. Hacía casi cincuenta años que no la veía. Tenía entonces trece años y bailaba ya entre el prodigio de los pies descalzos de su hermana, la inigualada Chunga. La Chunguita es la estrella de Café de Chinitas. Llena de luz y pasión el escenario. Y le quema el baile en la sangre y en las venas. Paco Diéguez se emocionó con ella. Yo también. Las lejanías no han borrado los recuerdos de aquella época dorada, Galsworthy al fondo de las esperanzas juveniles.