Image: Directora habemus

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Primera palabra

Directora habemus

19 junio, 2009 02:00

Luis María Anson, de la Real Academia Española

Estudió en la Resad. Se zarandeó en el grupo las "Grotesqués". Sufrió persecución por la verdad. Llevó como Pablo el aguijón en las carnes. Fue toda ella temor y temblor. Se especializó en dirección en la Escuela de San Antonio de Baños en Cuba. Con su película La llamada ganó el I Premio de Canal Hollywood. Triunfó en televisión con la serie Chica busca chica, una historia de enredo y cojonudas lesbianas que erizó a los espectadores. Le fascina el abismo y le jode la belleza de la serenidad absoluta. Es la vanguardia dura e impura y se abrazó hace mucho tiempo a las caderas de lo alternativo en un multiorgasmo interminable. Pero sabe también echarle un polvo a los clásicos. Ha dirigido los entremeses El viejo celoso y La cueva de Salamanca. Es la directora del prestigioso Teatro de Cámara Cervantes.

Se llama Sonia Sebastián. Me fui a ver Palabra de perro, una obra muy sugestiva de Juan Mayorga, premio Valle-Inclán. Directora habemus. Sonia Sebastián ha sacado máximo partido de un texto desigual pero profundo, ha armonizado sabiamente la escenografía, la iluminación, el movimiento escénico. Ha enderezado a actores y actrices. Ha encontrado el tono que la comedia exigía. Ha demostrado, en fin, que conoce todos los resortes, los matices todos de la dirección escénica. Es una directora muy inteligente y por eso su exigencia está siempre en máximos, para cabreo rencoroso de los que con ella trabajan. Me alegra poder subrayar todas estas circunstancias porque son muy pocas las directoras españolas que aportan algo, si bien el fulgor máximo del teatro español tiene hoy nombre de mujer: Angélica Liddell.

Mayorga ha puesto un espejo delante de la inmigración. No se puede generalizar. Pero ciertamente no son pocos los que tratan a los inmigrantes como a perros. Mayorga ha detectado esa ácida realidad social. Hay empresarios que a un trabajador herido le dejan a varios centenares de metros del hospital y arrojan el brazo arrancado de cuajo a un estercolero. No es fantasía de dramaturgo. Mayorga ha transformado a dos inmigrantes en perros que hablan entre ellos, Cipión y Berganza. "Hay que defender -dice Berganza- a los inocentes de las bestias, defender de los poderes a los que poco pueden". "La humildad -afirma Cipión- es el fundamento de todas las virtudes, y sin ella no hay virtud que lo sea. La humildad es madre de la modestia, hermana de la templanza". Y añade: "Has de saber, Berganza, que es costumbre de los ricos de Madrid mostrar el poder no en la propia persona, sino en la de sus hijos".

"Tanto peca el que dice latines ante quien los ignora como el que los dice ignorándolos", asegura Berganza. Y Cipión replica contundente: "El hablar francés no excusa de ser asno". Para Berganza "la ociosidad es la madre de la filosofía". "Berganza -le dice Cipión- nunca el grande admitió el consejo del pequeño por bueno que sea. Los grandes piensan que lo saben todo".

Las reflexiones profundas se van desgranando a lo largo de toda la comedia mientras se desarrolla la peripecia escénica que prende a los espectadores, sabiamente conducidos por Mayorga hasta el desenlace acertadísimo. Gran comedia la de este autor, siempre tan sugerente. Acompaña a la dirección impecable, una sobria escenografía de Bárbara Alonso y una ajustada interpretación de Jorge Serrano y Fernando Valdivielso. Bien Georbis Martínez que hace de vieja Cañizares y Arlette Torres, Rebeca Medina y Pablo Alonso.

Ah, el autor no elude la corrupción que atenaza a la política española. "Los romanos -dice Cipión- tenían una moneda con la figura de un buey, y cuando algún juez dejaba de hacer lo justo la gente decía: "Habet bovem in lingua". éste tiene el buey en la lengua. Pues eso. Palabra de perro, en fin, con enlaces en El coloquio de los perros de Cervantes, muestra la verdad del teatro auténtico y su capacidad para la denuncia de los males, de los abusos, de las trampas, de las atrocidades de la sociedad que vivimos. l