Image: Las ropadictas

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Primera palabra

Las ropadictas

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española

26 marzo, 2010 01:00

En Biarritz, sentados en el vestíbulo del hotel Du Palais, entre Monique y Margueritte, tras la cena que recrea y enamora, me dijo un día Cristóbal Balenciaga: “La belleza en la mujer consiste sobre todo en la salud chispeante, los dientes blancos y los miembros largos y bien proporcionados”. Recuerdo que hace años almorcé en mi despacho de “La Razón” con Amaya Arzuaga y David Delfín. Me aseguró el joven modista que coincidía con el maestro. Tal vez por eso exhibe su fantasía sobre el cuerpo andrógino de Bimba Bosé, a la que viste a veces de hierro, a veces de seda. Balenciaga era un dios en aquella época, un estilizado faquir. Se ha convertido en un icono. Guardo, como si fuera la reliquia de un santo, la corbata que me regaló. Acababa yo de regresar de mi exilio en China y aquel viejecito sabio me enternecía. Era el escultor de los vestidos y las telas.

Durante la conversación inolvidable me anticipó una realidad social que estamos ahora padeciendo. Las chicas jóvenes que trabajan y disponen de dinero han impuesto frente a las madres su propio concepto de la moda. “Es la nueva cultura de la sociedad actual -me dijo Balenciaga-. La moda se ha convertido para infinidad de jóvenes en una droga”. Y tenía razón. No sólo de hachís, cocaína, LSD, heroína y otras enervaciones viven algunos jóvenes. Ellas, sobre todo, han caído en la ropadicción. Gastan en vestidos más de lo que ganan. Dejan de comer, de viajar, de acudir a los cines o a las discotecas para comprarse ropa y más ropa. Manadas de ropa. Interminables caravanas de ropa. Si no lo hacen les entra el mono y sufren y se desasosiegan. Necesitan comprar convulsivamente vestidos, zapatos, complementos… y los empresarios y comerciantes que lo saben se forran a costa de la ropadependencia de las nuevas toxicómanas. Porque ciertamente la moda es hoy, sí, una vasta variedad, también un tóxico. Lo de la piel de la civilización o la máscara innumerable de la vida se ha quedado anticuado y parece de hoja de calendario. Cualquier adolescente se reiría a carcajadas de Hernando de Talavera, que en el siglo XV, en su Tratado sobre el vestir y el calzar, fustiga a las ombligueras: “Mas ya en gran disolución -escribe-, perdida toda vergüenza, hasta el estómago descubren las que son deshonestas”.

Los planes bárbaros de adelgazamiento, las operaciones estéticas a tumba abierta, la anorexia galopante, acosan a las ropadictas. No se trata sólo de una cuestión social. Es algo más profundo. La nueva cultura del vestido que zarandea a la juventud desde el fulgor de Mary Quant produce estragos si no se sabe controlar. Como el alcohol y la droga.

Cervantes sería hoy un entusiasta de la moda. Amancio Ortega le hubiera contratado para Zara. “Dicen que la variación -escribe el autor del Quijote- hace a la naturaleza, / colma de gusto y belleza, y está muy puesto en razón”. Y añade: “Un manjar a la contina / enfada y un solo objeto, / a los ojos del discreto, / da disgusto y amohína”. Y concluye: “Un solo vestido cansa; / en fin, con la variedad, / se muda la voluntad / y el espíritu descansa”.

El gran clásico, al que tanto hicieron sufrir sus hermanas, las Cervantas, ahítas de tanto traje y tanto pendoneo, nunca perdió el sentido del equilibrio. Hubiera estado a favor de la variedad de la moda actual pero habría denunciado la ropadicción que desasosiega a una parte considerable de la juventud actual.

ZIGZAG

Me he metido entre pecho y espalda, sin esfuerzo, el millar largo de páginas de Dime quién soy. La novela de Julia Navarro me ha parecido excelente. La agitada vida de Amelia permite a la escritora hacer un recorrido político y literario desde la guerra incivil española hasta la caída del muro de Berlín. Siento una vieja y permanente admiración por Julia Navarro, que es una escritora lúcida y honrada y que, desde sus propios planteamientos ideológicos, critica descarnadamente las dictaduras todas y los totalitarismos fascistas y comunistas. No se arrepentirá el lector que se adentre en las aventuras de Amelia Garayoa con sus amores erizantes y sus turbulentos enamorados.