Image: Educación para el partidismo

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Primera palabra

Educación para el partidismo

Por Luis María Anson, de la Real Academia EspañolaVer todos los artículos de la 'Primera palabra'

23 abril, 2010 02:00

Nadie tendría nada que objetar contra una Educación para la ciudadanía dedicada a formar a niños y adolescentes en el respeto a los derechos humanos, en el espíritu de concordia y en el acatamiento de la Constitución.

En manos de algunos sectores políticos, estaba claro que esa asignatura sería manipulada para la formación de futuros votantes en determinada dirección. La tentación totalitaria de la que hablaba Raymond Aron es consustancial para algunas mentes. Franco enviaba a sus falangistas de bigotito exangüe y ademán altanero a enseñar en los colegios la Formación del Espíritu Nacional que consistía en la exaltación del invicto caudillo y sus proezas. Recuerdo con regocijo inextinguible aquellas clases cutres y a aquellos profesores pintorescos que pasaban por las aulas del Colegio del Pilar sin romperlas ni mancharlas.

Santiago Mata ha sintetizado el libro de texto Educación para la ciudadanía de una conocida editorial. No tiene desperdicio. Resume el temor que siempre hemos tenido algunos de que la nueva asignatura enmascararía el intento totalitario de una nueva Formación del Espíritu Nacional, en este caso marxista.

El comunismo es, según el texto de marras, "cosa de gente sensata y moderada". Tan sensata y moderada que “lo que reclama es un poco de tranquilidad, lo que convierte al socialismo y al comunismo en la única solución posible para la Humanidad”. Que se enteren bien los niños: cuando tengan derecho al sufragio, los únicos partidos a los que se puede votar si se quiere el bien de la Humanidad son el socialista y el comunista. Que el comunismo de Stalin haya escrito junto al nacional socialismo de Hitler la página más ensangrentada de la Historia contemporánea es cuestión sin relieve para los autores de este libro de texto. Pelillos a la mar océana.

Y pelillos a la mar océana porque lo que resulta intolerable es la actitud de los malvados conservadores por “las increíbles mentiras con que la prensa y los medios de comunicación españoles y europeos han informado sobre la Revolución bolivariana de Venezuela”. Acabáramos. Los niños españoles de hoy, los hombres y mujeres del mañana, deben rendir pleitesía al glorioso caudillo Chávez que defiende las esencias marxistas, en versión castrismo y en la patria de Bolívar. “No podemos poner ni un solo ejemplo de una victoria electoral anticapitalista que no haya sido seguida de un golpe de Estado o de una interrupción violenta del orden democrático”. Toma ya. “Es la historia de la que no se habla: una lista sin excepciones”.

En este texto de Educación para la ciudadanía se ataca agriamente a Felipe González, no a Zapatero, porque los capitalistas convirtieron a aquel PSOE en “un gigante electoral”, ya que “era el único sobre el que había garantías de que si era votado masivamente por la izquierda, aplicaría sin escrúpulos un programa de derechas”. Y todo porque Felipe González, al profundizar en la democracia, renunció públicamente al marxismo en el Congreso celebrado tras la derrota socialista de 1979.

La instrumentalización de Educación para la ciudadanía todavía no se ha generalizado. Pero el riesgo es grande. Alguna instancia independiente debería realizar una investigación a fondo, texto tras texto, de lo que realmente se está enseñando. Y eso que acabamos de empezar. Hay gente que se ha precipitado a despojarse de la máscara. Los derechos humanos, el espíritu de concordia y el respeto a la Constitución son el pretexto de una maniobra política de fondo.

ZIGZAG

Me ha emocionado el Río hacia la nada, último libro de una de las voces líricas más sensibles de España: la de Clara Janés. Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar que es el morir. La poeta piensa tal vez, a diferencia de Manrique, que, al desembocar la vida, la niebla del más allá no es otra cosa que la nada, el silencio de Dios. “Se va en humo el futuro y en ceniza se amontona el pasado”, escribe Clara. Pero siempre sobrevive el alma enamorada: “Amor, si no estás en mí, ¿cuál es el sentido del aliento?”. Tiembla de nuevo el hielo abrasador, el fuego helado del poema grande de Quevedo.