Image: Novelista habemus

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Primera palabra

Novelista habemus

14 mayo, 2010 02:00

La arquitectura de Dinámica de los cuerpos eléctricos carece de zapatas. Los cimientos son débiles, insuficientes. Los diálogos se quedan planos, todos los personajes hablan igual. La vivacidad se pierde, la artificialidad se impone, aunque sólo en ocasiones. Los personajes secundarios se evaporan, apenas existen, carecen de interés. Los defectos literarios, conceptuales, ambientales, casi pesan tanto como las virtudes, a veces más. Hay exceso de drogas, de sexo, de alcohol, de provocación innecesaria.

Pero novelista habemus. Recuerdo una larga conversación con Ramón Pérez de Ayala. Era un hombre muy inteligente, un escritor excepcional. “La metáfora se pudre, los adjetivos también”, decía. Y escribía como si esculpiera un torso de mármol clásico. “Una novela -me dijo- una gran novela, debe plantear un tema moral que desasosiegue. Y no resolverlo, que lo haga el lector”.

Juan Sardá ha conseguido el milagro de convertir su primera novela -Dinámica de los cuerpos eléctricos- en una gran novela. Le ha ayudado en el empeño una escritura directa, translúcida, sincera, con ráfagas crecientes de belleza y emoción. Y ha sabido dibujar de forma certera la psicología de tres personajes: el protagonista, que es un cachondo mental; Charlene, la amante del protagonista, y Wences, el amante del protagonista que se estremece con la música pop. Sardá ha escrito, en todo caso, una historia de bisexualidad no el problema de un trío.

-Mi relación con Wences- le dice a Charlene- estaba basada en la crueldad. En el amor también, pero sobre todo en la crueldad.

Charlene sabe que existe un duende espeso entre ella y su amante. “Si recuerdo una historia -reflexiona el protagonista- es muy difícil eludir mencionarlo, si pienso en una película la hemos visto juntos, y cuando hablo muchas veces son sus opiniones y no las mías las que utilizo. Está por todas partes. Como un fantasma. Hasta me rasco la cabeza con la misma pose extraña y freaky tan típica suya”.

Bisexualidad oscilante. Charlene la asume. Su amante, al borde de la boda, es demasiado inteligente para no celebrar lo que se le viene encima: “Este polvo no es el preludio de un matrimonio carnal sino la antesala del abismo”.

Tras Dinámica de los cuerpos eléctricos, hay un arsenal de vivencias, de viajes, de lecturas, de atracción por los movimientos culturales que zarandean el hedonismo de la nueva generación. Sardá ha planteado agriamente el problema moral de esa nueva generación y deja al lector, como quería Pérez de Ayala, que saque sus propias conclusiones. No dogmatiza. No sermonea. No moraliza. No es un escritor cristiano. Es un escritor pagano. Cierra su novela con el carpe diem, quam minimum credula postero de Horacio a Leuconia: “Por eso necesito aferrarme con todas mis fuerzas al presente. Porque sé que si me refugio en la esperanza, entonces ya no me quedará nada. Ni siquiera la verdad. Y entonces será la muerte la que me mire fijamente”.

ZIGZAG

Joan Lluis Riera ha hecho una cuidada traducción de un libro de éxito singular: La vida en el espacio, de Lucas John Mix. La nueva ciencia de la astrobiología vertebra la obra de principio a fin. El lector se adentra en el bosque de las incógnitas que se abren en el espacio. A la pregunta imperiosa de si existe vida en el universo, Lucas John Mix responde con rigor científico sin despejar de forma radical el interrogante. Al enfrentarse con el cosmos, el autor analiza el agua, que es el medio de la vida; el carbono, que es la materia prima de la vida; los electrones y los protones, que constituyen el método de la vida. El riguroso análisis de Lucas John Mix convierte La vida en el espacio en un libro de extraordinario interés. Publicado en Drakontos, la colección que dirige con lucidez José Manuel Sánchez Ron, se comprende el éxito de este libro por la claridad expositiva del autor, su capacidad de síntesis, su mirada curiosa sobre la incógnita apasionante del universo.