Image: El periódico que viene

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Primera palabra

El periódico que viene

24 septiembre, 2010 02:00

Pedro J. Ramírez se ha anticipado con la aventura de Orbyt. Ese es el periódico que viene. Se fortalecerán los periódicos hablados. Se expandirán los audiovisuales. Se multiplicarán los diarios digitales. Yo mismo presido ahora El Imparcial.es, que tiene un socio de referencia: la Fundación Ortega-Marañón. Pero el periódico que viene es el que ha lanzado Pedro J. Ramírez: el diario tradicional, impreso, no en papel, sino en una pantalla. Estamos ante un nuevo milagro de la tecnología que la sagacidad de los periodistas sabrá potenciar.

Bien en la actual tableta, bien en pantalla de tamaño superior, el lector del periódico de siempre se lo encontrará impreso digitalmente con las mismas características de maquetación, de calidad informativa, de rigor en la información, de colaboración sobresaliente. Le Monde, Le Figaro, The Times, Il Corriere della Sera, Die Welt, La Vanguardia o El País se leerán en el futuro en pantalla, en lugar de impresos sobre papel.


La empresa periodística convencional se ahorrará así el papel prensa, la impresión, la rotativa y la distribución. Podrá destinar todos esos recursos a mejorar la calidad periodística del diario. El editor de The New York Times, Arthur Sulzberger, ha anunciado lo que Pedro J. Ramírez ha hecho ya. El gran diario neoyorquino lo recibirán sus lectores en tableta y, en poco tiempo, dejará de imprimirse sobre papel. La nueva fórmula tecnológica le da la razón a la aldea global de McLuhan. La distribución de El Mundo, del Times, de Le Figaro o del Corriere será instantánea en todo el orbe. Lo mismo en Hong Kong, que en Sidney, en Tokyo que en Moscú, en Londres que en Buenos Aires, al lector de periódico le bastará con encender la pantalla para leer en su habitual formato, en sus secciones, en su maquetación, en su colaboración y reportajes, su diario preferido.

No pasarán muchos años, tal vez antes de 2020, para que todo lo que aquí expongo se convierta en un hecho, robustecedor, por cierto, de la libertad de expresión.

Tendremos, pues, el periódico hablado, el periódico audiovisual, el periódico digital y, además, el tradicional periódico impreso que habrá sustituido el soporte papel por el soporte pantalla.

Y nada habrá cambiado de fondo. El periodismo seguirá siendo el mismo. Los nuevos vehículos para la información no alterarán el ejercicio del profesional que olfatea la noticia, pega su nariz al suelo como un sabueso, persigue su rastro, la desvela y, después de contrastarla, la lanza al vuelo para que el lector, el oyente o el espectador tengan conocimiento de ella. Cambian las tecnologías de forma prodigiosa pero no el ejercicio profesional del periodismo.

En su día se vaticinó la desaparición del periódico impreso cuando apareció la radio. Más tarde se aseguró lo mismo cuando se expandió el milagro de la televisión. Ahora se certifica su defunción ante el periódico digital. El diario convencional permanecerá y se leerá en tableta, es decir, impreso de otra forma. Continuará existiendo si sabe adaptarse a la evolución tecnológica de los tiempos y mantener en sus contenidos la calidad periodística.

ZIGZAG

Asistí a la gestación de Golfo de sombras, la publicación erizante que se inventaron Rafael Alberti y Manolo Rivera, cuando el poeta vivía en un piso de la Castellana. Publiqué una parte del delirio erótico en la revista Blanco y Negro, que, en aquella época, era el dominical del ABC verdadero. “Querido Manolo -dijo Rafael- a esta obra la llamará todo el mundo El libro de los coños”. Se equivocó el gran poeta, se equivocaba. El temblor lírico de los versos y la profundidad de los dibujos estaban por encima de cualquier gracieta. Por eso me ha parecido un acierto la exposición organizada en el museo Gustavo de Maeztu. Lástima que la cita de San Juan de la Cruz no sea exacta porque el catálogo me ha parecido magnífico. La complicidad, el entendimiento, la colaboración entre Rafael Alberti y Manolo Rivera es uno de los hechos más relevantes de la vida intelectual de finales de siglo.