Image: Bachillerato de excelencia

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Primera palabra

Bachillerato de excelencia

15 abril, 2011 02:00

El bachillerato -decía Pedro Sainz Rodríguez- es la gimnasia imprescindible para formar la musculatura intelectual que permita elegir luego la carrera acorde con las facultades de cada alumno. Lo primero que necesita un deportista es la preparación atlética. Luego, según sus preferencias y aptitudes, escogerá el tenis, el fútbol, el baloncesto o la natación. La adecuada formación en el bachillerato permitirá al alumno acertar al elegir Derecho, Medicina, Periodismo, Arquitectura o Ciencias Exactas”.

Pedro Sainz Rodríguez estableció el mejor bachillerato que ha conocido España con relación a su época. Se respetaba en él la tradición educacional española, se innovaba lo que era necesario y se abría la enseñanza a la modernidad. Desde entonces, muchos han sido los aciertos y considerables también los errores y vaivenes en los incontables planes para el estudio del bachillerato. El adanismo adolescente de Zapatero ha comprometido también nuestro entero sistema educacional.
Ahora, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, por mimetismo con distintas experiencias de otros países, ha decidido establecer un Bachillerato de Excelencia al que tendrán acceso principalmente los estudiantes con Premio Extraordinario en la ESO. La decisión de Esperanza Aguirre, cuya sabiduría en materia de educación tiene generosas lagunas, ha despertado un debate de fuerte ebullición en la clase política española, de tan dilatada tradición bovina. El balido más generalizado es que se va a establecer una fórmula discriminatoria y segregadora, arbitrada además por los poderes públicos. En lugar de dejar trabajar a la iniciativa privada, la tentación totalitaria del Estado se desploma sobre una parcela especialmente delicada para modelarla a su antojo. Al antojo del gobernante de turno que en ocasiones será conservador, en ocasiones socialista, tal vez comunista. En un Gobierno de coalición PSOE-IU, la consejería de Educación recaerá indefectiblemente en un político comunista.

Al margen de esos riesgos, deberían ser los propios colegios, los que, por su exigencia y buena gestión, definan la excelencia. Recuerdo de mis tiempos pasados lo que significaban en Madrid el Instituto Ramiro de Maeztu o el colegio del Pilar, y fuera de España, Hun School o Eton. Ahora, Esperanza Aguirre quiere ser ella la que establezca la excelencia creando un bachillerato sin experiencia y con fuertes dosis de discriminación. Se trata de una aventura más del Estado voraz frente a una sociedad empequeñecida por el ansia de mandar de los políticos.

Claro es que la iniciativa anunciada por la presidenta madrileña tiene ventajas; claro que parece conveniente incentivar a los mejores. No todo resulta negativo en el Bachillerato de Excelencia como afirman sus detractores. Entre el blanco y el negro se extiende una sutil gama de grises. Tal vez lo prudente sería no imponer nada y sugerir a los centros privados que fueran ellos los que arbitraran fórmulas para que los mejores alumnos encuentren cauces adecuados para estimular y acentuar su formación.

ZIGZAG

Hacía falta un estudio serio, una investigación serena, sobre las operaciones enmascaradas de los servicios secretos españoles. En Las alcantarillas del poder, Fernando Rueda se ha sumergido en los albañales del espionaje nacional y ha desmenuzado un centenar de operaciones, justificadas en muchos casos, injustificadas en alguno. Me entero en este libro singular de algo que solo sabía a medias: que “Luis María Anson fue investigado antes, durante y después de ser director de ABC”. El cerco de espionaje al que me vi sometido durante la dictadura se prolongó durante la democracia. Desde Alfonso Guerra a Mario Conde, desde Areilza a Peces Barba, desde Sabino Fernández Campo a Jordi Pujol, desde Letizia Ortiz a Perote, desde Otegui al mismísimo Rey, los más varios personajes de la vida española quedaron prendidos en la tela de araña de los servicios secretos. Interesante, muy interesante el libro de Rueda.