Image: La cuarta pata de la cultura

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Primera palabra

La cuarta pata de la cultura

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

27 mayo, 2011 02:00

Luis María Anson, de la Real Academia Española


La literatura, es decir, la poesía, el teatro, la novela, el ensayo, la oratoria; las bellas artes, es decir, la pintura, la escultura, la arquitectura, el cine; la música, es decir, el concierto, la ópera, el ballet, han formado tradicionalmente la almendra horaciana de la cultura. Esta revista, El Cultural, se dio cuenta de que, en las postrimerías del siglo XX, la mesa cultural precisaba de una cuarta pata: la de la ciencia. Y encargó a Ángel Martín Municio que se pusiera al frente de unas páginas convertidas en muy poco tiempo en modelo para la prensa cultural europea. El gran científico ya desaparecido realizó un trabajo esencialmente periodístico pero sin faltar en ningún momento al rigor que la expresión científica exige. Colaboradores como José Manuel Sánchez Ron o Pedro García Barreno pueden dar fe de ello.

Un hombre culto, en este siglo atónito que vivimos, no puede desinteresarse de la física cuántica, del legado de Einstein, de los agujeros negros o de gusano, del tiempo curvo, de los hallazgos de Stephen Hawking, de la nueva matemática, de la inteligencia extraterrestre, de la biología molecular, de la bioquímica o de la genética molecular.

Escribo todo esto tras leer deslumbrado cómo los científicos del Large Hadron Collider han observado por vez primera la desintegración del tipo de partículas que se produjeron tras la creación del Universo. Entre Francia y Suiza, un acelerador de 27 kilómetros de recorrido y cuatro detectores -Atlas, LHCb, CMS y Alice- transportan dos haces de partículas en direcciones opuestas para que se produzca la colisión. Cada uno de esos haces dispone de la energía de un automóvil que circulara a 1.600 kilómetros hora. A cien metros de profundidad, en fin, bajo la tierra fértil suiza y francesa, se está desarrollando uno de los experimentos más fascinantes de la ciencia moderna.

Se trata de encontrar el bosón de Higgs, la llamada partícula de Dios, que resolvería en cierta medida la gran incógnita resumida en Lo fatal, el gran poema de Rubén Darío, porque la poesía, la filosofía y la ciencia se dan muchas veces la mano. Y se acarician. "No saber adónde vamos ni de dónde venimos", escribió el poeta. Si las pruebas del colisionador de hadrones tuvieran éxito, la ciencia podría contestar a la segunda parte de la incógnita rubeniana y averiguaríamos de dónde venimos. Los quarks y los antiquarks están en el juego de la imaginación y el rigor de un racimo de científicos audaces. La materia y la antimateria exigen el estudio definitivo que Álvaro de Rújula abordó recientemente en la lección magistral impartida en la Fundación Santander.

A mí me satisface mucho que El Cultural, publicación de referencia en la vida española, dedique semanalmente, a cargo de científicos prestigiosos y con capacidad de divulgación, páginas que demuestran el papel que en la cultura general le corresponde hoy a la ciencia. La partícula de Dios alienta ya, entre el temor y el temblor, en el Large Hadron Collider de la aventura científica emprendida en la frontera de Francia con Suiza.

ZIGZAG

Con Los mensajes de Navidad del Rey, Manuel Ventero Velasco, que es uno de los grandes periodistas españoles, ha escrito un libro didáctico de gran alcance político. El autor desmenuza los discursos navideños de Juan Carlos I, hasta en el número de palabras, clasifica las frases por temas, descubre los denominadores comunes, codifica las preocupaciones del Monarca y ofrece a los lectores algo poco frecuente: un trabajo científico y riguroso, despolitizado y ecuánime. Tras un interesante análisis comparativo con lo que ocurre en otros países y sus Constituciones, Manuel Ventero radiografía 35 mensajes navideños del Rey, sobre los que se empinan los problemas y preocupaciones de la sociedad española durante el largo reinado del hijo de Juan III, el hombre que hizo frente desde su exilio en Estoril a la dictadura de Franco, para que el pueblo español recuperara la soberanía nacional secuestrada por el Ejército victorioso tras la guerra incivil.