Image: José Luis Sampedro o la honradez intelectual

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Primera palabra

José Luis Sampedro o la honradez intelectual

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

17 junio, 2011 02:00

Luis María Anson


Como el Fuego, personaje de su Cuarteto para un solista, José Luis Sampedro vive dentro de una esmeralda, la reina Pomaré II de Tahití, rendida a su palabra y a su sabiduría. El escritor es como el río que se va dulcemente al mar sobre un caballo desnudo. Es la sonrisa etrusca, la melancolía de la vieja sirena, el humor desbordado en el congreso liminar de Estocolmo, la provocación del amante lesbiano con aquella Farida airada, la beréber andrógina y tatuada que se libró de la ablación del clítoris.
José Luis Sampedro se encuentra hoy entre la media docena de españoles indiscutidos en el mundo de la cultura. Y no solo por la sagacidad de sus análisis, por la independencia de sus ideas, por la calidad de su obra literaria. En la República de las Letras, Sampedro representa, antes que nada, la honradez intelectual. Se podrá coincidir con él. Se podrá discrepar de él. No conozco a nadie que, desde la seriedad, le niegue la independencia para subrayar la verdad allí donde la descubre, la transparencia del pensamiento sagaz, la honradez intelectual.

En medio del fragor de la guerra de Irak, José Luis Sampedro publicó un ensayo luminoso, Los mongoles en Bagdad, en el que denunciaba a Bush II como el Gran Inquisidor, definiendo qué es el Bien, qué es el Mal. Y entre disquisiciones históricas y actuales especialmente erizantes, resumió los motivos reales de la guerra de Irak con una docena de palabras: "… la reordenación de toda esa área mundial para dar seguridad al Estado de Israel".

José Luis Sampedro ha descarnado también la globalización. Tras reconocer el servicio de las nuevas tecnologías a la libertad de expresión y a la cultura, subrayó el voraz aprovechamiento de las grandes multinacionales para exprimir a las naciones desfavorecidas y eludir impuestos, aprovechándose de la desregulación fiscal. En el prólogo a Indignaos, prólogo, por cierto, superior al propio librito de Stéphane Hessel, afirma: "De la indignación nació la resistencia contra el nazismo y de la indignación tiene que salir hoy la resistencia contra la dictadura de los mercados".

Admirable, sutil, jovencísimo José Luis Sampedro. En su último ensayo novelado, Cuarteto para un solista, en colaboración con Olga Lucas, denuncia los males de nuestro tiempo con acidez y humor: "Nacisteis griegos -dice la Vida al Fuego, al Aire, al Agua, a la Tierra- Empédocles os reunió a los cuatro para siempre. No sois personas vivas, agentes de decisiones y evolución. Sois mitos que representáis materias inertes, aunque vitales". Desde la mitología griega, un viejo profesor enfermo conversa con los cuatro elementos sobre el destino de la Humanidad ante el estupor de su hija y el doctor que le cuida.

Tras alejarse del Knossos clásico, Sampedro reflexiona: "… la especie humana es la misma de aquel tiempo. Sus sueños y sus ambiciones, sus ansias de poder, son las mismas que las cantadas por Sófocles o Esquilo en el teatro de Epidauro". Las mismas que desnudó Artaud, las mismas de los personajes de Bertolt Brecht o Samuel Beckett. Las mismas que Angélica Liddell desgarra sobre el escenario con el sobrino de Rameau de la mano y la acritud de Diderot entre los pechos.

Sampedro, como diría Ogatai, es un arquero apuntando al cielo. Y dispara sus flechas, con el carcaj de la Historia al hombro, contra el hedonismo de los que se creen ajenos a las atrocidades de la época que vivimos. El autor de la La senda del drago no solo denuncia a políticos, financieros y gente aún peor, sino también la cobardía moral de los que pudiendo hablar e indignarse no lo hacen.

"Cuando reflexionemos sobre el siglo XX -escribió Martín Luther King- no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados sino el escandaloso silencio de las buenas personas".