Image: La derecha y el cine español

Image: La derecha y el cine español

Primera palabra

La derecha y el cine español

Por Luis María Anson Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

9 septiembre, 2011 02:00


Tuve la suerte de escuchar a Vicente Aranda hablar sabiamente de cine, durante una cena, y pude darme cuenta de la profundidad de su pensamiento, de su honradez intelectual, de su sensibilidad para el arte, de su voluminoso equipaje cultural. Tengo en la memoria y en la retina Clara es el precio, Cambio de sexo o La muchacha de las bragas de oro, con Marsé, el grande, aleteando entre Victoria Abril y la incertidumbre del incesto. Me impresionó Si te dicen que caí, amé a Ana Belén, claro, en La pasión turca y me clarificó un pasaje oscuro de la Historia de España Juana la Loca, si bien en esta película lo que destaca es la soberbia interpretación de Pilar López de Ayala, que es una de las actrices verdaderamente importantes de la España de hoy.

Vicente Aranda ha declarado con mesura y sin ira que la derecha española se niega a ver cine español. No le falta razón al gran director en algunos aspectos. Se refiere sin duda a la antigua derecha franquista y a sus herederos, es decir, hablando con propiedad, a la extrema derecha. Conviene no confundir ciertos conceptos. La derecha española, representada por Gil Robles, se mantuvo en el exilio tras la guerra incivil, igual que la izquierda española, representada por Indalecio Prieto. Aún más, en 1947 la derecha española y la izquierda socialista firmaron el pacto de San Juan de Luz que convertía a Indalecio Prieto en el primer presidente del Gobierno de la eventual Monarquía de Don Juan, que fue el gran exiliado de la dictadura franquista, a la que hizo frente durante cuatro décadas.

Hace solo dos años publiqué en esta página un artículo titulado "Esplendor del cine español", en el que desbarataba la actitud del extremismo de derechas frente a las manifestaciones cinematográficas de la etapa democrática que nos han instalado en la cabeza del mundo. Mantuve largas conversaciones en su día con Luis Buñuel y Miguel Pérez Ferrero, el célebre Donald. Era el director aragonés un hombre a ráfagas genial. Odiaba los fuegos artificiales. "Encuentro falaces todas las ceremonias conmemorativas. ¡Viva el olvido! Solo veo dignidad en la nada", escribió. También conversé largamente con Luis García Berlanga y con Juan Antonio Bardem, que rodó parte de su última película en mi despacho del ABC verdadero. No quiero olvidarme de Manolo Summers, que murió joven, y era ya un maestro del cine.

Ninguno de los grandes históricos alcanzaron, sin embargo, las cimas internacionales de los directores de ahora, de las actrices y los actores actuales. José Luis Garci, Fernando Trueba, Alejandro Amenábar, el propio Vicente Aranda, y otros muchos, han hecho un cine admirable. Y, sobre todo, Pedro Almodóvar que es ya la figura más destacada de la historia del cine español. Gracias a él se potenciaron, además, Penélope Cruz y Javier Bardem que, si bien en papeles secundarios, se coronaron con el Oscar, beneficiándose el cine español de la repercusión del galardón americano. Ciertamente las subvenciones públicas al cine superan la producción. Ciertamente el Fondo de Protec- ción rebasa a la taquilla española. Ciertamente, como en cualquier otra faceta del arte, en España se hace cine espantoso, cine mediocre, cine comercial, cine aburridísimo. Pero también cine culturalmente de primera calidad que está reconocido en la cumbre del mundo. Aún más: en los últimos años el cine español ha vivido la época dorada del esplendor. La objetividad exige reconocerlo así.

ZIGZAG

Tengo para mí que el relato de ficción más bello y erizante del siglo XX no es una novela de centenares de páginas sino un cuento de Borges: Hombre de la esquina rosada. He leído con asombro Cuentos propios y extraños de Manuel Pombo Arias, escritor de sobresaliente calidad, estudiado a fondo por Darío Villanueva. El humor, el exotismo, la sagacidad sobre la condición humana, la belleza literaria, vertebran este libro singular. Pombo ha escrito algunos cuentos - "Una frase brillante", "El muerto que quería hablar"- que tienen la extensión de " El dinocaurio" de Monterroso. Otros, como "La carta"o "El chamán" demuestran la capacidad de fabulación del autor y la hondura de su pensamiento fecundo y actual.