Image: José Luis Gómez

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Primera palabra

José Luis Gómez

Por Luis María AnsonVer todos los artículos de la 'Primera palabra'

11 noviembre, 2011 01:00

Luis María Anson.


El teatro mide la temperatura cultural de una ciudad. Nueva York, Londres, Madrid, París, Buenos Aires, se encuentran a la cabeza del mundo. Berlín y Shanghai acechan. En la capital de España, acuden a las salas de teatro, cada año, un millón de espectadores más que a los estadios de los clubes de fútbol de primera división. La escena alternativa vive en el esplendor. Más de cincuenta compañías tensan el debate intelectual, estrenan clásicos comprometidos y autores de vanguardia y desgranan un rosario nuevo de actores, actrices y directores de calidad erizante. No es verdad que no haya autores. Los hay y excelentes, aunque la tentación de las series de televisión fragiliza la creación teatral de muchos de ellos.

Son varios los nombres indiscutidos que hoy definen el teatro español. Entre ellos ocupa lugar de relieve José Luis Gómez. Como actor, el cine aparte, ha interpretado a Kafka, a Brecht, a Dürrenmatt, a Beckett, a los clásicos españoles y europeos. Como director y como productor, su talento nos ha proporcionado representaciones inolvidables. La Abadía ha sido el faro del mejor teatro en una ciudad como Madrid, volcada culturalmente sobre la escena. La sensibilidad de José Luis Gómez para elegir lo mejor, para espigar lo más interesante, para acertar con lo más anticipador, es indiscutida. Los buenos aficionados al teatro tenemos una deuda permanente con el gran director y actor.

En Alemania, José Luis Gómez estudió en Westfalia, en el Instituto de Arte Dramático. En Francia, asimiló lo mejor de la escuela de Jacques Lecoq de París. En Estados Unidos, trabajó con Lee Strasberg. José Luis Gómez no es un director de andar por casa. Ha triunfado en las principales ciudades de Alemania, de Suiza, de Francia, de Estados Unidos, de otros muchos países. Representa la más sólida vanguardia del teatro español de hoy.

¿Tiene defectos José Luis Gómez?, se preguntará el lector de esta Primera Palabra. Los tiene y no pocos, como nos ocurre a todos. Pero al analizar su vida teatral, al reflexionar sobre su significación en la escena española, habrá que convenir que el balance favorable resulta abrumador. Sin el teatro de La Abadía, sin el talento imaginativo de José Luis Gómez, la cultura teatral madrileña sería otra y estaría empobrecida. Por eso me complace abrir esta semana las páginas de El Cultural con el homenaje que debía yo a esta figura excepcional del arte escénico. Y reiterar una vez más lo que el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha dijo a los recitantes de la compañía de Angulo el Malo, durante la aventura de la carreta que chirriaba en Las Cortes de la Muerte: "…y mirad si mandáis algo en que pueda seros de provecho; que lo haré de buen ánimo y buen talante, porque desde muchacho fui aficionado a la carátula, y en mi mocedad se me iban los ojos tras la farándula". Que el teatro es, según Hamlet, "el compendio y breve crónica de los tiempos", el espejo que el intelectual coloca delante de la sociedad para reflejarla como es. Y hoy, más que nunca, frente a hojarascas culturales y hueras palabrerías políticas, necesitamos instalarnos en el tinglado de la antigua farsa.