Image: José Tomás, en el reguero de los dioses

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Primera palabra

José Tomás, en el reguero de los dioses

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

6 enero, 2012 01:00

Luis María Anson


El premio Paquiro no se otorga al triunfador del año, que eso son habas contadas, ni a la mejor faena ni al estoconazo certero entre las agujas. Es un galardón que huye de lo fácil. El Paquiro se ha convertido en el premio de referencia en España porque se entrega al acontecimiento taurino del año. Eso es lo que le distingue. Y no es la sección taurina de un periódico quien lo convoca. Es la revista de referencia del mundo intelectual español, El Cultural, la que se ha incorporado decididamente a ennoblecer lo mejor de una fiesta que es ballet sobre el albero de los ruedos, escultura viva para la emoción artística de quien contempla el milagro del toro y el hombre vadeando la Historia a través de las leyendas de Apis y Mnevis en el Egipto de los faraones, del estremecimiento sumerio, la perplejidad hetita, la taurocatapsia cretense, el sueño ibérico de Guisando o el circo de Roma. Animal sagrado de la fecundidad, según el estudio profundo de Ángel Álvarez de Miranda, el toro es "el que trae la lluvia" y se le adoraba ya en los santuarios de Dan y Bet-El.

La apuesta de El Cultural por los toros suscitó esa polémica que siempre acompaña a la fiesta porque algunos aspectos del rito religioso sobre el ruedo resultan cuestionables aunque el balance sea altamente positivo. Y ahí están la pintura de Goya, de Dalí o de Barceló, la escultura de Benlliure, la ópera de Bizet o Alberti, el ensayo de Ortega y Gasset o la poesía de Federico García Lorca, para confirmar la hondura cultural de la fiesta taurina.

No puedo ocultar mi satisfacción al comprobar cómo Francia, crisol de la inteligencia mundial, proclamó a la fiesta de los toros patrimonio cultural de la nación. No me regocija el que eso haya escocido a algunos. Me complace, como ha explicado Vargas Llosa, el reconocimiento a una realidad cultural incuestionable.

José Tomás ha ganado de nuevo el premio Paquiro porque el acontecimiento taurino del año 2011, por su dimensión nacional e internacional, por su repercusión mediática y su alcance popular y económico, fue la reaparición del torero en Valencia, tras aquella cornada atroz que le desangró sobre el ruedo mexicano. Me parece tan justa la decisión del Jurado como los reiterados títulos ganados en el deporte rey por el Barcelona milagro de Iniesta y Messi.

Andrés Fagalde Luca de Tena, el mejor de los nietos del fundador de ABC, el más entendido aficionado de España, presidió hasta su muerte el Jurado del premio Paquiro. Ahora, la mesura y el buen sentido de Fernando Almansa moderan las convocatorias, escoltadas siempre por la sabiduría taurina de Luis Abril y su inteligencia creadora, así como por una veintena de nombres consagrados del mundo de los toros, intelectuales, críticos, periodistas, ganaderos, toreros y el asombro permanente de Cristina Sánchez.

El paseíllo que hace José Tomás es ya el reguero de los dioses. Javier Villán le ha dedicado inolvidables páginas entre el temor y el temblor porque quema el tacto salobre y desahuciado por las ventanas de la piel. Nube oscura de herrumbres y de ceniza, Villán se entristece ante el cimbel desangrado, ayer tanta arrogancia y cabalgada. La figura sacrificial de José Tomás se ha engrandecido corneada por la noble cabeza, negra pena, que en dos furias se encuentra rematada, donde suena un rumor de sangre airada y hay un oscuro llanto que no suena. Es la tormentosa fuerza enamorada de Morales que truena volando sobre la arena. José Tomás enciende la pasión en la hondura del arte y la sangre derramada del verso de Lorca, que no hay cáliz que la contenga, no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas, no hay cristal que la cubra de plata. Las hilanderas de la muerte, Cloto, Láquesis y Átropos, las Moiras que cortan el hilo de la vida, se cimbrean entre los tobillos del torero y cuando, tras la cogida espeluznante, Vicente Zabala le dice: "¿Pero no te dabas cuenta de que en ese lugar el toro te iba a empitonar?", "claro que lo sabía -responde el dios de la arena- pero si me llego a apartar no sería José Tomás".