Image: Rubén Darío ante el bosón de Higgs y el Colisionador de Hadrones

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Primera palabra

Rubén Darío ante el bosón de Higgs y el Colisionador de Hadrones

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

13 enero, 2012 01:00

Luis María Anson


Una tarde de otoño londinense, me dijo Bertrand Russell, anciano y lúcido, en la grata sobremesa del Dorchester, que el gran poeta era el intelectual capaz de resumir en un verso un libro de metafísica general, de ontología, de mil páginas. Rubén Darío se estremecía, entre sus princesas tristes y sus marquesas rientes, ante el destino del hombre. "Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto y el temor de haber sido y un futuro terror. Y el espanto seguro de estar mañana muerto y sufrir por la vida y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos y la carne que tienta con sus frescos racimos y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos y no saber adónde vamos ni de dónde venimos".

Einstein, tan sagazmente estudiado por Sánchez Ron que dedica más tiempo a la lectura del sabio de la relatividad que a las novelas de Pérez Reverte, se pasó la vida intentando dar respuesta a ese verso cardinal de Rubén Darío: "y no saber adónde vamos ni de dónde venimos".

La comunidad internacional ha hecho un gran esfuerzo económico para poner en marcha el Gran Colisionador de Hadrones, en busca del bosón de Higgs, de la partícula de Dios. Cuando conversé en Oviedo con Stephen Hawking pude advertir que el erizante científico no niega la existencia de Dios. Se limita a prescindir de él y, al igual que Leonard Mlodinow, cuestiona, desde la rendida admiración, algunas de las afirmaciones de Einstein. El bosón es una partícula elemental que, con el fotón, ejerce la interacción entre fermiones. En la frontera francosuiza se ha financiado una colosal construcción experimental con la esperanza de que el choque de potrones a la velocidad de la luz recree condiciones similares al instante liminar del Big Bang, divulgado por Hawking. El bosón de Higgs sería el responsable de la masa, sin la cual no habría gravedad ni universo. Los físicos han sintetizado en un único cuerpo teórico la fuerza nuclear fuerte, la fuerza nuclear débil y el electromagnetismo. Pero no la gravedad. Ahí reside el desafío actual. "Nadie ha podido hacerlo aún con la gravedad", ha escrito ese gran periodista, divulgador de la ciencia, que es José Manuel Nieves.

Escuché no sin dificultad una de las conferencias, organizadas por el BBVA, de Sheldon Glashow, descubridor de los bosones W y Z que permitieron unificar el electromagnetismo con la fuerza nuclear. Conversé con él y me parece que no tenía demasiadas esperanzas en que se descubriera el bosón de Higgs. Se han hecho grandes avances en la ciencia, sobre todo en la física. Pero la consecuencia es que "las fronteras del misterio se han ensanchado mucho". Me pareció esta afirmación de Glashow muy inteligente. También se manifestó escéptico ante los neutrinos. No creía que hubieran superado la velocidad de la luz. El gran científico, uno de los prestigios indiscutidos del mundo, se mostró cauto ante la experiencia de Lijun J. Wang que hizo viajar en su laboratorio de Princeton un pulso de luz 310 veces más rápido que los 300.000 kilómetros por segundo alcanzados por el símbolo c, la luz en el vacío.

No hay nada que viaje más deprisa que la luz -repitió Glashow varias veces ante los periodistas-. Pasarían cosas muy raras si ocurriera una cosa así.

Retornemos a la poesía. No sabemos de dónde venimos según el verso de Rubén Darío. Pero estamos a punto de averiguarlo. En El gran diseño, Stephen Hawking mete el bisturí de su mente sin fronteras en el origen del universo. Entre Francia y Suiza, el Gran Colisionador de Hadrones puede darnos la sorpresa en cualquier momento de la aparición del bosón de Peter Higgs, el físico británico, que acarició con sus manos temblorosas la partícula de Dios, la piel última del misterio.