Luis María Anson



Caminamos sobre el filo del átomo. No solo Rusia, Estados Unidos, Inglaterra, China y Francia poseen arsenales atómicos. También tienen capacidad para desencadenar una guerra nuclear India, Pakistán e Israel. Y tal vez Corea del Norte y Persia. Mao Tsé-tung lo dijo bien claro cuando Khruschev trató de engañarle. "Aquí no se sienta uno a la gran mesa de la negociación internacional si no lleva la bomba atómica en el bolsillo".



Como ha explicado Stephen Hawking, el hombre, por primera vez en la Historia, puede hacer realidad el Apocalipsis. No hace falta esperar al 18 de marzo del año 2880 cuando hay probabilidad de que el asteroide 1950DA, de un kilómetro de ancho, colisione con la Tierra. Por eso el gran físico, que se ha hecho célebre por su inteligencia y no por la esclerosis lateral amiotrófica que le paraliza en una silla de ruedas, ha escrito: "No creo que sobrevivamos mil años sin dejar el planeta". Hace cinco siglos, España cosió con las tres agujas lentas de las carabelas las costas de dos continentes, el Viejo y el Nuevo Mundo. Era el mediodía del Imperio español. Las doce en punto de la gloria. Era también la expansión que Europa necesitaba. Ahora escudriñamos el espacio en busca de nuevos planetas a los que extender la vida cada vez más comprometida en la Tierra.



El entendimiento cosmológico del universo, a través de la teoría de la relatividad de Einstein, confronta con la mecánica cuántica que rige el mundo subatómico. Stephen Hawking ha demostrado, según un analista sagaz, que "las elegantes ecuaciones que describen el tiempo, el espacio, la gravedad y la forma del cosmos se deshacen, cuando uno intenta aplicarlas a la escala de los átomos, donde el espacio y el tiempo dejan de ser continuos y empieza a imperar el entorno discreto y probabilístico del mundo cuántico".



He hablado dos veces con Stephen Hawking. Las dos en Oviedo. En la primera ocasión apenas entendía el sintonizador que él rozaba con un dedo. En la segunda, su inteligente mujer interpretaba con fluidez lo que el genio decía. Stephen Hawking cree en su Teoría de las Cuerdas en la que se resume la idea de que existen cantidades copiosas de universos surgidos de la nada. La idea de un Universo único e infinito está superada para Hawking. Por eso no cree que el LCH, el colisionador de hadrones, descubra el bosón de Higgs.



Somos los hombres meros conjuntos de partículas de la naturaleza, conocemos ya las leyes del Universo que nos gobiernan y por eso debemos mirar hacia las estrellas y no hacia nuestros pies. En su libro El gran diseño, que da continuidad a su Breve historia del tiempo, Stephen Hawking replantea las grandes incógnitas del hombre y del mundo que nos rodea. Asombra la profundidad y la penetración del gran físico que era una mediocridad en su clase de bachillerato y sus amigos apostaban bolsas de caramelos a que nunca llegaría a ser nada. Ahora, sin embargo, todos tiramos de las Cuerdas de su Teoría fascinante para entender la historia del tiempo y del Universo. Genuflexos ante la relatividad de Einstein nos rodea de forma contradictoria lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño.

ZIGZAG

Carlos Robles Piquer ha publicado un libro imprescindible para conocer el fondo, también los recovecos, de los últimos ochenta años de la Historia de España. Prologado por Manuel Fraga, Memoria de cuatro Españas, república, guerra, franquismo y democracia recorre desde dentro los acontecimientos a los que el autor ha asistido, en algunas ocasiones, como testigo excepcional. Quiero subrayar aparte lo que significa la presencia de Robles Piquer en muy varias naciones, en su función de diplomático y político. Incluso al narrar su visita al Kirguistán o Kirguizistán habla el autor de Manas, héroe histórico y literario casi desconocido en España, al que yo dediqué algún artículo tras leer treinta mil versos de su largo poema épico que se acerca al medio millón, y al que la UNESCO rindió el más relevante homenaje. Carlos Robles Piquer, en fin, ha escrito un excelente libro de memorias.